Mientras la economía global sufría uno de los peores golpes de la historia causada por la pandemia de la Covid-19, las grandes corporaciones tecnológicas aprovechaban la digitalización repentina y forzada de la vida. Es que todo lo que quedaba aún sin digitalizar de la educación, el trabajo, la recreación, los consumos culturales, y los vínculos familiares o sentimentales se mudó a las plataformas. “Hemos visto ocurrir dos años de transformación digital en dos meses“, decía en abril de 2020 Satya Nadella, el CEO de Microsoft. Las empresas que disponían de los desarrollos y las plataformas para ofrecer los servicios explotaron la oportunidad y tuvieron un crecimiento acelerado.
Nada es para siempre: la pandemia parece haber quedado definitivamente atrás y la nueva crisis global tiene otra impronta, vinculada a la energía y a la inflación. Parte del dinero inyectado por los Estados durante la pandemia sirvió para inflar un globo tecnológico a través de la compra de acciones en empresas de ese rubro y también en el mundo cripto. Es que las promesas de enriquecimiento rápido tentaron a apostar cualquier ingreso extra en criptomonedas, NFT, juegos play-to-earn y otros criptoactivos que, lejos de ser un resguardo frente a la incertidumbre, engordaron los bolsillos de unos pocos mientras el resto aún paga los platos rotos de la fiesta.
Pero sería un error considerar a las grandes tecnológicas como una burbuja homogénea a punto de explotar pese a las señales de fin de fiesta. Desde principio de año el valor bursátil de Uber cayó un 38 por ciento, el de Netflix un 48 por ciento y el de Tesla un 55 por ciento. Tesla vendió 343.000 autos en el tercer trimestre de 2022, mientras que General Motors 555.000. Pese a que GM vende más, su valor bursátil es de 54.680 millones mientras que el de Tesla es casi diez veces más: 529.930 millones de dólares.
La diferencia se explica en las expectativas más que en el negocio y, en este caso en particular, también en parte del fanatismo que (todavía) genera Elon Musk en muchos seguidores. Por otro lado, la caída de las acciones de GM fue bastante menor en comparación con Tesla (37 por ciento), ya que su negocio genera menos expectativas, pero ofrece más certezas y estabilidad.
Las big tech
De las cinco grandes tecnológicas denominadas "Amama" por sus siglas Apple, Microsoft, Alphabet, Meta y Amazon, la que más estuvo en agenda fue Meta. Empresa que despidió miles de empleados y perdió un 66 por ciento de su valor en lo que va del año debido a una serie de factores que van desde el estancamiento en la cantidad de usuarios de Facebook e Instagram y los cambios de políticas de privacidad en Apple hasta escándalos varios. Pero también por la insistencia de su fundador, Mark Zuckerberg, por apostar fuertemente al Metaverso, una idea que no convence.
El contexto, cabe aclarar, no es bueno para nadie: el índice Nasdaq composite cayó un 30 por ciento en lo que va del año. Ese mercado de valores tiene muchos tipos de empresas, pero se caracteriza por tener a la mayoría de las tecnológicas, por lo que se lo toma como un indicador de ese sector.
Microsoft tuvo una pérdida del 27 por ciento del valor de las acciones. En su último reporte de ganancias facturó 45.317 millones de dólares, un 16 por ciento más que el año anterior, y tuvo ingresos netos por 17.214 millones, un 10 por ciento más que el año anterior a valores constantes. Son números positivos para un contexto de crisis.
Si bien la empresa sufrió una disminución en los ingresos de un 15 por ciento por licencias de Windows debido a una tendencia en caída de las ventas de laptops, los servicios en la nube crecieron un 24 por ciento. Su sector de juegos, que incluye hardware y suscripciones, también crece. Aún así, la corporación reconoció haber despedido a cerca de 1000 personas este año, aproximadamente el 1 por ciento de su planta total. Microsoft sufre el peso de la crisis general pero no tiene problemas particulares.
Algo similar ocurre con Apple que, a fines de octubre, reportó ingresos totales por 90.100 millones en el trimestre, un 8 por ciento más que el año anterior. Sin embargo, sus ingresos netos crecieron menos de 1 por ciento. El grueso de sus ganancias proviene de la venta de hardware, sobre todo iPhones (47 por ciento), y de los servicios asociados a ellos (21 por ciento), como Apple Music o TV+, el App Store y otras fuentes. Según Tim Cook, CEO de la empresa, la venta de productos se vio afectada por la cotización del dólar. Las acciones de la corporación cayeron 21 por ciento.
El último reporte de Amazon indica que la facturación creció 15 por ciento para llegar a los 127.000 millones en el último trimestre. Sin embargo, los ingresos netos cayeron a 2900 millones, es decir 2000 millones menos que el año anterior cuando se producían los últimos coletazos de la pandemia. La unidad que más creció es AWS, con un 28 por ciento interanual, pero por primera vez desde 2020 lo hizo por debajo del 30 por ciento.
