Hacer un festival de música un 10 de diciembre en Buenos Aires podría parecer un acto suicida. Los eventos así son físicamente demandantes, se sabe, pero a esta altura del año todo esfuerzo se multiplica: diciembre en esta ciudad es un asco, preguntale a cualquiera. El aire se vuelve más espeso y el calor, insoportable; el cansancio generalizado crece a la par de la neurosis porteña y, para quienes hayan aprovechado la enorme oferta cultural que hubo a lo largo del año, el presupuesto para shows en vivo seguramente esté en cero. ¿Quién quiere ir a un festival de música independiente en estas condiciones?

Las 10 mil personas que asistieron al Music Wins el sábado pasado en el Club Ciudad de Buenos Aires dejaron en claro que no hay circunstancia que impida reunirse al aire libre para escuchar música en vivo, y disfrutaron de la programación alternativa y robusta del festival, a seis años de su última edición.

► Frescos y alternativos

Entre pilusos y cabezas decoloradas se presentó Alvvays, la banda canadiense que aprovechó el estreno de Blue Rev, su tercer disco, para tocar por primera vez en nuestro país. La formación liderada por Molly Rankin se enorgullece de sus presentaciones en vivo y acá demostró que tiene motivos: superó en segundos un comienzo desprolijo desde lo técnico -síntoma que afectó también a otras bandas- y ofreció un setlist tan ajustado, que metió 17 temas en una hora.

Desde la nueva Pharmacist hasta su máximo hit, Archie, marry me, el repertorio de Alvvays fusionó sintetizadores ochentosos con guitarras noventeras con naturalidad, y despejó todas las preocupaciones que surgen al escuchar sus discos de estudio, tan posproducidos y trabajados.

“Gracias por venir a escuchar nuestra música abajo del calor”, le dijo Rankin a sus fans. La banda tocó a las cuatro y media de la tarde, mientras el sol todavía rebotaba en la goma eva blanca tendida a lo largo de toda la superficie bajo los escenarios principales (Music, donde se presentó Alvvays, y Wins) y propagaba el calor. Sin adornos ni papel picado, ni show de luces ni visuales, Alvvays se sostuvo únicamente en la voz impecable de Rankin, el espesor emocional de sus letras y el dominio total de los instrumentos. Así como tiene la capacidad de condensar la última década de dream pop en menos de 60 minutos, la banda también resumió el espíritu del festival a la perfección. Fresco, alternativo y un poco pretencioso.

Con Lila Ramani al frente, los bostonianos Crumb hicieron delirar al público. Foto: Alejandra Morasano

Al mismo nivel estuvieron Crumb y !!! (Chk Chk Chk), pero la primera fue la que despertó el delirio en el público. Con apenas dos álbumes editados, el cuarteto de Massachusetts recurrió a la inspiración sesentera, el vaivén de sensaciones y un cierre punk electrizante que hizo imposible adivinar que tienen poco más de seis años en la industria.

Antes de los norteamericanos, una tetralogía de bandas argentinas se presentó en los escenarios principales: Mujer Cebra acortó su show unos minutos por un retraso en la apertura de puertas y Fonso brindó una buena cuota de experimentación pop, mientras que la propuesta urbana de Nafta quedó un tanto opacada por la personalidad de los artistas adyacentes. El pico de este preámbulo fue Gativideo, la banda sacada de “un VHS de Luis Miguel de 1978”, como suele autodefinirse. Entre las referencias explícitas a las estrellas del cine de los '90 y otras figuras más ridículas (como una canción que juega con la parofonía entre Luis Miguel y Luis Majul), el despliegue camp culminó con un grupo de personas agachándose en simultáneo, estilo fiesta de 15, al ritmo de una canción sobre Bruce Willis. Fascinante.

