“Esto se parece a los cumpleaños de 15 que se hacían a finales de los ochenta”, advirtió Dante Spinetta durante la presentación informal de su nuevo disco, Mesa dulce. No se sabe si hacía referencia al ánimo que vibraba en el ambiente o al outfit de los invitados. Quizá hizo alusión al espíritu clandestino del evento, en cuya locación no había ni siquiera un ventilador de aspas que mitigara el calor insoportable de esa noche. Lo único que era innegable es que su flamante repertorio tiene el sabor y la consistencia del groove de esa época, en la que el Flaco, Charly y Fito pusieron sus respectivos cancioneros al servicio de la revolución que había desatado Prince con su álbum Sign ‘O’ the Times. A propósito del título de esa obra maestra, fueron tiempos de renovación del funk. Su impacto fue de tal magnitud que dejó huella en el R&B británico, se mimetizó con el rock y sacudió a la pista de baile.
Unos días antes de esa actuación, el ex Illya Kuryaki and the Valderramas dejó por sentado que “así era el Dante 2022”. Lo dijo en La Diosa Salvaje, estudio y búnker del clan Spinetta. El mismo lugar en el que le sugirió a su padre que se volviera a armar un power trío para rockearla, lo que decantó en Los Socios del Desierto. Sin embargo, el primer single de la terna fue el funk salvaje “Cheques”. Más que una paradoja, se trataba de un déjà vu. Y es que, aparte de sangre, por las venas del legendario músico fluía el ritmo. Eran glóbulos y glóbulos de ritmo. Al punto de que ayudaron a fundar una manera local de imaginarlo. Alquimia argentina. El mayor de sus vástagos fue uno de los elegidos para continuar con esa tradición y su fluidez. Así como sucedió cuando decidió colgarse la guitarra, evidenciando que es uno de los mejores violeros del país, con este álbum por fin se hizo cargo del género para el que nació.
“El disco lo empecé a armar en el medio de la pandemia, en un momento en el que estaba muy feliz”, evoca Dante sobre un trabajo lanzado el pasado 24 de noviembre. “Empecé a mirar todo muy simple y de manera agradecida por el hecho de estar. Creíamos que el mundo se iba a acabar, y le echábamos rociador y lavandina a todo. Yo me encerré con mis hijos, y lo que hacía todo el día era cocinarles y escuchar a mis ídolos. Sly Stone, Prince, Chaka Khan… Aproveché para aprender más de esta gente. Me metí en un flash de felicidad de un sonido muy grosso, e hice muchas canciones. En una de la ventanas de la cuarentena, comenzamos a grabar. Llamé a mis músicos, que son pibes que están en la misma sintonía musical que yo. No había mucho para explicarles. Ellos saben cuándo algo es más Philly, si esto se parece a Ohio Players o si suena a 1988. Hay distintas épocas de funk, y soy muy estudioso de cada una de ellas”.
--Es curioso lo que contás porque el single previo al disco, “1000 flashes”, no tiene nada que ver con lo que hiciste. Tiene una impronta más urbana.
Tuve una reunión con un amigo que es parte de la industria, y, tras mostrarle las maquetas del disco, me pidió que me dejara de joder. “Ponete la 10, y sé vos”, me dijo. Y realmente en el funk es donde me siento más cómodo, y puedo mezclar el ritmo, el rap y el soul. Por más que con los Kuryaki hicimos funk, creo que con este disco lo llevé a otro nivel. Nunca soné tan funkero como esto, y no conozco nada en español que suene tan funkero como esto. Estuve metido en todos los detalles porque sentí que llegué a un lugar donde me bajó la data de que podía hacerlo. Ya estoy preparado para ser quien quiero ser. Yo soñaba con sonar como suenan estos temas. Siempre quise sonar como sueno ahora.
--No sólo te referís al sonido en sí, sino también al audio, ¿no?
