Ya pasaron las tres cuartas partes del mandato presidencial. Se acerca el fin de un año tremendo, plagado de circunstancias inesperadas de aquellas que se designan como “bisagra”, “parteaguas”, “punto de inflexión”… Se suceden y aglomeran sin elaborarse plenamente tal como ocurrió con la pandemia. El país cambió, la vida continúa. Enumerar los sucedidos cruciales de la política y la economía durante 2022 insumiría muchas líneas. Renuncias a granel en el Gobierno, tres ministros de Economía en contados días, acentuación de la crisis financiera, trepada del dólar, interna a cielo abierto, las dos coronas del juez Horacio Rosatti, tentativa de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, sentencia en el juicio Vialidad, el Telegram Gate, renuncia de Cristina a cualquier candidatura el año próximo. Quedan mojones sin nombrar, la lista abruma.
En promedio, el sistema democrático se degrada, la dirigencia política está desprestigiada. La Corte Suprema y los tribunales federales incumplen adrede sus funciones, se arrogan poderes exorbitantes. Demasiada gente común navega entre la apatía, el descreimiento, la bronca por motivos entendibles. La inflación anual rondará el 100 por ciento. Cuesta abajo en varios sentidos.
De cualquier modo, gran parte de la dirigencia, de consultores etc. imagina escenarios electorales relativamente estables. Inerciales, si se nos permite simplificar. Abundan precandidates, faltan cabezas de listas claras pero las grandes coaliciones serán las conocidas. El diputado Javier Milei agrega aciaga novedad desde 2021.
La pregunta del millón es si los pronósticos no quedan estáticos, si la gobernabilidad y el sistema político no seguirán corroyéndose por la acumulación de calamidades y por la irrupción de otras. Este cronista ignora la respuesta; el interrogante lo preocupa.
Por supuesto, el futuro no está escrito en la piedra: no depende solo de la tendencia sino también de las reacciones de protagonistas, dirigentes, sindicatos, organizaciones sociales. La gente común, la opinión pública. Varios etcéteras que el lector atento puede añadir.
Apriétese la nariz o colóquese barbijo. Vamos hacia Comodoro Py y el Palacio de Tribunales.
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Ascensos y podredumbre: Llámelo como quiera. “Poder judicial” es correcto. “Justicia”, una aberración de uso corriente. “Lawfare”, un tecnicismo en inglés de poca entrada en el habla cotidiana. “Mafia judicial” o “Estado paralelo” sumó Cristina Fernández de Kirchner. De eso hablamos mientras jueces y fiscales acostumbran callar: entre muchas desviaciones anti republicanas son chúcaros para entrevistas, ni qué hablar de mesas redondas o debates abiertos con intervención de público. Se colocan afuera, por encima… Se esconden. No dan la cara, así ejercen la “independencia”.
El cronista se recibió de abogado hace más de medio siglo, ay. Da fe de que el Poder Judicial solía ser aristocrático, endogámico, conservador o reaccionario, segregador. La resistencia al juicio por jurados trasunta desprecio al vulgo: nada de ciudadanos en nuestro campito. De cualquier modo, años atrás sabían ser reservados. Comían en restaurants oscuros, de pocas mesas, contados parroquianos, no visibles. Esquivaban el piripipí. Los atuendos, los hábitos y la pinta de los exsupremos Enrique Petracchi (fallecido años ha) y Elena Highton de Nolasco ofrecen una pista sobre lo que quiero decir. Tren de vida superior a la media, decoro en las costumbres, predominancia del gris y tonos no estridentes. Dos magistrados de carrera, que uno propone como arquetipos.
La creación de la Justicia Federal consumada por el menemismo incorporó una camada de personajes nuevos. Plebeyos, dotados de poderes tremendos. Hiper conectados con el poder político, taimados. Algunos de ellos dados a la exhibición pública como el fallecido Norberto Oyarbide. Otros más cautos. Un factor de poder creciente, a veces autonomizado. Como los servicios de inteligencia con los que podrían tener un túnel para comunicarse.
