Las instituciones pueden enfermarse, al igual que un sujeto puede enfermarse. Cada institución también tiene sus eventos traumáticos, sus represiones, su olvido, sus retornos de lo reprimido, sus malestares, sus síntomas, sus segregaciones, incluso sus delirios. Escuchar a una institución como sujeto no es en lo absoluto evidente, pero es la consecuencia de la hipótesis freudiana de que la “psicología social” es una extensión de la “psicología individual”. Jacques Lacan había reformulado esta extensión del registro individual al registro social con una definición del colectivo cuyas consecuencias aún están por desarrollarse. Esta definición permanece en la base de la experiencia misma de la “Escuela-sujeto”, como Jacques-Alain Miller la orientó. “El colectivo”, escribió Lacan, “no es sino el sujeto de lo individual”. No hay inconsciente colectivo, fantasía junguiana que la obra de Freud contradice punto por punto y que Lacan había refutado desde el principio. Sin embargo, existe lo colectivo que no existe sino como sujeto, un efecto de significado que atraviesa la individualidad de cada miembro del grupo social y sus instituciones. Y esto en la medida en que este miembro, con cada uno de los demás, se convierte en la causa del deseo que instituye un sujeto en lo colectivo.

Aquí, entonces, hay una diferencia a notar entre el grupo o la masa, en el sentido freudiano, y un colectivo como lo define Lacan: un colectivo puede hacer del deseo que lo instituye un sujeto para cada uno de sus miembros individuales, un sujeto que los atraviesa, que es transindividual. Hacerse causa de este sujeto transindividual, tratarlo con cada uno de los demás miembros, requiere un trabajo permanente de elaboración provocada, requiere que cada miembro se convierta en agente provocador de este trabajo para cada uno de los demás, un agente ajeno al sentimiento identitario del grupo, para que se convierta en un colectivo Otro – Otro para sí mismo, tal como dijo Lacan de la posición femenina. Es así como un colectivo puede cuidarse de las inercias y el malestar de toda institución.

Esta breve digresión sobre la institución como colectivo, sujeto de lo individual, me sirve para evocar un libro recientemente publicado –primero en catalán, luego en castellano y ahora en francés– de Joana Masó, bajo el título “Sanar las instituciones”. Este libro está dedicado a la figura y obra de François Tosquelles, el psiquiatra y psicoanalista catalán que, exiliado en Francia tras la Guerra Civil española, fue el promotor de la llamada “psicoterapia institucional”, una corriente inspirada en las primeras enseñanzas de Lacan. Nuestro colega Jean-Robert Rabanel, que conocía a F. Tosquelles en el momento de conocer el psicoanálisis, recalcó su importancia y también los excesos de este movimiento.

Sanar las instituciones no es terapeutizar lo incurable del sujeto, sino saber interpretar sus síntomas de tal manera que el colectivo, como sujeto de lo individual, se reconozca en él.

*En Psicoanálisis Lacaniano, publicación virtual.