Desde Doha
Hablemos de fútbol. Pero antes permítannos alguna digresión. Un amigo mexicano pregunta cómo es eso de que se critique tanto a los argentinos y especialmente a Messi por las reacciones tras la victoria contra Países Bajos. “La maldición de Malinche”, le decimos y el amigo entiende cuando recordamos la parte de la canción que dice: “Tu, hipócrita que te muestras / humilde ante lo extranjero / pero te vuelves soberbio con tus hermanos del pueblo”.
La crítica, casi despiadada, a Messi en un medio conservador nacional no sorprende tanto si se la analiza desde la perspectiva del rechazo que suelen generar la pasiones populares en ciertos ámbitos. En otros medios hegemónicos también se le bajó el precio a la victoria argentina con miradas atravesadas por sus intereses de clase. ¿Creen, en el fondo, que sumarse a las auténticas y espontáneas alegrías que produce el fútbol en un Mundial pueden llegar a ser capitalizadas por un gobierno que los irrita? No necesariamente, saben que todo eso se extingue rápido, pero por las dudas juegan sus opiniones, siempre juegan en la misma dirección navegando sobre las gotas de veneno que horadan la piedra. Nunca dejan de atender su juego.
Ahora sí, a esta altura del campeonato con las semifinales encima mejor atendamos nosotros el juego del fútbol propiamente dicho que aquí hay muchos detalles interesantes en las respuestas a las preguntas sobre a qué juegan Croacia, Argentina, Marruecos y Francia, los cuatro que llegaron hasta esta instancia.
Croacia tiene algunos puntos de contacto con Países Bajos en la tradición de la exYugoslavia de respeto por la pelota. Sobre todo cuando el armado pasa por los pies de Luka Modric, que a los 37 años da lecciones de jerarquía, clase, manejo y polifuncionalidad. Modric tiene el 10 en la espalda pero juega de todo y es el alma del equipo. Cuanto mejor juegue Modric más difícil será vencer a Croacia que hasta aquí ganó un solo partido (4 a 1 a Canadá) y empató 4 (Marruecos, Bélgica, Japón y Brasil, aunque en los dos últimos se impuso por penales). Y en este punto emerge la figura de Livakovic, el arquero del Dinamo Zagreb que, además de atajar tiros a 12 pasos, se reveló como uno de los mejores arqueros de la Copa.
Modric tiene como ladero a Brozovic del Inter, que juega muy bien y Livakovic se siente respaldado por los centrales Lovren (sobreviviente del 3 a 0 en Rusia 2018) y el joven Gvardiol, del Leipzig, el de la máscara, que es muy sólido. No tiene gran peso ofensivo Croacia , pero apuesta a lo que pueda producir Perisic, jugador del Tottenham, compañero actual del Cuti Romero y antes de Lautaro Martínez en el Inter.
No presionan muy arriba, esperan, pero salen muy rápido en las contras. Un equipo de cuidado, aunque Argentina además de contar con Messi, tiene el ánimo en alza y muchos recursos ofensivos como lo demostró contra Países Bajos con la subida de los laterales, aunque esta vez no podrá jugar Acuña, suspendido. No hay pistas de cómo va a formar el equipo y es probable que jueguen Di María y De Paul si están bien y en ese caso no habrá línea de cinco al menos en el arranque.
Como sea, los chicos de Scaloni necesitan manejar la pelota, hacerse protagonistas y esperar las estocadas de Julián Alvarez y sobre todo Messi. Argentina está hoy un escaloncito por arriba de Croacia, pero eso es sólo teoría.
La otra semifinal la van a jugar el sorprendente Marruecos y el candidato de fierro, Francia. Contra Inglaterra, pese a ser superado en varios pasajes del partido, el equipo de Didier Deschamps volvió a mostrar que su poder de fuego está intacto y que no les da respiro a sus rivales. De la nada es capaz de armar una jugada de gol porque lo tiene a Mbappé, que está afilado y corre cabeza a cabeza con Messi por el título de mejor jugador del torneo; lo tiene a Giroud que en este Mundial sí la mete, lo tiene a Tchouameni que maneja todo en el medio y le pega con mucha potencia y lo tiene en alto nivel al inteligente Griezmann, vital en la transición del medio hacia arriba. Francia marca bien, jueguen quienes jueguen, parece que deja hacer y explota sus bombas ofensivas en los momentos en que menos lo esperan sus rivales. Y todo esto lo logra sin Benzemá, Kanté y Pogbá, tres de sus mejores cracks, ausentes por distintas lesiones.
¿Y Marruecos? Pasó a ser el abanderado de los humildes, primer equipo africano en llegar a las semifinales. Ganó su zona (venció a Bélgica y Canadá y empató con Croacia) superó por penales a España y 1 a 0 a Portugal. Vale decir que a su arquero Bono, del Sevilla, le hicieron un solo gol en 5 partidos. Y no es casualidad porque tuvo atajadas espectaculares como la del último minuto del partido contra Portugal, a Joao Felix.
Los marroquíes son duros, fuertes, ponen doble camello en el área, no hacen tiempo, no pegan patadas, no tienen el menor reparo en revolear la pelota al desierto si la situación apremia, pero también son capaces de armar juego con el pelado Amrabat (dorsal número 4, jugador de Fiorentina), con Ziyech (el 7, mediocampista del Chelsea) y Boufal (nacido en Francia, lleva el 17, es jugador del Angers). La gran estrella del equipo es Hakimi, compañero de Messi en el PSG, nacido en las afueras de Madrid, España. Hakimi es el que pateó el último penal picándole a pelota a Unai Simón de España.
Los cuatro semifinalistas tienen muy buenos arqueros: Dibu Martínez, Livakovic, Lloris (la rompió contra Inglaterra) y Bono. Una de las claves en los partidos del martes y el miércoles próximos puede andar por ahí. Y ojalá en esos partidos se pueda hablar de lo que produjeron en las canchas y no de lo que dijeron o hicieron después.