Los datos en materia de distribución del ingreso son los peores de los últimos cinco años. Los investigadores del Centro Periferia estimaron que entre los primeros trimestres de 2015 y 2017 la brecha entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre se amplió un 23 por ciento. La reducción en la porción de la torta que se apropian los sectores de menores recursos refleja el impacto de la destrucción de empleo industrial, la retracción en la capacidad de compra de los salarios, la pérdida en el poder adquisitivo de las jubilaciones y la asignación universal, las transformaciones en los modos de intervención estatal durante los conflictos y el incipiente proceso de flexibilización laboral en algunos sectores.
“Argentina camina hacia la consolidación de una peor distribución del ingreso. Las dificultades para conseguir aumentos de salario por encima de la inflación y la escasa creación de empleo registrado presionan a que la distribución del ingreso se deteriore”, advierten los economistas Juan Goldman y Federico Pastrana. El Indec informó a finales de junio que la brecha entre el ingreso familiar promedio del diez por ciento de los hogares más pobres y el diez por ciento más rico llegó a 21,8 veces en el primer trimestre de 2017. El apagón estadístico impide comparar los datos con el mismo período del año pasado pero, entre enero y marzo de 2015, la diferencia informada por el organismo había sido de 17,8 veces. A pesar de la imposibilidad para realizar comparaciones interanuales y el cuestionamiento a las cifras, los datos publicados a lo largo del año pasado dan cuenta del ensanchamiento en la brecha distributiva desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri.
“La aceleración de la inflación fue un factor que impulsó al empeoramiento de la distribución del ingreso dentro de los ocupados. En los estratos más bajos existe una proporción importante de asalariados no registrados y trabajadores independientes no profesionales que tienen grandes dificultades para protegerse frente a los aumentos de precios, por ejemplo, por la inexistencia de negociaciones colectivas que lleven a reclamos de una compensación salarial”, explican los investigadores del Centro Periferia. El último informe del Indec mostró que entre el decil más pobre de los asalariados, el 87 por ciento son trabajadores precarizados mientras que entre el segmento más rico el dato llega al 6 por ciento. “Dentro de los asalariados más pobres, la gran mayoría son no registrados mientras que en los más ricos son prácticamente todos registrados, lo cual explica la brecha de ingresos entre ambos grupos: el salario promedio de los no registrados de 6900 pesos es menos de la mitad del de los registrados de 15.500 pesos”, indicaron Goldman y Pastrana.
Los economistas advirtieron además que la mayor inflación también impactó en los ingresos no laborales de los hogares como las jubilaciones, las pensiones y la AUH. “Un deterioro de estos ingresos lleva a que los deciles más bajos cobren menos y empeore la distribución. En el primer trimestre el poder adquisitivo de la AUH y las jubilaciones cayó 3,4 por ciento en comparación con el mismo período del año pasado”, sostienen al referir que el impacto del cambio en el modelo económico sobre las condiciones de vida de los hogares no afectó a todos por igual: los más perjudicados fueron los de menores ingresos lo que ensanchó la brecha distributiva.