--Se dio porque estoy con la monada correcta. Mariano López estuvo en la consola. El mezcló todos los discos argentinos de los ochenta que me gustan. Alquilamos los mismas reverbs que se usaron en esa época para discos como La la lá (este trabajo juntó a Spinetta y a Fito en 1986). Aunque llevado a algo más contemporáneo.
Mientras Mesa dulce iba tomando forma, “pasó algo muy heavy” (dixit el artista) que obligó a ponerle freno de mano al envión con el que se desarrollaban el proceso de composción y grabación. “Mi vieja se enfermó de cáncer, y ahí se me cayó el mundo”, revela. “Fue una de las peores cosas que me pasó en la vida, además cuando estoy en ese momento de híperfelicidad. Pasé de hacer música todos los días en mi casa, casi un tema por día, a no componer nada. Ahí tuve que parar. El disco estaba compuesto, pero no tenía palabras. No tenía ninguna letra. Y no quise que esa tristeza me cambiara el rumbo de lo que quería hacer. Entonces le puse toda la energía a mi mamá, hasta el momento en que falleció. Una vez que sucedió, volvió a salir todo junto. Me bajaron todas las letras, y nuevamente le agradecí a la vida por dejarme seguir haciendo lo que amo”.
--Fue una decisión valiente impedir que la muerte de una de las personas más importantes de tu vida te sacara de tu eje. Generalmente, sucede lo contrario.
--Lo que me pasó está en el disco. Pero también me basé en otras cosas. Hay una canción para mi vieja, y para las madres en general, llamada “Primer amor”. El tema termina diciendo: “Madre, espero abrazarte en otra vida”. La hice tratando de celebrar esa comunión. Desde chico, empecé a desarrollar mi relación con la muerte. Traté de entenderla, y de vincularme con los ángeles desde otro lado. Con todo el rollo de la pandemia, no pude acompañar a mi madre. Fue muy loco. Pero, por suerte, conseguí la manera de poder decirle todo. Hay muertes peores. Hablamos de todo, pudimos despedirnos de una manera tranquila. Te vas poniendo grande, y empiezan a pasar esas cosas. Lo que no quise es que un funk como “Rebelión” tuviera una letra triste. Supongo que en algún momento toda esa tristeza aparecerá en una canción.
--Fuiste uno de los primeros artistas del rock argentino que tuvo que lidiar con su apellido, por seguir los pasos de su padre. ¿Qué pasa con esa independencia una vez que tus viejos ya no están más en este plano?
--Nunca me sentí solo. Estoy rodeado de mucha gente que son mis bases para mi funcionamiento psicológico y amoroso. Mis hijos, mis tíos, mis hermanos, mis sobrinos y mi novia. De alguna manera, mis papás siguen estando. Se despierta una especie de sexto sentido cuando empezás a desarrollar ese diálogo con las energías. Estoy en ese viaje espiritual hace rato. Cuando conocés a alguien bien, vos sabés lo que te diría. Y desde chico fui muy “indie”, en ese sentido. Mis viejos me criaron a lo gitano. Si fuera susceptible ante las críticas, jamás hubiera hecho la carrera que hice. Sé de gente que tiene un apellido grande a la que le cuesta mucho o sufre mucho la comparación. Siempre estuve muy seguro de mi swing, y mis padres también. Eso me lo contagiaron ellos, el sentirme único.
--Se nota esa confianza en este disco, que aparece a 20 años de Elevado, tu debut solista. ¿La confianza es cíclica?
--Para mí es una vuelta. Mi madurez viene también con eso. La muerte de tus seres más queridos te rompe o te hace crecer. El dolor me hizo ponerme frente al espejo y decir: “Estoy aprovechando este tiempo”. Eso me llevó a hacer las canciones que están en este disco, aparte en un momento donde la música es cada vez más descartable. También me llevó a llamar a los músicos que participaron en este disco, como Michael B. Nelson, que ya estaba en Elevado. El hizo los arreglos de este disco, al igual que los de Leche, de Kuryaki. Era el arreglista de Prince.
