“A usted la Comisión del Delito lo acusa de genocidio”, le dice el tribunal al dictador guatemalteco, el general Efraín Ríos Montt, en mayo del 2013, en lo que fue el primer juicio por genocidio contra pueblos indígenas en América. Él, un anciano con signos de debilidad física y mental, responde con firmeza y seguridad: “Nunca autoricé, nunca firmé, nunca propuse, nunca ordené un ataque contra una raza, una etnia o religión y no hay ni una prueba que evidencie mi participación”. Sin embargo, sí existía una pieza clave de evidencia donde admitía estar en control y en total conocimiento del accionar del ejército durante su tiempo en el poder. El 2 de junio de 1982, la cineasta estadounidense Pamela Yates, tuvo la posibilidad de entrevistarlo y preguntarle lo que nadie se atrevía.
“¿Qué diría de los cargos de que el Ejército está masacrando campesinos en las áreas rurales?, le preguntó claro y sin vueltas Yates en aquel entonces, mientras cumplía el rol de periodista.
–Diría que respeto la libertad de pensamiento –contestó Ríos Montt.
–¿Hay represión por parte del Ejército?
–No hay represión. El valor nuestro está en nuestra capacidad de poder responder a las acciones de mando. Eso es lo más importante. El Ejército tiene capacidad de reaccionar. Pero si yo no puedo controlar al ejército, ¿entonces qué estoy haciendo aquí? ¿Qué clase de comandante soy?
–¿No cabe la posibilidad de que haya personas del ejército que estuviesen fuera de control?
–No, no es aceptable.
–¿Entonces no hay represión por parte del Ejército?
–No debe haber, yo lo he ordenado. No hay represión, hay reacción.
Esta entrevista fue reproducida mientras el mismo Ríos Montt comparecía ante un tribunal en Guatemala, frente a la gran cantidad de mayas que se presentaron y dieron su testimonio. Fue muy impactante el momento en la corte cuando el Ríos Montt de 86 años se enfrentó a sí mismo 30 años más joven. “Me dio mucha satisfacción que sea vea la entrevista en el juicio. Porque claro, ahora él es un hombre viejito, que pobrecito él no pudo haber hecho eso, por lo tanto no podemos ponerlo en la cárcel. Pero verlo en todo su poder y arrogancia hablando fue otra cosa”, dice Yates. Ese video sumó pruebas contra Ríos Montt, quien fue acusado por genocidio y crímenes de lesa humanidad por la matanza de indígenas ixiles durante su régimen dictatorial (1982-1983), y condenado a 80 años de cárcel. Sin embargo, diez días después, argumentando errores en el proceso judicial, la Corte de Constitucionalidad anuló la sentencia y ordenó un nuevo proceso, pero en el 2015 Ríos Montt fue declarado mentalmente incapaz para enfrentarlo.
“Estados Unidos estaba apoyando a Ríos Montt y como yo era una periodista estadounidense pude acceder a él. En los 80, el presidente Ronald Reagan amplificó esa ayuda al ejército guatemalteco, quien me vio a mí como un megáfono para comunicar sus intereses y tener más cooperación militar”, cuenta la directora en diálogo con PáginaI12.
Pamela Yates es una de esas personas que estuvieron en el lugar adecuado y en el momento adecuado. A fines de los años 70, trabajaba como sonidista en Nicaragua y El Salvador para otros directores. Allí se enteró de la guerra en Guatemala y notó que estaba siendo invisibilizada. “Sabía que era difícil entrar a Guatemala como periodista internacional, así que pasé como camarógrafa y me quedé seis meses. Mi idea fue tratar de contar la historia de lo que estaba pasando ahí a través del espectro político. Es decir, la sociedad civil, la Iglesia, el Ejército y la guerrilla. Me basé en la sucesión de dictaduras que hubo desde 1954 y quería mostrarlo en Estados Unidos para que todos vieran los efectos de que nuestro país haya apoyado esos golpes de estado”, explica la cineasta.
Entonces, Yates entró en contacto con Guatemala desde muy joven y decidió hacer su primer documental, Cuando las Montañas Tiemblan (1982), cuya protagonista es la Premio Nobel de la Paz, líder de la resistencia, Rigoberta Menchú. Allí, mostró un genocidio indígena en plena ejecución que luego se llevaría más de 200 mil víctimas. “Decidí contar la historia a través de Rigoberta Menchú porque en ese entonces era solamente una mujer maya de 22 años, desconocida, sin importancia. Pero ella era una líder increíble, innata. Hablando directamente a la cámara tenía mucho poder”, revela Yates.
“La película viajó por el mundo entero, pero en Guatemala estaba prohibida. Su presentación pública fue en el 2003, 20 años después. Ese día se me acercó una abogada para decirme que estaba investigando a dos de los generales que estaban en mi documental y me preguntó si no tenía más material. No sabía si me quedaba algo inédito y cuando lo miré me sorprendió lo que encontré”, dice Yates quien estuvo recientemente en Buenos Aires para presentar la tercera parte de esta saga, 500 Años, en el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (FICDH).
Lo que encontró en aquellas cintas de 16 mm, no sólo fue la revelación de la pieza clave del juicio a Ríos Montt, sino que la inspiró a hacer la segunda película, Granito de arena: Cómo atrapar a un dictador (2011), para mostrar cómo un documental puede jugar un rol importante en un proceso de derechos humanos. Lo que Granito de arena logra es enfocarse en los héroes invisibilizados que lucharon por la justicia social. Además, realiza un trabajo muy importante, que es el de humanizar esa lucha y mostrar lo que conlleva hacer un cambio en un país que está envuelto en la violencia.
Si bien el más reciente trabajo de Yate, 500 Años, exhibe el histórico juicio al dictador, lo que deja entrever es que en Guatemala existe un sistema de colonización y racismo muy fuertes, que están impregnados dentro del inconsciente colectivo. Según una de las peritos que disertó en la corte, Marta Elena Casaús Arzú, los procesos por medio de los cuales se educó a la población en racismo son brutales. Una investigación que realizó en 1989 determinó que la elite económica y política, blanca, que se considera europea, dice que los indígenas no son pueblos, que son una raza inferior y que esa inferioridad la llevan en los genes, por lo tanto son genéticamente inferiores y plantean que hay que exterminarlos. “El diseño colonial de educación en Guatemala muestra cómo el racismo está tan enraizado dentro de las élites de poder que construyeron toda una narrativa para justificar el genocidio. Es complicado sacar el ADN racista de un país”, explica Casaús Arzú en su libro “Guatemala, linaje y racismo”.
Para Yates el juicio contra Ríos Montt sirvió para desenmascarar el aparato de impunidad de Guatemala e implicó un punto de partida para acabar con parte del miedo en la sociedad general. Por eso, lo central en 500 Años es cuando estalla el levantamiento ciudadano contra la corrupción del gobierno de Otto Pérez Molina, en el que la gente salió a la calle en protestas por todo el país con carteles que decían “Me robaron hasta el miedo”. Así, lograron derrocar al presidente en funciones, al vicepresidente y a otros miembros del gabinete. “Luego de 35 años y tres películas, veo que el cambio es posible. Hay una unidad entre el campo y la ciudad, entre el indígena y el no indígena. Todos están involucrados y es un panorama por completo diferente al de la dictadura oscura y fascista que tenía el poder con Estados Unidos como cómplice”, concluye Yates.
Entrevista: Florencia Garibaldi.