El 8 de diciembre de 1977, un grupo conformado por Madres de Plaza de Mayo, militantes y religiosos que se reunía en la Iglesia de la Santa Cruz para recabar información sobre los detenidos desaparecidos era secuestrado como parte de un operativo de la Armada que contó con la participación del genocida Alfredo Astiz, quien se infiltró en este colectivo fingiendo ser hermano de una víctima.
Azucena Villaflor, María Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga, que formaban parte del grupo primigenio de las Madres que, en abril de 1977, comenzó a congregarse en la Plaza de Mayo para reclamar por la suerte de sus hijos desaparecidos, integraban este colectivo que se reunía habitualmente en la iglesia ubicada en el barrio de San Cristóbal con el propósito de establecer lazos de solidaridad en el contexto de una feroz represión ilegal.
A 45 años del hecho, la hija de Esther Ballestrino, Ana María Careaga, recordó en AM750 cómo vivió el secuestro de su madre y los detalles de su propio secuestro un año antes, cuando tenía 17 años y estaba embarazada.
"Cuando a mí me dejaron en libertad, ella volvió a la Plaza y las Madres le preguntaron por qué, y ella dijo: 'Voy a seguir hasta que aparezcan todos, porque todos los desaparecidos son mis hijos.'", expresó, en diálogo con AM750.
Y agregó: "Eso ya daba cuenta de que no era una búsqueda individual, sino una lucha colectiva, por eso también el secuestro, que fue para darle un golpe de muerte al movimiento", agregó Careaga, sobre ese fatídico 8 de diciembre de 1977.
Las tres Madres fueron el objetivo principal de esta acción de represión ilegal que perseguía el objetivo de descabezar a un incipiente movimiento de Derechos Humanos que comenzaba a desafiar a la última dictadura con marchas, reuniones y difusión de información.
En este sentido, Careaga explicó que en el secuestro de la Iglesia de Santa Cruz se llevaron a 12 personas, entre ellas a su madre. "Fueron mujeres que tuvieron una lucha política de vanguardia", enfatizó.
"Yo siempre digo que las Madres fundaron un pacto civilizatorio, un contrato social, y creo que eso es lo que está en peligro en este momento", concluyó.