--Por lo que contás, dejaste de estar atento a las tendencias, y empezaste a mirar más hacia adentro tuyo…
--En lo que soy bueno es cantando y haciendo melodías, y con el funk puedo aprovechar esas características. Tras haber hecho discos como El apagón y Pyrámide, aparecieron Neo Pistea, Duki, Ysy A, Trueno y Wos. Rapean duro, y lo hacen mejor que yo. Cuando arrancamos, éramos muy pocos. Incluso había mucho heater. Pero estos pibes nuevos se pusieron todos juntos a levantar una escena. Y eso fue re grosso.
--¿Por qué creés que se produjo ese boom ahora y no antes?
Se venía dando, y yo sabía que iba a pasar. Incluso la mezcla con la cumbia. Cuando era chico, me di cuenta de que la música urbana era la revolución que se venía. Tardó en llegar. Kuryaki sacó el primer disco de rap en Argentina, y marcó a una generación con Chaco. Muchos de estos pibes reconocen eso. Es re grosso ser parte de la genética de la música urbana en Latinoamérica. Al mismo tiempo, nunca me lo tomé de manera tan estricta. Entendimos que el mestizaje era nuestro camino. Para la gente del rock éramos muy raperos, y para los raperos eramos muy rockeros.
--Fue desapareciendo el fundamentalismo en la música urbana. Hoy es posible que un rapero como Lil Nas X no tenga ningún problema en decir que es gay. Y también es posible que Bad Bunny sea icono para los artistas estadounidenses.
--El arte no tiene por qué tener tantos prejuicios. Si te hace bien, ya está. No dejaría de hacer algo para encajar. No le tengo miedo a eso. Me gusta que el mundo se ponga al día con esa libertad. Hay tantas cosas tan estructuradas que está buenísimo que se empiece a abrir todo. No sólo en la música, sino también en la identidad sexual. Pero eso viene sucediendo desde los 90 o los 2000. Aparecieron chabones como Timbaland o Pharrell Williams queriendo hacer algo distinto.
--El asunto es que hoy ya no se sabe cuál es la copia y quién es el original…
--Estamos en medio de un ataque de clones. Muchos pibes me preguntan cómo pegarla, y yo les digo que tienen que hacer lo que sienten. Hay muchos aristas que hacen colaboraciones por plata. Eso es re triste, es fast food musical. Hacer cosas buenas se convirtió en esta época en un acto revolucionario. Otra cosa muy loca que está pasando es que hay un intercambio cultural con las palabras de otros países. A veces se abusa de eso, al punto de que por momentos no sé de dónde es el artista. Si es argentino o boricua. Pero entiendo que es parte del flash. En “Abarajame” usamos un montón de palabras mexicanas, y la gente nos criticaban por eso.
--A propósito de la invención de los neologismos, posiblemente el “Abarajame” de esta generación sea “Ouke”, single de Ca7riel y Paco Amoroso. ¿Te parece que ellos son los Kuryaki de esa época? Tienen muchos puntos en común con tu otrora grupo…
--A Cato lo conozco porque tenía un programa de radio con mi hermana Vera, y es un pibe muy talentoso. Pero no creo que ellos sean los nuevos Kuryaki. Ellos son ellos. Entiendo que es un dúo, que uno es más alto que el otro, que se conocen de chicos, que el más rapero toca la viola, y que se animan a romper esquemas. En eso sí puede que nos parezcamos. Sin embargo, no creo que haya otro grupo como Kuryaki. De la misma forma que no habrá otro dúo como Ca7riel y Paco. Son un flor única, son así de buenos.
--Ca7riel y Trueno colaboran en Mesa dulce. ¿Por qué decidiste invitarlos?