► El arte adelante

El amplio espectro estético que cubrió el lineup, siempre dentro del indie, fue uno de los aciertos del Music Wins. En el mismo festival en el que Chet Faker desplegó su unipersonal -estuvo totalmente solo en el escenario- indietrónico y heterosexual, sólido pero calculado al detalle, Simón Poxyran paró su show de Doppel Gangs para pedirle fuego a un chico del público y fumar un porro a un costado del escenario

El de Poxyran fue uno de los mejores shows locales. Lo que parecía otro intento desgastado de subirse a la ola del trap se reveló rápido como un zambullido experimental en otros géneros, del hip hop a la electrónica más psicodélica. A tres años de la última presentación en vivo de Perras on the Beach, Poxyran combinó canciones viejas y nuevas con soltura. El escenario Folks, a medio camino entre galpón y cancha de básquet techada, resultó ideal para la atmósfera intimista -y un poco fisura- que requiere este tipo de banda.

Chk Chk Chk fue otro acierto dentro un amplio espectro estético. Foto: Alejandra Morasano

La cuestión que diferenció al Music Wins de los otros dos grandes festivales internacionales del año (Lollapalooza y Primavera Sound) es principalmente semántica, más allá de la dicotomía indie/mainstream. Mientras la competencia intentó vender a toda costa una experiencia, no tanto enfocada en los artistas sino en la combinación que surge entre los shows, la gastronomía y el arte -así lo promocionan-, Music Wins se enfocó en la música

Con su gente cool y un ratio alarmante de cámara analógica por persona, el OkCupid de los festivales no buscó poner el foco por fuera de los artistas. Sin contar los puestos de comida -sobrepreciados, como siempre- y un spot donde se vendían camperas de jean personalizadas a mano con artworks de los artistas del lineup, casi no hubo presencia de marcas en el predio.

► Cosas que pasan

El enfoque en la propuesta artística, sin embargo, no estuvo exento de complicaciones. La programación original del festival incluía en el lineup a Lucy Dacus, la cantante de rock alternativo que canceló el tramo sudamericano de su gira mundial y no tuvo otro artista internacional como reemplazo en Music Wins.

En el extremo menos alternativo de la curaduría, Zoe Gotusso supo estar a la altura de las circunstancias como una de las artistas locales de mayor peso en el festival. La sencillez del lenguaje que emplea tanto en las letras como en las melodías, conecta cada vez con más público, y su presencia en uno de los escenarios principales demostró esa hipótesis. Con un trajecito blanco, la ex Salvapantallas se movió con soltura y gracia, dueña de un escenario que aprendió a dominar hace tiempo. Entre covers de Fito Páez o Emmanuel Horvilleur y una versión punk de Monoambiente en Capital, la cordobesa compensó la extensión del setlist -hizo sólo 9 canciones propias- con sofisticación en la voz y una poderosa presencia escénica.

En el plano local, Zoe Gotusso aportó sofisticación y presencia escénica. Foto: Alejandra Morasano

Mientras Gotusso demostraba dominio técnico en los escenarios principales, Odd Mami reunía a su público en Indie, el stage construido en una isla dentro del predio. Su show, una mezcla de bedroom pop con toques de trap y hip hop –una Clairo criolla– no sonó del todo bien al aire libre, sobre todo con el show de Gotusso filtrándose en la isla, y eso le jugó en contra. 

Fue en el escenario Indie donde los artistas tuvieron menos suerte. Después de El Zar, un desperfecto técnico retrasó el show de Silvestre y la naranja, que se presentó dos horas más tarde de lo previsto, y limitó el cierre de Mi amigo invencible, que apenas tocó unos minutos. En Music y Wins, mientras tanto, el resto de la noche transcurrió sin sobresaltos. Metronomy y The Blaze cumplieron las expectativas como headliners.

¿Quién quiere ir a un festival en pleno diciembre, entonces? Con un lineup sólido y un enfoque claro, la nueva edición del Music Wins marcó el regreso de un espacio formidable para la música alternativa local e internacional, independientemente de la época del año.