“León, compre una revista” le dice uno de los vendedores de Hecho en Buenos Aires, cuando terminan los fervorosos aplausos que el auditorio le dedica a Gieco por su versión de “Canción para Carito”. El músico pregunta ¿cuánto vale?, desde el escenario. “Trescientos cincuenta, mi vida ¡el papel se fue al carajo!” le responde Diego, uno de los estudiantes de la Primera Escuela de Psicología Social de Alfredo Moffatt que recibieron su diploma por la cursada 2022. La transacción comercial se concreta, entre risas y aplausos. La escena define el ánimo que reinó en el cierre de año de esta escuela recuperada por la acción solidaria de quienes conocen a su creador, “el maestro Moffatt” como lo nombran, para multiplicar su legado centrado en la práctica de la psicología social con grupos vulnerables. “Trabajando en terreno” y “en base a las necesidades de cada comunidad” señala Malena Moffatt, hija de Alfredo y directora académica de la escuela, al tomar la palabra.

La institución estuvo a punto de cerrar durante la pandemia. Pero la debacle económica pudo ser sorteada por la campaña que se inició, a instancias de la nota publicada por el periodista Carlos Rodríguez, en este diario, dando aviso a quienes habían recibido la ayuda solidaria de Moffatt quien, con su práctica --heredada de las teorías de Enrique Pichón Rivière--, instaló en el país la posibilidad de crear dispositivos solidarios como la cooperativa Cooperanza, de donde sale radio La Colifata --con los internos del Hospital Borda--, o El Bancadero --antesala de esta escuela, que comenzó a funcionar en los '90--, desde donde se asistía a quienes no podían pagar tratamientos psicológicos "pero los necesitaban como el agua”, sostiene Moffatt.

Por eso están allí, esta tarde, en el auditorio de ATE en la Ciudad de Buenos Aires, celebrando la entrega de diplomas, el propio Alfredo; acompañado por Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que es psicóloga social: “una indispensable de la patria” la presenta Malena. Y disfrutan junto a los egresados y docentes de la casa, del show íntimo y entregado de León. “El numero vivo” en palabras del músico, que precedió al acto. 

Verónica Bellomo


El legado

“Toda mi vida la dediqué al trabajo dentro de los hospicios, siempre cerca de la gente que lo necesitaba y entendiendo a los pobres, a los locos, a los desamparados”, repasa Moffatt al abrir formalmente el evento. “No me llené de guita, pero a mis 90 años, estoy contento, aunque me tengo que sentar” dice. Hay risas y aplausos, pero no vuela una mosca. Alguien trae una silla. Y otra “para Norita”, dice el maestro.

Esta Madre, antes de subir, se coloca su pañuelo blanco. Luego, con firmeza explica que se siente “orgullosa porque hoy está aquí Alfredo, y están ustedes que han recibido su legado”. Y recuerda: “Son los que están en las buenas y en las malas acompañando siempre desde el afecto. Ese es el mérito, y en este país es lo que necesitamos para salir adelante”. Esperanzadora en sus palabras, Norita define: “Siempre hay algo para ofrecer, siempre hay algo para recibir” recuperando una máxima de la práctica de Moffatt, “a quien conozco desde que él usaba pantalones cortos, y yo minifalda” bromea. Y Moffatt anuncia: "¡Bueno, vamos a los diplomas entonces!".

Luego de las risas y los aplausos, Malena, siguiendo los pasos de su padre, explica: “Estudiamos aquí para ayudar a los más necesitados, con herramientas para hacerlo. Orgullosas y orgullosos de entregar hoy estos diplomas y también de homenajear a quienes ya no están”. Se refiere entre otros a Vicente Zito Lema, gran amigo y sostén de Moffatt, y cuyas clases de Arte y locura fueron muy recordadas en el acto.

“Emocionada por verlos a todos --agrega luego la directora de la escuela--, porque a muchos, estuve viéndolos cada jueves, pero en forma virtual”. Así comienzan a subir al escenario los egresados de tercer año de Psicología Social, y luego los de segundo año, que ya son Operadores en Salud Mental. Los de primer año ya lo habían recibido en un acto en la escuela, ubicada en Avenida Rivadavia al 3482, en el barrio de Once.

Verónica Bellomo


Les egresades

“¡Sos mi orgullo, abuela!”, se escucha entre las butacas cuando Alejandra Denis recibe su diploma. Es su nieta Andra Arias quien festeja. La familia y sus amigos vinieron de Mataderos para la graduación. El entusiasmo se percibe entre las lágrimas emocionadas, las risas, los agradecimientos.

Cuando “Majo” sube al escenario, su madre, Berta Carranza, le dice a esta cronista: “Ahí va una nieta de un fusilado en José León Suárez a recibir su título". Sonríe al decirlo. “Soy la hija de Nicolás Carranza” agrega. A su lado, están los dos hijos de Majo, sus propios nietos. Majo es el apodo de Marianella José Romanacci. Ya en el escenario, la joven se da vuelta y levanta su diploma, feliz. Antes de bajar, y como cada egresado, saluda al maestro Moffatt y toca la mano de Norita. Como un talismán, la presencia de esta Madre bendice la tarde, entre los chistes de Moffatt y la alegría de quienes reciben sus diplomas, algo que se realiza cada año en este auditorio, pero esta vez, con el matiz propio de un tiempo excepcional, el que recuperó el dinamismo académico para una institución emblema de la psicología social en el país. 

Hay estudiantes que llegaron de Avellaneda, Mataderos o Pilar, otros desde Misiones. Otros no pudieron viajar y están en forma virtual desde Córdoba o Santa Cruz. Desde Paraguay, Ecuador, México. La consigna es "estar en esta institución que nos cobijó, y cuando todo parecía perdido nos salvó el zoom”, recuerdan entre risas. Y recuperan enseñanzas del maestro Moffatt como: “Sin plata y sin permiso”, para señalar el camino que buscan seguir.

Norita se despide "agradecida y feliz", por compartir la jornada "con estos hombres y mujeres valientes, que enfrentan estos momentos difíciles que nos tocan, porque estamos en un tiempo tremendo --subraya--, pero vamos a salir. Gracias por el ejemplo que dan, los amo mucho", les deja. La emoción a flor de piel. La alegría del trabajo realizado: "Nunca pensé que me iba a recibir, pero lo logramos" le dice un hombre a su compañera. Ella le da su diploma. Hay fotos, abrazos y festejos.  

La música que anima el alma

En la previa, León había anunciado, entre sus clásicos, que haría “unos temas nuevos”, parte del disco grabado en pandemia “en modo zoom, con artistas como Silvio Rodríguez, Lila Downs, Roger Waters” cuenta. Y explica cómo nace el tema “Días peligrosos”, donde su infancia rural se combina con “la persecución a periodistas y músicos” durante la última dictadura cívico militar de la Argentina, pero desde un marco regional. “En Chile mataron a Víctor Jara, acá tenían pensado matar a Piero”, explica León. Y ofrece una interpretación que estremece. Lo mismo sucede con cuando se escucha “El orgullo”. Luego el músico explica que “este disco justo sale hoy, hace once años que no sacaba un disco, y la mejor manera de celebrarlo es con Alfredo, con Norita, y con ustedes”. 

Para cerrar elige “Sólo le pido a Dios”, que los presentes acompañan con palmas y coreando cada estrofa junto a León. El tema deja en el auditorio la energía vibrante de un himno. Y posa un halo de esperanza entre quienes, como Alfredo Moffatt, buscan ayudar solidariamente, y encuentran en esta escuela las herramientas para abordar esta realidad por demás compleja, “injusta y desigual” como la nombra el maestro.