Por primera vez en un acto institucional, la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires reconoce a sus estudiantes y graduados, detenidos, desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico militar. Y lo hace en la persona del propio rector de la UBA, Ricardo Gelpi, junto al decano de la casa, Luis Brusco, quienes con docentes y no docentes entregaron a las familias de las víctimas los legajos académicos de quienes “militaban por un mundo más justo”, como se escuchó en el aula magna este jueves por la tarde.
En esa misma facultad, algunos estudiantes fueron detenidos por los operativos del terrorismo de Estado. Lo recordaban esta tarde quienes sobrevivieron al horror de aquellos años, junto a sus compañeras y compañeros, junto a las familias de quienes ya no están. Hay reencuentros y abrazos mientras se espera el inicio del acto. Hay aplausos cuando llega el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. Hay cantos cuando entra la presidenta de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas, Lita Boitano. Y se repiten cuando ingresa al salón Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
“Reconfortada por este reconocimiento, porque es la primera vez que la facultad hace algo así”, dice Taty, que llega con su hija Fabiana. Poco después, entre los aplausos cerrados de la gente de pie, le sería entregado el legajo de su hijo Alejandro Almeida, desaparecido el 17 de junio de 1975. Alejandro estudiaba Medicina. La noche en que lo secuestraron “había llamado a casa para avisar que, al otro día, no podría ir a almorzar porque tenía que estudiar para un parcial”, recuerda Fabiana ante Página/12.
A Patricia Oviedo, hermana del médico sanitarista y dirigente peronista Carlos Oviedo, la secuestraron en la Iglesia de la Santa Cruz, en diciembre del '76. Cursaba tercer año de Medicina y se había sumado a los primeros grupos de búsqueda de personas desaparecidas, por Pedro Oviedo, el mayor de los tres hermanos, desaparecido el 26 de julio del ‘76. Hoy Carlos, como decenas de los familiares presentes, recibe el legajo académico de su hermana Patricia.
Un homenaje necesario
El acto fue organizado por la Cátedra libre de Salud Mental y Derechos Humanos de la facultad, junto al equipo de trabajo que organizó la búsqueda durante cinco años de las fichas de 1500 estudiantes y graduados, junto al centro de estudiantes de Medicina y a los no docentes de la casa. El encuentro comenzó con una sentida interpretación del Himno Nacional, a cargo de un tenor y un pianista en escena. Luego, las palabras del decano Brusco le dieron marco a la entrega de los 140 legajos restaurados.
“Es el acto más importante que voy a tener en la vida”, comparte Brusco. “Un acto necesario, y que nos debíamos”, expresa. "Como parte de esa generación, que soñó un mundo mejor, y que hoy conduce la facultad”, recuerda los años en los que el ámbito académico “estaba caracterizado por el miedo. Y aunque es un espacio público, no lo era en ese momento porque estaba invadido por el terrorismo de Estado”, subrayó. “Tampoco era una facultad autónoma” porque dependía de los poderes fácticos. “Y no era gratuita porque estaba arancelada”, añade. Y sostuvo que hoy tratar de “vivir bien” es la mejor defensa para conservar la libertad y la democracia.
Luciano Canciani, en representación de los trabajadores no docentes de la facultad, explica que “ser parte de la restitución de estos legajos es un honor”. Y ante la presencia de Madres y Familiares describe: “Uno se ve muy chiquito antes estas enormes mujeres, grandes luchadoras, y ante estas familias que están aquí, que siguen luchando cada día, por el legado y la memoria de sus hijos”.
Claudio Capuano, director de la Cátedra libre de Salud Mental y Derechos Humanos, asegura: “Hemos venido a darles la bienvenida a los 30 mil compañeros desaparecidos a esta casa de estudios”. La cátedra que dirige, participa de los juicios de lesa humanidad y colabora en la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia, señaló. “Porque mantenemos vivo el legado de nuestros compañeros que querían transformar la sociedad y también la salud”, puntualizó. Luego, Aldana Frola, del CECiM, definió el evento como “un acto de reparación histórica, para mantener la memoria colectiva de la institución”.