El fallecido Claudio Bonadio, un exponente. Otro, el fiscal Carlos Stornelli, maestro para apretar testigos y prófugo por tiempo record.
Jueces y fiscales de los grupos de Telegram revelados en estos días integran una nueva camada de la fauna. Impunes, promiscuos con el Grupo Clarín y la derecha política. Nuevos ricos, cholulos. Berretas, frívolos y dispendiosos, machistas.
Comensales de los grandes empresarios, de ciertos políticos. El expresidente Mauricio Macri aúna ambas condiciones.
Los magistrados y Diego Luciani el fiscal estrella del Tribunal sanisidrense que condenó a Cristina juegan a la pelota con descaro en la quinta de Macri. Y lo ostentan.
Enfocando al serpentario de Comodoro Py, el juez Julián Ercolini funciona como botón de muestra. No idéntico a sus colegas aunque se parecen en lo esencial. Fue ayudante alumno en la cátedra de Alberto Fernández, luego ascendió. El añorado Esteban Righi le dispensaba afecto, lo estimaba. Llegó a juez federal alardeando de garantismo, trepó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Ercolini fue decepcionando a sus maestros con el correr de los años. Malas juntas, oportunismo ante la alternancia electoral, espíritu trepador, lo reconvirtieron. Los chats célebres lo muestran como un alfil astuto de Jorge Rendo, gerente estrella del Multimedios Clarín. Rápido para proponer facturas antedatadas o rebusques para eludir a la prensa, para presionar en base a su influencia a la fiscal de Bariloche. Una funcionaria joven, criada en otro ecosistema que los chateadores, a la que le cae una causa ardiente.
Se aconseja escuchar los audios ya revelados en numerosos medios. Versan sobre cuestiones relevantes, son de dominio público. Valen como retrato hablado.
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Garantías penales y derecho a difundir: Los chats derivan de un hackeo. Sería ilícito incorporarlos como prueba a un proceso penal. Cualquier persona es titular de las garantías consagradas en la Constitución aunque la práctica cotidiana de “la Justicia” las demuele, les pasa por arriba.
Las evidencias pueden darse a conocer a través de la prensa o redes sociales que se rigen por otros parámetros. No es novedad, es legal.
Los jueces, fiscales y el ministro de Seguridad porteño Marcelo D’Alessandro acumulan argumentos sobre la prueba revelada. A menudo se contradicen. Aducen, de modo alternativo o sucesivo: que el frondoso material es falso, que es veraz pero mal habido, que se editó manipulando de mala fe un material auténtico. Le recuerdan al cronista una parábola sobre abogados defensores o chantas pescados en flagrancia, aprendida durante el pleistoceno en la Facultad. Era algo así “Me reclaman indemnización porque mi perro mordió al del vecino. Afirmo: 1) que el otro perro agredió primero a mi pichicho 2) que mi perro no muerde ni lo mordió. 3) que no tengo perro”. "No se vale"decía el Chavo del ocho.
Sorprendidos en faltas graves, los acusados reaccionan acusando. Quedaron tan en orsai como su alma lo que es mucho decir. Hasta la prensa dominante regaña al funcionario D’Alessandro. Incluso el diario“La Nación”, con delicadeza. El agua sigue subiendo para ellos. Docentes de Derecho piden que se sancione académicamente a Ercolini. Jueces y camaristas de variadas pertenencias se diferencian de sus pares. La historia sigue y se medirá en tiempos no mediáticos.
El jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta defiende a su ministro mientras pesquisa si las denuncias son “fuego amigo”. El verano se insinúa hostil para el ministro, ser impresentable es mancha venenosa. El diputado de PRO Gerardo Milman podría empezar a contarle.
