“Me parecía el mejor libro del mundo y, además, un libro ya hecho, me parecía un artefacto esencialmente literario y no creía que se pudiera adaptar a otro medio”, recuerda Albert Monteys. El historietista español logró lo que consideraba imposible: adaptar Matadero 5, de Kurt Vonnegut. Lo hizo junto al guionista Ryan North y lo editó originalmente Boom! Studios en Estados Unidos. En la Argentina lo acaba de publicar Hotel de las Ideas. El resultado es una de las mejores adaptaciones literarias al cómic, un trabajo excepcional de dos autores que captaron las fortalezas de la obra original y supieron explotar los recursos del cómic para narrar las peripecias de Billy Pilgrim, la capacidad para ver de modo superpuesto distintos momentos del tiempo y una variedad de registros estilísticos infrecuente. “El guión daba en el clavo en la manera de tratarlo todo y que tuviera sentido, sobre todo con la cuestión de la estructura temporal –cuenta y reflexiona Monteys-, incluso Ryan demostró que el cómic es un mejor medio que el cine para hablar del tiempo”.

Monteys es un viejo conocido de los lectores de historieta europea, aunque lo referencia por su trabajo como humorista gráfico durante décadas en la decana El jueves, que incluso llegó a dirigir. Pero en los últimos años hizo un viraje hacia la narrativa y también allí destaca. Esta adaptación de Matadero 5 es una confirmación de su capacidad más allá del humor, fundada en su comprensión del medio y del lenguaje. “En la historia original para los alienígenas la ‘novela’ es una selección de momentos con los que al final te quedas con un sentido, esa idea es casi una definición del cómic”, plantea Monteys. “El cómic simula el tiempo en formato físico, así que era era muy fácil desplegar la historia y explicarla desde el lenguaje de la historieta”. Punto a favor para los editores de Boom! que además de confiar en el potencial de ventas del libro –Matadero 5 es lectura obligada de muchas secundarias de Estados Unidos- advirtieron que el cómic era un medio idóneo.

-¿Por eso convierten a Killgore en un historietista?

-Ese fue uno de los pocos cambios radicales que hizo Ryan. Porque Killgore, como autor fracasado, que trabaja en un arte sin mucho respeto institucional, en los márgenes, a Ryan le parecía que era una buena traslación y además nos permitía explicar sus historias, que funcionan como extractos, de forma gráfica.

-¿Cómo fue el trabajo de adaptación?

-La idea era que cada franja tuviera un estilo que reflejara el tiempo en que sucede. Y al mismo tiempo decidí con mi estilo gráfico intentar emular la prosa de Vonnegut, que es muy sencilla y directa. Es un autor que se agacha para que le entiendas. Yo quería que mi estilo de dibujo reflejara eso. Incluso que mediante el lenguaje gráfico pudieramos entender las distintas etapas. Fue un trabajo estimulante y divertido. Podría decir que fue mucho trabajo, como hacer cinco cómics en uno, buscando cada vez el tono para comunicarme con el lector. Pero el gran reto era el apego a la historia, sobre todo por la Segunda Guerra Mundial. Yo vengo del humor y la ciencia ficción, dos géneros donde te documentas lo justo para que la cosa fluya, pero en esto la posibilidad de meter la pata, de contar algo como no era, era grande. Había que ser más riguroso. Por ejemplo, en cómo era Dresde antes de los bombardeos.

-Para los viajes temporales, que son más bien viajes psíquicos que hay un trabajo sobre la fisonomía del personaje. ¿cómo fue esa parte?

-Fue interesante porque en realidad tuve que diseñar al protagonista como ocho o nueve veces. En eso los dibujantes de cómics tenemos muy interiorizado el trabajo, pero tiene que ser alguien que te guste dibujar en cada página. En todo caso, aquí me lo resolvió el guionista porque ya en una de las primeras páginas hay una línea temporal en la que tuve que plantear cómo era el prota durante toda su vida. Y mi única idea era irlo deprimiendo a través de los años. Es sutil, pero quería ir dibujando a alguien que cada vez tiene que hacer menos motivos para seguir adelante. No sé si lo conseguí, pero viene con el paquete de ser profesional de la historieta: que los personajes transmitan lo que deben transmitir. Pilgrim además es casi un avatar. Es una cáscara en la que Vonnegut pone parte de sí mismo y al mismo tiempo es un soldado genérico, un niño al que mandan a la guerra.

-Todos los personajes de un modo u otro van perdiendo la cordura.

-Bill Pilgrim no puede hacer nada con su experiencia. Tiene ese trauma, no eligió su destino, pero ni puede reaccionar a ello. Vonnegut vivió gran parte de su vida con ese síndrome del superviviente, que es parte del quid de la novela.

-¿Por qué sigue vigente Matadero 5?

-De hecho es una novela que ya llega tarde. Vonnegut la reescribe muchas veces en su vida. Empieza a pensar en ella a finales de los ’50, porque era la historia que tenía dentro y la reescribe hasta que acaba con la que conocemos que sale en un momento en que una novela antibelicista no es bien recibida, porque está muy cerca Vietnam. Creo que hoy estamos en esta misma onda. Vonnegut en general es un autor con un tono y una época que encaja mucho con el tiempo que vivimos, porque además de una novela antibelicista es también sobre la poca capacidad que tenemos sobre nuestro destino, porque somos marionetas de las circunstancias y la historia. Y creo que esa parte es lo principal de la novela y eso la hace universal y atemporal. Es lo que distingue a las obras maestras.