El rector Gelpi --quien antes fue decano en Medicina-- se explayó en la necesidad de visualizar el momento como “un acto de justicia”. Con la recuperación y restauración de estos legajos termina un ciclo, explicó. “Y la justicia llega en este momento, cuando podemos entregarlos a las familias. Y aunque ellos ya no estén con nosotros físicamente, hoy han vuelto a ser parte de la querida comunidad de la UBA”, expresó.
Un acto reparador
Lo que siguió fue de un in crescendo estremecedor. El ritual se impuso y ante cada nombre se respondió con un “¡Presente!”, firme y comprometido. Las familias suben al escenario donde se les entregaba el legajo. Hubo fotos, abrazos y lágrimas. Muchos hermanos y hermanas, madres e hijos de quienes fueron desaparecidos. También amigos, porque muchas familias están en el interior o en el exterior. Entre las personalidades presentes, se puede ver, entre otros, al ministro de Salud bonaerense Nicolás Kreplak, y al diputado nacional Eduardo Valdes.
Abel Madariaga recibe el legajo de Silvia Quintela, la mamá de su hijo Francisco: “Lo tuvo en cautiverio, en Campo de Mayo”, recuerda Abel. Recibe también sus legajos la familia Gallina, que sostiene la ausencia de cinco personas desaparecidas: Eugenio Félix y Eugenio Daniel, padre e hijo, ambos médicos. También otros dos hijos, Silvia y Mario Gallina, y su compañera Martha Rey “que era obstetra”.
Norma García Conde lo recibe por su hermano Juan Carlos García, quien cursaba el cuarto año de la carrera y fue secuestrado en junio del ’77. “Militaba en el movimiento ecuménico, iba a las villas para hacer atención primaria, hacía prácticas hospitalarias en el Hospital Penna”, recuerda Norma, que vino con sus hijas y nietas. Ana Benítez es fotógrafa y acompaña a la familia: “Ver cómo ellos siguen la lucha te da esperanzas para creer que no todo está perdido”, dice.
Los familiares portan una tarjeta de identificación con el nombre de la persona desaparecida. Algunos se sorprenden por la foto del legajo. Para muchos no son fotos conocidas. Se reencuentran con el dolor y la injusticia de entonces. “Es un momento fuerte, pero también muy reparador”, explica Taty Almeida a este diario. Y agrega que siente “mucha bronca”. “También siento mucho amor y surgen recuerdos hermosos, pero junto a eso está el dolor, que no se va nunca. No es odio –aclara--, porque no sé odiar, pero sí tengo bronca porque no nos permitieron seguir con ellos”. Al cierre llegaron las palabras de Lita Boitano. Y de Taty que elige la consigna: "30 mil compañeros desaparecidos, presentes", y es acompañada por una marea de puños en alto y manos con los dedos en V.
Los retratos
Poco antes del acto, en las galerías de la facultad, los estudiantes de la agrupación peronista El Torrente, se preparan para ingresar al salón. “Hace mucho tiempo que esperábamos este día, porque se iba a hacer antes de la pandemia”, explica Florencia. “En una facultad despolitizada, plantar la bandera de Memoria, Verdad y Justicia, es algo histórico, agrega Julián. Y Paula, que viaja cada día desde Sarandí y ya está en cuarto año agrega: “Esto también habla de un proyecto de país y de salud, que tiene que ser federal, y representar los derechos de todos, para poder seguir el legado de los compañeros desaparecidos”. Cuando lo dice señala una gigantografía ubicada en el pasillo central de la facultad: allí hay 72 retratos de estudiantes y graduados de Medicina, víctimas del terrorismo de Estado. Ese gran recordatorio, quedará allí, en memoria de los que ya no están, para mantener vivos sus ideales, su lucha, su búsqueda de justicia.