“Fueron ocho noches para escribir un libro”, lanzó Fito Páez antes de rematar el recital definitivo del tramo porteño de la celebración de los 30 años de su álbum El amor después del amor. Si bien en el primer show de la serie, consumado el 20 de septiembre, bromeó con que la situación se le había ido de las manos, al sumar toda esa cantidad de funciones, la bendita contingencia se encargó de agregarle más dramatismo al asunto. O quizá demostró sus pocas ganas de que la fiesta terminara. Y es que el mismo día de la estocada, el 8 de noviembre, el equipo de trabajo del músico comunicó a través de las redes sociales que el espectáculo se debía posponer a causa del cuadro de gastroenteritis que comenzó a sufrir el rosarino unas horas atrás. No fue la única enfermedad que padeció en la gira, ni en la previa de esta. El mismo se encargó de evocarlo el miércoles que pasó, en las dos horas y media del festejo final.

Según la medicina popular, la que cultiva o googlea el ciudadano de a pie, lo que sufrió Fito fue una somatización del trajín al que se entregó. Es lo mismo que muchos creen sobre el asma: la emoción controla el aire que entra y que sale de los pulmones. Sin embargo, a manera de broncodilatador, sobre todo para el que se perdió la experiencia cumpleañera, en noviembre las calles de Buenos Aires aparecieron empapeladas con el anuncio de que la cosa no terminó. Para darle un carácter memorabílico al asunto o incluso cíclico (por más que hay algunos que arengan la idea de que los ciclos duran ocho años), la conmemoración se extendió. Continuará el 1 de abril de 2023 en cancha de Vélez, el mismo lugar donde comenzó en 1993 el tour “La rueda mágica”. Ante la consulta de si también estaba previsto celebrar con números redondos ese evento, desde el entorno del artista dijeron que todo se dio de forma orgánica.

Imagen: Rodrigo Alonso.

Esto último sirve para explicar por qué el cantautor atraviesa un fabuloso momento coyuntural, donde se encontraron y dialogan su pasado y su presente. No hay que olvidar que mientras reivindica el disco más vendido de la historia del rock argentino, el músico presentó este año el álbum que cierra la trilogía discográfica para que la se venía preparando: The Golden Light. Si de algo es alérgico Fito, y esto está científicamente comprobado, es de usufructuar con los clímax de su carrera. En eso también es alumno y pregonero de la escuela filosófica spinetteana, especialmente de la teoría de que “mañana es mejor”. Para ese Flaco que está en los cielos hubo palabras, recuerdo y dedicatoria en el último Movistar Arena de los 30 años de El amor después del amor. Aparecieron antes y después de tocar “Pétalo de sal”, cuya introducción se la regaló Luis Alberto en el Centro porteño.

De todas las canciones de ese disco, es posiblemente la única del show que se pareció a la original. Para los que irán a Vélez (la buena venta augura una segunda fecha) o para los que fueron al predio de Villa Crespo y no lo notaron, Fito reinventó el repertorio de El amor después del amor. Parece una locura, pero el artista rehízo la que para muchos es su obra maestra. Luego de que en los 2000 se estableciera como tendencia revisitar obras cumbres discográficas de cara a un aniversario, el nacido en el 63 se tornó especialista. Tweety González llegó a contar que, por ejemplo, para recrear Giros en el Teatro Gran Rex, a propósito de sus 30 años, tuvieron que buscar los equipos de la época con los que grabaron el álbum. En este caso, la consigna fue generar arreglos nuevos para los 14 temas. Sin alterar en demasía la naturaleza de cómo fueron creados, aunque sí adaptándolos a su voz en esta época.

Imagen: Rodrigo Alonso.

Parafraseándolo, Fito se hizo fuerte ahí donde nunca vio. Al igual que sucedió con el equipo dirigido por Scaloni, que estuvo presente en los momentos muertos del show. Así que en esta función estuvieron más vivos que nunca. Antes de que el artista saliera a escena, las 15 mil personas que volvieron a agotar el Movistar Arena comenzaron a palpitar la final del Mundial. Arengando a la Selección, de manera espontánea, con una confianza y sensación de triunfo inéditas. Ni el músico rosarino le fue ajeno a la manija, al punto de que apenas terminó de cantar el tema que titula al disco aludió a lo que pasará el domingo. Y a continuación siguió adelante con “Dos días en la vida”, para la que se incorporó Fabiana Cantilo, quien hizo el back to back de voces con Emme, a la que el artista presentó con su nombre de pila: Mariela Vitale.

Cuando Fito grabó El amor después del amor en 1992, venía de atravesar un periplo sonoro en el que pesó mucho la influencia de Prince. Se trató de una especie de curso intensivo y sintetizado acerca de la música afrodescendiente estadounidense, lo que atravesó en buena medida a ese repertorio. Si en aquella época logró que coexistiera con el pop, el rock y el folklore, tres décadas más tarde, al igual que todo río que vuelve a su cauce, el funk, el R&B y el rap sirvieron de base para la reinvención del relato de ese álbum (no es fortuito que su corista sea de ese palo). “Balada de Donna Elena” estuvo remojada en hip hop, “La Verónica” se vistió de soul y “Creo” flirteó con el gospel (supera a la original). También destacó la versión 2022 de “Detrás del muro de los lamentos”. El músico se dio el lujo de procrastinar su final, en beneficio del espectáculo, extendiendo la interacción rítmica con el público.

Si acá agradeció a Chabuca Granda, en “Un vestido y un amor” se refirió a Cecilia Roth. También hubo palabras para su sonidista Mariano López, por su “influencia en el sonido argentino de los 80”. Con Fabiana Cantilo se fundió en un abrazo emocionante. Una vez que Fito y su banda excepcional terminaron de tocar el disco, se tomaron un descanso de diez minutos. Al regresar de ese hiato en el que se arengó nuevamente a la Selección, el músico tocó algunos hits de diferentes etapas. Salvo con algunas excepciones, en la gira que arrancó en Córdoba el 24 de septiembre la segunda parte fue igual. Empezó con “El diablo en tu corazón” y terminó con “Mariposa technkicolor”, y en el medio desfundó “11 y 6”, “Circo beat”, “Ciudad de pobres corazones” y esos clásicos que lo convirtieron en uno de los rosarinos universales. Junto a Messi, ese muchacho que volvió a ilusionar a todo un país.