El hombre tiene 76 años que parecen menos, es rubio y de ojos claros, emana un aire distendido y se pasea por Buenos Aires en ojotas y bermudas gastadas. Imposible no pensar en él como el estereotipo del jubilado estadounidense que aprovecha sus dólares para recorrer el país de Messi y Maradona. Pero no. El personaje en cuestión está en plena actividad, se llama Bill Plympton y es una de las plumas más reputadas del universo de las viñetas, al punto de que durante el medio siglo que lleva activo hizo de todo y para todos: ilustraciones para The New York Times, Vogue, Rolling Stone y Vanity Fair en los ’70 y ’80, animaciones para MTV y Fox en los ’90 y, ya en este siglo, el cómic The Sleazy Cartoons of Bill Plympton, además de varias secuencias introductorias de Los Simpson y hasta recreaciones de momentos icónicos de la historia norteamericana para una serie de The History Channel. Su obra, además, incluye decenas de cortos animados –entre ellos Your Face y Guard Dog, nominados al Oscar en 1988 y 2005– y ocho largos, el último de los cuales estará terminado en un par de meses, según cuenta a Página/12.
“Me encanta venir a este país. Mi primera vez fue para ir a un evento en Rosario, y después estuve dos veces en Buenos Aires”, cuenta quien cataloga a Juan Pablo Zaramella –responsable de, entre otros, Luminaris (2011), que con 324 premios tiene el récord Guinness al corto más premiado de la historia– como uno de sus colegas argentinos contemporáneos más importantes. Pero no es el único artista nacional que conoce, ya que entre sus referentes están los animadores Carlos Nine y Oscar Grillo. “Ellos tienen un talento enorme. Cuando veo sus trabajos me digo: ‘No puedo competir con eso, es muy bueno’...”, elogia uno de los visitantes ilustres de la Comic-Con realizada el último fin de semana en La Rural, donde brindó una clase magistral y una charla abierta al público, además de firmar e ilustrar tarjetas, cuadernos y cuanta hoja le pusieran delante.
- ¿De qué manera repercutieron las nominaciones al Oscar en su carrera?
-Cuando te nominan, todos te llaman y te dicen "Wow, sos el mejor". Pero después de un tiempo dejan de llamarte. Y si lo ganás, podés hacer lo que quieras: cortos, largos, series, shows para TV… No hay puertas cerradas después de un Oscar, se abren todas.
-De todas formas, usted decidió seguir trabajando de manera independiente. ¿Por qué?
-Dinero, principalmente. Si tuviera una buena oferta de Disney o algún estudio grande, la pensaría. Tengo ideas para un show de TV que creo que podrían funcionar, pero no he sido nominado al Oscar durante un largo tiempo, así que a ellos no les importa. De todas formas, estoy terminando mi nueva película, Slide.
-Para esa película consiguió dinero a través de Kickstarter, una plataforma de financiamiento colectivo que permite que cualquier persona pueda aportar para la realización de un proyecto artístico. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Bueno, en el pasado ganaba algo de dinero con mis películas. No era mucho, pero con las ventas a canales estaba bien. Pero después de la pandemia se complicó y la mayoría de esas fuentes de financiación tradicional ya no están. Ahí empecé a hacer comerciales, documentales, ilustraciones y cosas así para mantener el proyecto a flote. Ahora Slide ya está casi terminada, calculo que faltarán dos o tres meses. Trataremos de presentarla al Festival de Cannes, pero todo dependerá de que llegue a cumplir con los tiempos.
-En algunas notas definió esa película como una mezcla de comedia con western...
-Así es, algo así como Locuras en el oeste, de Mel Brooks, pero animada. Si él hubiera sido animador, probablemente hubiera hecho algo como Slide. Es una película para adultos, tiene humor negro, cosas bizarras, prostitutas...
-Con la cancelación amenazando todo aquello que se aleje de lo políticamente correcto, no parece un buen momento para una comedia de ese tipo. ¿Mientras escribe un guion o dibuja piensa cosas como: "Mejor no hago esto porque podría ofender a alguien"?
-Sí, pero necesitamos comedia. La cultura de la cancelación dificulta muchas cosas. Hay que usar el cerebro, ser cuidadoso y elegir muy bien de quién reírse. Pero siempre trato de reírme de hombres malos o ineptos. De ellos sí vale seguir burlándose. Como Donald Trump, por ejemplo, sobre el que hice una serie animada que se llama Trump Bites. Le fue bastante bien en Estados Unidos.
-Usted tiene lo que llama un "dogma" muy simple: “Breve, divertido y barato”. ¿Puede explicarlo?
-Adopté ese dogma mientras hacía Your Face. Si uno hace una película usando, por ejemplo, varias veces el mismo dibujo y no uno para cada cuadro, se ahorra mucho dinero. Disney puede hacer un dibujo por cuadro, pero yo no. Y si es breve, se requieren menos recursos y, por lo tanto, es un poco más fácil obtener algo de ganancia. Por último, si la película es graciosa, todos van a querer verla más allá de que quizás no tenga una animación como la de los grandes estudios. Your Face perdió el Oscar ante L'homme qui plantait des arbres, una obra maestra que duraba 20 minutos, había costado un millón de dólares y no era gracioso. Ese corto lo financió el organismo audiovisual de Canadá, así que al director Frédéric Back no le importaba tanto ganar dinero como el prestigio de tener un Oscar. El problema es que yo sí necesito ganar dinero porque no tengo al gobierno pagándome la cuenta. Por eso trato de seguir ese dogma.
- ¿Qué implica para un artista ser prestigioso?
-Es más fácil conseguir trabajo. Muchas veces le muestro un guion a un grupo de personas y no les gusta porque no pueden imaginarse el humor visual. Pero prefiero seguir haciendo las películas que quiero, más allá de que sea difícil encontrar dinero. Probablemente lo haga hasta que tenga unos noventa años.
-Hoy casi todas las películas animadas se hacen con técnicas digitales. ¿Es posible tener un estilo personal en ese contexto?
-Es una muy buena pregunta, pero no sé si tengo una respuesta. Creo que hoy los productores tienen el poder y los artistas simplemente se limitan a decir que sí a todo. El tema es que los productores no tienen talento visual y tampoco les importan la técnica, las ideas y el estilo. Solo quieren algo que piensan que podría gustarle a los chicos. Por eso casi todas las películas de animación son muy parecidas. Una de las excepciones es Cómo entrenar a tu dragón, que tiene un estilo propio, un diseño hermoso y personajes con una humanidad enorme.