Desde Doha
En una de las cabeceras, cinco minutos después de terminado el partido los jugadores argentinos se juntan con los hinchas en un abrazo futbolero, apasionante, conmovedor... “Vení, vení, canta conmigo / que un amigo vas a encontrar / que de la mano de Leo Messi / todos la vuelta vamos a dar”, piden los hinchas y los jugadores cantan. Y enseguida los que agitan pañuelos a lo loco piden más. “Que el domingo cueste lo que cueste…” y entonces los jugadores forman un círculo y responden que sí con toda la voz que tienen. El domingo es la final y Argentina espera por Francia o Marruecos. Vinieron con la ilusión de disputar siete partidos y el séptimo será por todo, porque la historia dice que Argentina nunca jugó por el tercer puesto y tampoco lo hará ahora y va por todo.
Apenas terminado el partido se esfumaron los de cuadrados rojiblancos de la otra cabecera. Se los escuchó en el arranque del partido, un poquito, se los escuchó también en el aplauso cerrado cuando a los 80 minutos de juego el técnico croata decidió que ya no había más nada que hacer y lo sacó a Modric. Daban ganas de aplaudir con ellos porque Modric también es un símbolo del mejor fútbol. El duelo de las hinchadas estaba ganado de antemano. Dos mil de un lado y treinta mil o más desparramados en todos los sectores del otro, dispuestos a no parar un segundo en el aliento. El mundo no deja de sorprenderse y nosotros no dejamos de sorprendernos por el apoyo que recibe este equipo de parte de toda Asia.
El otro duelo ganado fue el de Messi y Modric. La imagen del disparo final, a la hora señalada, fue la jugada de Messi en el tercer gol, como para que a nadie le quede duda de quién es el mejor jugador del mundo en todos estos años. El ya veterano y siempre genial Messi es importante cuando arma y cuando define, cuando toca y cuando busca, cuando va por la punta, por el medio o como un fantasma por geografías desconocidas. “Anda pacá vos, andá pallá", le dijo a al enmascarado Gvardiol mientras le amagaba una y otra vez y entonces giró, se fue por la punta y en el momento preciso le dio la pelota (bang) a Julián Álvarez para que la empujara a la red. Claro que ya a esa altura la pasta estaba cocinada, pero la actuación de Messi ya había sido desequilibrante antes. Cuando pateó el penal a un ángulo, cuando empezó a agarrar la manija después de unos primeros minutos de confusión del equipo, cuando demostró que la gambeta sigue siendo oro en polvo.
El otro duelo con el que también se promocionaba la semifinal era el de los arqueros. Livakovic, que es un gran atajador de penales (llevaba 14 en 29) acertó el palo del remate de Messi, pero la pelota le pasó lejos. Tampoco pudo hacer mucho en el segundo gol ni en el tercero. Tapó un remate de media distancia de Enzo Fernández y un cabezazo de Mac Allister y un mano a mano de Messi. El arquero del Dynamo es realmente muy bueno y se llevó como premio consuelo el abrazo de Gerónimo Rulli, cuando terminó el partido. Dibu Martínez tuvo menos trabajo pero respondió cada vez que lo exigieron y mostró tranquilidad y seguridad en cada pelota área y fue preciso cada vez que debió intervenir con los pies.
De todos modos uno de los duelos más desparejos del partido fue el que protagonizaron por un lado Julián Álvarez y por otro todos los delanteros que puso el técnico croata en la cancha, más volantes o laterales que eventualmente podían pasar al ataque. Lo del ex jugador de River fue fantástico: le hicieron el penal, metió un gol extraordinario, favorecido por un rebote pero con nacimiento en el coraje para ir a jugársela desde la mitad de la cancha apoyándose en los compañeros que se le arrimaron en la corrida y no se equivocó en el tercero.
Argentina ganó el duelo de las hinchadas, el futbolístico, el de la capacidad de resolución, el táctico, el de la solidaridad para superar situaciones adversas y el del coraje para querer siempre la pelota y jugar mostrando su mejor rasgo de identidad.
Fue tres a cero, como en Rusia, pero al revés. Lo lloran los croatas, que tuvieron una actuación digna pero más lo lloran los indignos de nuestro país que siempre apuestan en contra de la fiesta popular.
Celebremos que nos lo merecemos.