El pasado lunes me llovieron mensajes de personas amigas, conocidas y de la familia, reenviándome distintas noticias diciendo que desde "gringolandia" nos acusaban de racistas a los argentinos. Mi primera impresión fue ¿por qué tanto revuelo, acaso no es verdad? Después pensé que como ya se viene haciendo costumbre, una vez más para estas fechas mundialistas florecían nuevamente artículos sobre el color de piel de nuestro seleccionado. De los creadores de la zoncera “en Argentina no hay racismo, porque acá no hay negros”, llegaba para quedarse “¿Por qué no hay negros en la selección argentina?”. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando la nota que había originado la controversia la firmaba ¡mi amiga Erika Edwards! Una mujer afrodescendiente que no solo conozco, sino que respeto por su formación y compromiso con su/mi comunidad.

El artículo tiene, a mi entender, algunas cuestiones que se pueden (y deben) replantear. Por ejemplo, en su primer párrafo comete un error de principiante: “En marcado contraste con otros países sudamericanos como Brasil, el equipo de fútbol de Argentina palidece en comparación con su representación negra.” ¡Amiga! ¿Cómo vas a comparar la realidad argentina en materia de representación negra con, nada más y nada menos, que Brasil… el país, fuera del continente africano, con mayor población negra de todo el mundo? 

También cuando dice: “si bien el equipo de fútbol de Argentina puede no incluir personas de ascendencia africana, o quizás personas que la mayoría vería como negras” cae en un supuesto racial propio de los Estados Unidos, donde se suele reducir el término negro solo a personas afrodescendientes y africanas de piel oscura. Esa reducción desconoce que negro es, sobre todo, una categoría política y, por otro lado, no le hace justicia a la diversidad cromática de la población afroargentina (para el caso tampoco a la afroestadounidense). Y por último, aunque no menos importante, podemos objetarle que no hace mención directa del término racismo en todo el texto. 

Dicho esto, lo que está claro en la nota es la intención de visibilizar la matriz racista que opera en la realidad argentina. El artículo hace un análisis de los orígenes del mito de la Argentina como el país más blanco de Latinoamérica, que entroniza la dinámica de lo que algunos llamamos racismo institucional, que en el caso argentino tiene rango constitucional en función del oprobioso artículo 25 de nuestra C.N.: “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea…”.

Ahora bien, volvamos al día en que me llovieron los mensajes. La jornada siguió avanzando y me seguí cruzando con comentarios de gente que entiendo de mí mismo lado (el de construir un mundo donde el racismo no tenga cabida), que se preguntaban y me preguntaban casi con enojo “¿ellos (los del Washington Post) qué nos quieren decir con eso de que acá no hay afrodescendientes?”  Este fue el caso de Pablo Duggan en la entrevista que me hizo en su programa de Radio 10. 

Entonces una vez más comprendí lo velado del tema y lo complejo de la lucha contra el racismo en nuestro país, dado que implica combatir y desmantelar un mecanismo que no se ve. ¿Cómo luchamos contra un enemigo invisible como el racismo? Hay que ponerse creativos, pienso, y rápido, Veamos, si no, el apuro de algunas voces por cancelar la discusión racial en nuestro país. Tal es el caso de Rosendo María Fraga IV en InfoBAE, donde planteó que le resulta discutible la existencia de “... una política deliberada con el propósito de “blanquear” a la sociedad argentina; algo que en mi opinión no se corresponde con la realidad.” Menuda sentencia para andar tirándola sin argumentos que la sustenten (aunque muy de moda últimamente). ¿Si no es desde los argumentos, desde qué lugar se arroja la autoridad para sostener sus dichos? ¿Cuál es el lugar de enunciación de Don Fraga? Resulta que es la cuarta generación de una estirpe de antepasados militares que, entre otras cosas, participaron de las campañas genocidas sobre las que está fundada nuestra Nación. Por ejemplo, su abuelito Rosendo Fraga (hijo) fue Ministro de Guerra de Roca, participó de las campañas de 1875 y 1879 contra los indígenas y de la Conquista del Chaco, ascendiendo al grado de coronel en 1895, y luego general en 1906.

Cómo luchar contra un enemigo invisible, pensaba. Un primer paso es romper la espiral del silencio en torno al racismo. Eso es lo que hicieron Erika con su artículo, lo que continuó Pablo con su entrevista y a los pocos días hizo lo suyo el equipo de la señal pública DeporTV, en un programa especial que están haciendo con motivo del mundial. Desde “Código Qatar” se animaron a salir de su zona de confort para habitar por un momento, las turbulentas e incómodas aguas del antirracismo y me sumaron a su panel, para seguir preguntando y preguntándonos, qué es el racismo, cómo opera, cómo se presenta en nuestra sociedad, cómo se presenta en el fútbol, qué podemos hacer, en definitiva, para construir un mundo otro.