Los cambiemitas se creen ganadores de las presidenciales, aquí y ahora. Son favoritos, tendrían que registrar la diferencia. Los ajustes que anticipan, las peleas intestinas, la franqueza en los celulares, las torpezas, la dolce vita de Macri en Qatar podrían pesarle en el futuro. Subrayamos el potencial, es factible. D`Alessandro se calza la pilcha de ministro nacional “cuando ganemos”. Se divulgó y resintió sus perspectivas. Además, mostró los dientes, proponiendo ir a buscar en patrullero a un funcionario al que detesta. Y llevarlo a la alcaidía de tribunales. Un magistrado se regocija. Les divierte rememorar lo que ya hicieron, la famosa “doctrina Irurzun” mediante la cual persiguieron y encarcelaron a opositores, ex funcionarios, dirigentes sociales. En la celebrada “causa de los cuadernos” se apretó a acusados para que se “arrepintieran”. Se los encanó en celdas hediondas para quebrar su voluntad. Son apremios ilegales, aplaudidos por macristas, radicales, académicos y juristas aliados.
Sin más vueltas. Esa gente es guarra, rústica, desde ya. Pero lo más grave no es eso sino el modo en que ejercen el poder, la coalición que integran, los derechos que violan mientras ríen. Como en tiempos del menemismo, constituye un error centrarse en su estética o sus modales. Terrible es el modelo de sociedad que propugnan, atroces las herramientas que utilizan, nulo o ínfimo su compromiso democrático.
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El fallo arbitrario, la renuncia sorpresiva: La sentencia dictada contra Cristina Fernández de Kirchner es arbitraria, no derivación lógica y razonable de las leyes vigentes aplicadas a los hechos de la causa. Los cargos no se probaron, la impecable cobertura día tras día del periodista Raúl Kollmann lo describe desde hace años. Los alegatos de los defensores dejaron desnudo al sobreactuado fiscal Luciani.
El veredicto se veía venir. Los fundamentos se darán a conocer en marzo de 2023. El intervalo absurdo está determinado en la ley aplicable, pésima y vergonzosa. El abogado y jurista pampeano Gustavo Arballo tuitea con ironía: el veredicto llega de contado, la sentencia en cuotas. Aún con tales normas, la sentencia no se sostiene.
Cristina respondió dando la cara, exponiéndose. Renunciará a postularse a cualquier cargo electivo. La hipótesis estaba entre las posibles… no como la más probable. El momento sorprendió a propios y ajenos. ¿Qué pasará de aquí en adelante? Otra cuestión central que subrayamos sin cerrar el escenario. Cristina lo renovó, a otros corresponde actuar en consecuencia.
Respecto de la condena, el porvenir cercano se deja profetizar. Casación ya tiene escrita la sentencia de segunda instancia, ratificando la de primera todavía pendiente de redacción. El recorrido insumirá meses cuanto menos. La definición última de la Corte es un horizonte lejano, menos certero. En el ínterin la líder seguirá degradada, injuriada, estigmatizada.
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Detalles relevantes: Ercolini absolvió tiempo atrás a tres hombres de Techint que estaban involucrados en la causa de los cuadernos. Paolo Rocca, Luis Betnaza y Héctor Zabaleta. Consideró probado que hicieron pagos ilegales pero los excusó de responsabilidad penal porque obraron en “estado de necesidad”. Inventiva absurda para darle una mano a los popes corporativos en la causa de los cuadernos. La asociación entre esos buenos muchachos viene de lejos.
Hoy en día es interesante notar cómo reaccionaron cuando temieron quedar pegados. Apurados, conversando entre pares, imaginando tantas maniobras con aroma a delitos. Se auto percibieron en peligro lo que ahora convalida las sospechas de comisión de delito en la realización del viaje a Bariloche y Lago Escondido. Se comportan como poderosos, se creen patrones de estancia, prepotean. Pero se equivocan, son falibles, se asustan, dejan huellas… es tan posible como necesario hacerles frente.
Denunciar las inconductas y posibles delitos, los contubernios y los poderes fácticos es imprescindible. También hacerles frente.
Estas historias continuarán mientras sigue el Mundial, una fiesta en un contorno complicado. Disfrutarla colectivamente es una grata sabiduría que durará siete partidos.