--Ca7riel y Trueno son artistas que me copan, y por eso los invité a que colaboraran. Se subieron a mi flash. En el caso de “Gambito”, que es donde participa Cato, es un tema que tenía casi terminado. El se sumó con su lírica, y la rompió. En cuanto a Trueno, yo lo sigo desde que es chiquito. Tiene muy buen sonido de voz, mucho swing. Hace unos meses, estuve en Nueva York y unos pendejos dominicanos estaban escuchándolo. Si él fluye es porque encarna al rap. Cuando hice “Sudaka”, pensé en llamarlo porque sabía que iba a romper esa pista. Dicho y hecho. Nunca me arrepentí de alguna de mis colaboraciones Prque las hice con artistas a los que admiro. Duki, Neo Pistea, Mala Fama, Damas Gratis, Julieta Venegas, Tony Touch, René, Dárgelos… Son cracks.
--En el el disco, tenés un tema titulado “El lado oscuro del corazón”. ¿Tiene algo que ver con la película?
--¿Sabés que no? Siempre que se me ocurre un título, googleo a ver si ya existe. Y me apareció la película. No la vi, pero lo haré. (Eliseo) Subiela es capo.
--¿Cómo es tu lado oscuro del corazón?
--La canción (una de las 10 del nuevo repertorio) habla de esa cara que no querés ver o no querés reconocer. Es una canción de separación o tristeza, pero desde un lugar feliz. Sexo, Dios, amor… Celebremos. Me parecía un título funkero.
--El armado del repertorio es interesante porque no te deja aburguesar la atención. Cuando te acostrumbrás a una dinámica, pegás el volantazo. Es todo un laburazo encontrar tu identidad en el ritmo.
--Sinceramente, creo que el ritmo me eligió a mí. Estoy obsesionado con eso desde que nací. Arranqué tocando la batería, cuando tenía un año y medio. Yo sabía que los latinos somos parte de la esencia del rap. Había chicos como yo en el Bronx que diseñaron ese sonido. Eso me hizo sentirme parte de una tribu. Institucionalmente, Argentina es un país muy racista. Mucha gente que tiene origen mestizo, lo oculta. Y yo conecté con mi lado moro y con el tano. Si en Estados Unidos antes era imposible que un pibe blanco hiciera música negra, yo acá lo pude hacer. Lo hice a mi manera. Para mí la evolución está en la mezcla.
--Esto último lo cantás es “Sudaka”.
--“Juntos somos la maldita evolución”, dice el tema. Tenemos sangre de todos lados, y eso nos da poder a los latinoamericanos. Mi viejo no podía no tener funk en su guitarra. Era el guitarrista rítmico más preciso que conocí. Hay canciones de Spinetta Jade que tienen un groove tremendo, y en Only Love Can Sustain ni hablar. Los discos de Fito y de Charly de los ochenta están súper influenciados por el funk. Sobre todo por Prince. Pero lo hicieron propio. Como crecí escuchándolos, también son influencias para mí. De ahí viene, en parte, mi swing. Cuando hago funk, es a mi manera. Es a la manera argentina.
--Vera, tu hermana, la groovea a su manera. Tomando en cuenta que de tus hermanos es la que empezó tarde en la música, ¿qué te pareció su disco?
Cuando decide hacer algo, lo hace bien. Es buena actriz, escribió un libro que está bueno, hizo un disco que también está bueno. Y ahora está grabando material nuevo. Vera es increíble. Tiene un ángel propio. Ella maneja sus propios tiempos. No depende de la industria, sino de sus deseos.
--Ahora Carca repasó la discografía de Pescado Rabioso en un show en vivo. ¿Estabas al tanto?
--En el caso de Carca, acabamos de grabar un temas juntos y hasta hicimos un video. El se comunicó y nos pidió el aval. Mi viejo de copaba con él. En otros casos, hay músicos que tienen un punto de vista diferente. No aprendieron los acordes bien, y cosas así, y es raro. Sabemos que son actos de amor, pero como familia hemos tenido que parar cosas de mierda. Spinetta es Spinetta. No lo jodas. No tiene que ver con el dinero, sino con el hecho de respetar su legado.