“Carmen representó el mejor acto médico que hice en toda mi vida”, afirma el argentino Marcos Hourmann, el primer médico condenado en España por practicar la eutanasia, cuando aún en ese país no era legal. Su caso, que generó todo tipo de repercusiones, se trasladó a texto y se convirtió en Celebraré mi muerte, una obra de teatro documental que ahora puede verse en el Teatro Picadero.
Bajo la dirección de Alberto San Juan y Víctor Morill, Hourmann narra una historia que comienza el 28 de marzo de 2005, cuando su vida cambió para siempre. De madrugada, Carmen, una paciente de 82 años llegó al servicio de urgencias del hospital donde trabajaba. Sometida a un gran sufrimiento físico, el pronóstico solo le daba unas horas de esperanza de vida. “En el contexto de una situación irreversible, la paciente y su hija me pidieron que terminara definitivamente con su sufrimiento, y actué en consecuencia inyectándole cloruro de potasio”, relata. Carmen murió a los pocos minutos. Y Hourmann hizo una cosa que nunca había hecho nadie en este país: dejó escrito en el informe lo ocurrido. Pocos meses después, lo acusaron de homicidio. La familia nunca lo denunció, pero sí el hospital.
Lo judicial terminó en un pacto. Quince días antes del juicio, el fiscal de la causa llamó a su abogado para pedir un acuerdo: rebajar a uno los diez años que se pedían, sin ir a prisión porque no tenía antecedentes penales, la no inhabilitación como médico y la inhabilitación para sufragio universal. Hoy en día Hourmann es jefe de urgencias en la ciudad de Sabadell, en Barcelona. Nunca dejó de trabajar de médico, pero sí tuvo que volver a empezar de cero.
-¿Cómo y cuándo surgió la idea de narrar tu historia en una obra?
-La idea surgió a partir de una entrevista que me hicieron para Salvados, un programa de televisión en España, en el que hablaban sobre la eutanasia. Me entrevistaron por haberla practicado, y de ahí en más al realizador Víctor Morillas se le ocurrió la idea de que yo me suba a un escenario y cuente la historia en primera persona, que no sea un actor sino el propio protagonista.
-¿De qué manera se plasma lo que te ocurrió en la obra?
-El texto narra la esencia de la historia y aspectos personales de mi vida, lo cual explica un poco más la causa de todo esto. Mi visión sobre cómo encarar la muerte tiene que ver con la libertad individual. A veces las libertades merman depende donde uno viva, o de los sistemas políticos. Y a mí lo que me interesa es que la libertad se mantenga hacia el final de la vida, que uno pueda decidir dónde, cómo, cuándo y con quién estar. En la obra se plasman los conceptos que uno tiene sobre la vida, cómo la entiende. Esto no significa una imposición de nada, la obra no busca eso. No es un “come cerebros” ni un fanatismo sobre una idea. Obviamente uno se posiciona ante la idea, pero ni la obliga ni la impone ante los demás.
-¿Por qué decidiste saltar el protocolo médico, teniendo en cuenta los riesgos que eso implicaba?
-Fue una decisión del momento, en un servicio de urgencias, en una situación limite, en un dilema humano. Se dio en un contexto de una situación muy grave, donde se estaba muriendo un ser humano que representaba una hija que daba todo por no ver sufrir a una madre y a una madre que lo daba todo para que no sufra esa hija. Fueron emociones tras emociones basadas en el conocimiento médico. En ese momento yo no pensé "me voy a defender", "no lo escribas". Sentí que tenía que decir la verdad. Sobre todo, fue "no tengo que esconderme de nada porque no estoy matando a nadie".
-Después de tantos años el tema de la eutanasia es algo que se encuentra más en debate. ¿Crees que hay más conciencia sobre el derecho a morir? ¿Los médicos están capacitados para acompañar ese derecho?
-A medida que pasa el tiempo, la gente absorbe más la idea. Está más presente en la sociedad, pero no de forma constante porque obviamente nadie quiere hablar de la muerte. Y a nivel profesional médico falta mucho. No es un tema habitual en los hospitales, e inclusive si hay algún caso, pedido o documento de voluntades anticipadas donde consta que uno quiere que se aplique este derecho, todavía sigue siendo un tema de poco diálogo entre los colegas para ver qué se hace ante una situación de estas. Los médicos no están preparados porque lo que se nos enseña es que hay que salvar vidas.
-¿A qué se debe el nombre “celebraré mi muerte”?
-Celebrar la muerte significa que uno se vaya tranquilo, sereno, consciente, con una sonrisa, abrazando a su familia, que no se vaya en la oscuridad. Celebrarlo en el sentido de que uno se celebre a sí mismo de la mejor manera que uno quiera, ya sea con la gente que uno ama o haciendo lo que a uno le guste. Celebrarlo en el sentido amplio de la palabra, como cada uno quiera irse de esta vida.
Celebraré mi muerte tendrá funciones el viernes 16 y sábado 17 de diciembre a las 22 y el domingo 18 de diciembre, a las 20.30 en el Teatro Picadero (Enrique Santos Discépolo 1857).