El sector dedicado a la publicidad online aumentó un 25 por ciento interanual y ya conquistó el 14,6 por ciento de ese mercado en los Estados Unidos para preocupación de Google y Meta, que vienen cayendo y mantienen el 26,4 y 24,1 por ciento del mercado, respectivamente. Por otro lado, los inversores no ven con buenos ojos que el negocio original de Amazon, la venta de productos, tiende a crecer apenas un 10 por ciento interanual (sin pandemia) y genera conflictos laborales.
Pese a que los números serían la envidia de cualquier empresa, los resultados fueron peores que los esperados y las acciones cayeron un 22 por ciento en los días siguientes de ser presentado el reporte de fines de octubre. En lo que va del año la caída acumula un 48 por ciento. Además, en noviembre anunció el despido de cerca de cerca de 20.000 empleados a fin de año sobre una planta de más de 1,3 millones. Es la segunda empresa empleadora en Estados Unidos.
Por su parte, Alphabet aumentó su facturación un 6 por ciento interanual en el último trimestre, cuando un año antes había crecido un 41 por ciento, y los ingresos netos cayeron un 27 por ciento. Cabe recordar que el grueso de los ingresos de la empresa proviene de los anuncios que se ubican en el buscador, YouTube y otros servicios publicitarios, pero el negocio parece estancado y creció apenas un 2 por ciento producto de la crisis económica general pero también por el crecimiento de Amazon en ese rubro.
Frente a estas dificultades, Google está invirtiendo fuerte en rubros que no forman parte del corazón del negocio y que en su reporte llama "otras apuestas" que se llevaron 1.600 millones de dólares. También hay anuncios de recortes o cierres de segmentos que van desde la producción de laptops, el viejo proyecto Loon para dar internet con globos aerostáticos o Google Stadia, el servicio de streaming de videojuegos. Durante una de las conferencias internas con los empleados, el CEO Sundar Pichai se negó a responder si habría despidos el año entrante: "Es muy difícil predecir el futuro", aseguró evasivo. Las acciones cayeron casi un 33 por ciento en lo que va del año.
Como se puede observar, los volúmenes y las ganancias no dejan de crecer, aunque lo hagan de manera más lenta o se estanquen en algunos segmentos en particular. Las medidas de ajuste y despidos parecen más preventivas que imprescindibles, para un contexto de cambios. Lo que sí parece haber terminado es el romance desmesurado entre grandes corporaciones tecnológicas e inversores, que se dan cuenta que no van a poder crecer eternamente.
Un mercado más concentrado
Si bien algunas señales son preocupantes, no es correcto pensar que está por explotar otra burbuja punto.com, como en 2001. Había una porción de la cotización de estas empresas que resultaba exagerada y se desinfló, pero no en la misma proporción en todos los casos. Meta fue la que mayores señales envió. Aún así, una caída del 66 por ciento en las acciones parece algo exagerado y, de no ser por algunos errores de Zuckerberg, sería esperable que al menos una parte se recupere.
Empresas de tradición más larga, con un negocio que se desacelera pero sigue siendo rentable, sufren la crisis pero su futuro no está en peligro. Otras que buscan encontrar la forma de conseguir ganancias, como Uber o Twitter se encuentran en una situación más complicada con un financiamiento que no mana infinito. En esos casos es posible que los inversores pierdan las esperanzas de recuperar su dinero, pero evitarán provocar una estampida para no espantar al resto y terminar con las manos vacías. En el extremo están algunas iniciativas de fachada tecnológica pero corazón financiero como los criproactivos que se vuelan por la tormenta sin nada que los ancle a la economía real.
En resumen, la tendencia fue a la sobrevaluación de las empresas tecnológicas gracias a una combinación de expectativas y liquidez ilimitadas que parece estar cambiando en un contexto de crisis. Parte del capital se fue a activos más seguros y eso afectó a las más volátiles. Las otras bolsas también sufrieron, pero menos: el Dow perdió un 5 por ciento y el S&P 500 un 14 por ciento. Por eso hay quienes creen que una vez superada la crisis, el Nasdaq también se recuperará más que los mercados asociados a empresas tradicionales, porque los históricos índices de crecimiento de las grandes tecnológicas siguen siendo tentadores aún cuando desaceleran.
En cualquier caso, las más grandes tienen enormes recursos disponibles para transformar la crisis en una oportunidad: muchos competidores o startups tienen serias dificultades para capear el fin de fiesta de los fondos de riesgo que antes financiaban estos proyectos con billeteras generosas. De esta manera, algunos comenzaron a ofrecerse para la venta a precios más módicos que hace unos meses o un año. Entre las compras más conocidas está la de Microsoft por la compañía de videojuegos Activision Blizzard por 68.700 millones, pero hay muchas más adquisiciones por menos dinero que no llegan a titulares. Tal como están las cosas, todos los caminos conducen a una mayor concentración.