Javier Ruibal se siente como en su casa cada vez que viene a tocar a Buenos Aires. El cantante, guitarrista y compositor de origen andaluz sostiene que el público porteño “viene a favor del que se sube al escenario antes de que cante una sola nota; es una sensación de confianza: no te examinan, te contemplan”, refuerza Ruibal. Más allá del rasgo de un público acostumbrado a disfrutar del arte y la cultura del mundo, lo cierto es que el español construyó un vínculo con el público argentino que lleva más de veinte años y tiene varios amigos por estas tierras, como Juan Quintero y Juan Carlos Baglietto, que también interpretan sus canciones. Porque las obras de este autor también han sido cantadas por artistas como Martirio, Ana Belén, Jorge Drexler, Joaquín Sabina y Pasión Vega.
En esta oportunidad, el español regresa con un nuevo disco, Ruibal (2020), un álbum-libro que contiene doce canciones de su autoría en música y letra más trece relatos y dibujos alusivos a cada canción. “Quise hacer un objeto que ofreciera la motivación que ofrecían los discos antes”, dice antes de presentarse a guitarra y voz este domingo a las 20 en Bebop Club, Uriarte 1658. Son canciones que fueron escritas en contexto de confinamiento y en absoluta soledad. “Por eso le puse Ruibal, porque era como un condensado de mí mismo”, le cuenta a Página/12. “Y un par de canciones tratan la situación (de la pandemia), pero otras no tienen nada que ver. El disco está precedido por la intención de no perder los niveles de emoción pero tampoco de buen humor. Entonces, hay bastante humor en lo que se cuenta y se canta. Porque no quería echar más vinagre a la herida que teníamos todos”.
-En “Música en vena” enumerás a varios artistas: Kiko Veneno, Paco de Lucía, Camarón, Lola Flores, Serrat, Jorge Drexler, ¿Es una celebración a la música?
-Surgió durante el encierro esta canción. Estábamos todos muy agobiados pensando en la aparición de la vacuna, que se decía que tardaría tres años en llegar y cosas así. Y se hablaba mucho de no automedicarse. Entonces, era un momento clínicamente perfecto para escribir una canción así. Ahí lo que defiendo es que la música es un bálsamo para muchas cosas, pero también puede ser un antibiótico para infecciones no necesariamente del alma. Y también es un soporte nutritivo para nuestra vitalidad y para nuestro buen estado de ánimo. Entonces, ahí cité a todos mis ídolos y compañeros y artistas que para mí son significativos en la música. Me divirtió mucho además hacer un rock and roll. Yo soy bastante ecléctico, hago cosas muy flamencas y otras que no lo son. Porque siempre quise concederme libertad y un campo amplio en el que hacer camino por mi cuenta.
-En tu caso te relacionás de una manera muy abierta con el flamenco, no tenés una mirada ortodoxa sobre el gébero, ¿Cómo se recibe tu abordaje del flamenco en los circuitos tradicionales?
-Cada vez que entro en terrenos flamencos intento no hacerme pasar por lo que no soy. Porque para ser un flamenco hay que estudiar todos los palos del flamenco, todas las variantes, conocer los cantes de todos los cantaores y los toques de todos los guitarristas, y no es mi caso. Hoy en día cada artista flamenco es el flamenco en sí mismo. Yo quería poder permitirme todo, porque soy hijo de una generación en la que todo estaba a nuestro alcance musicalmente hablando y lo mismo me emociona algo flamenco como algo que no lo es. Y tener la libertad de hacer lo que quiera. Lo que sí es verdad es que he tenido la buena fortuna de que aquellos que eran ídolos míos del flamenco, como Enrique Morente y Paco de Lucía, me han acogido como uno de ellos y eso es un privilegio que siempre agradeceré no siendo yo un flamenco. Creo que ellos han percibido que no quiero ir de intruso, sino más bien como si uno fuera un vocero que está en la puerta de la biblioteca de Alejandría en el primer escalón diciendo "pasen y vean, lo bueno está allá adentro".
-Tu música recibe muchas influencias, desde el jazz al rock. ¿Hay una búsqueda de universalidad en tus canciones, sin perder las raíces?
-La vocación planetaria es una cosa que siempre la he tenido. Me interesan muchas cosas de otras culturas, no solo la música. Entonces, tengo un temperamento que está abierto a todo. Y eso se debe al hecho de buscar un lenguaje que sea entendible en todos lados, un soporte musical que no requiera que el que me oiga tenga que pedir información añadida para saber qué es lo que estoy haciendo. Creo mucho en la vía natural de las canciones. Las canciones tienen algo de haiku en algún momento, algo de pequeño cuento, algo de vocación de novela y de gran relato. Pero tiene que durar tres minutos y tiene que tener un estímulo para que te den ganas de oírla otra vez. Las canciones que consiguen eso da igual el lugar de donde sea el público. Y en mi caso, al tocar la guitarra de una forma bastante ilustrada, en el sentido de que trato de no quedarme en un mero acompañamiento, sino que siempre sumo un poco de arreglo y armonización, eso también salva a públicos que no entienden tu idioma. La música es de todos, no es solo placer para mis conciudadanos y coetáneos.
-En tu música hay tanta elaboración en la composición como en la interpretación en vivo, ¿Ambas instancias son importantes para vos?
-Sí. Y hay un tercer campo que me importa: la lírica, lo que se dice. Es decir, si entre el público hay quien viene a escuchar la música porque es lo que más le gusta que tenga de dónde agarrarse y disfrutar. Si hay quien viene a oír cantar bien pues que vean que te esfuerzas por cantar poniendo todo de tu parte. Y si hay quien viene buscando lírica y la canción con el vínculo que tiene con la poesía, que también encuentre que se ha trabajado con esmero. Uno no sabe muy bien si lo que hace es rotundo o no, si consigue o no el objetivo, pero yo no doy por buena una canción hasta que no creo que la puedo sostener en esos cuatro o cinco minutos ante el público.
-¿Cómo hacés para darte cuenta que una canción puede llegar a "funcionar"?
-Hay un parámetro primordial: intento que cada canción sea única, no me gusta que una canción se parezca a otra. A menos que sea una segunda parte de una historia de una misma canción. En cuanto aparece algo que te resulta llamativo porque tienes la impresión de que eso no se lo he oído hacer a nadie entonces ya está en camino de que pueda llegar a ser una buena canción. Luego hay que elaborarla mucho, buscar armonizar y limar versos, incluso tomarle el pulso a la guitarra y que resulte como si no te costara ningún esfuerzo aunque lo sea. Las canciones que tienen esos requisitos son buenas aspirantes a ser una buena canción. Pero la decisión final la tengo yo, que no deja de ser subjetiva y luego ya viene el público y convierte en suyas algunas y otras no. Pero no por eso las que no elige el público me parecen menores sino que simplemente no están en el gusto de todos y están más en el mío.