Ni chats privados. Ni filtraciones. Ni ciberseguridad. Ni movimientos sigilosos que terminan trascendiendo a la luz del día. Extraño todo: Lionel Scaloni y su colega francés Didier Deschamps lograron llegar a la final entre la Argentina y Francia con un enorme nivel de discreción. Ya lo estará envidiando cualquier magistrado viajero que hasta se hace notar en un cabotaje argento.
Todos los mundiales anteriores se jugaron con estadios y sitios de entrenamiento ubicados a enormes distancias unos de otros. Qatar no: es todo caserito. Scaloni, con ese gesto circunspecto, ¿no habrá enviado drones para vigilar de qué manera Deschamps espejó un equipo imitando a la posible formación argentina delante del equipo titular para ver cuáles podrían ser los puntos débiles de Kylian Mbappé? Y Deschamps, que pertenece nada menos que a la potencia militar construida por Charles de Gaulle, ¿no plantó ni siquiera un chip en los bolsos del utilero que le alcanza los botines a Messi?
Evidentemente Qatar es algo serio. Tiene razón Mauricio Macri: los países son más serios cuando no hay gremios. Nadie puede negarle al ex Presidente el don de la insistencia. Antes había elogiado el desarrollo inmobiliario qatarí sin tener en cuenta que en la construcción de los estadios fallecieron, según el prestigioso diario británico The Guardian, más de seis mil trabajadores, en su mayoría indios o nepalíes. Y en los últimos días dobló la apuesta: “En Qatar se hizo todo lo que queremos hacer en la Argentina y los gremios se oponen”. Más todavía: “Acá no hay gremios y los chicos reciben cada vez mejor educación”. Al hablar para Cadena 3 desde Doha, donde pasa sus días como directivo de la fundación de la FIFA, Macri analizó que “el eje de modernización que sigue el emir es muy potente, porque ellos no tienen complejos y traen a los mejores educadores” y criticó que "por las ideas populistas alguien piense que se puede vivir sin trabajar".
Está claro que el ex presidente 2015-2019 ignora la vida cotidiana de gente como el vendedor de vuvuzelas y banderas que desde hace un mes sopla una corneta en un semáforo de Camino Negro, Lomas de Zamora, en la esquina de un supermercado mayorista. Igual que los parrilleros de Andrés, de "Gogó", la joya gastronómica de la zona, el tipo se mata trabajando. Tanto que conmociona al barrio de Parque Barón. Al principio, cuentan los vecinos, hasta los más cansinos se movilizaron en busca del extraño sonido. “Es otro ciervo perdido”, lanzó un vecino como hipótesis, para no ser menos que La Plata. Por supuesto que jamás había escuchado qué sonido hacen los ciervos, pero de fútbol y de animales puede opinar cualquiera y la libertad es libre. Otro, más quisquilloso, gruñó: “Es un chico insoportable, con padres más insoportables todavía. Le regalaron la vuvuzela al nene y ahora lo dejan que sople todo el tiempo”. Lo cierto es que al final, como suele ocurrir, fue una docente la que descubrió el origen del sonido que no paraba. Le bastó relacionar la imagen de las banderas que flameaban todo el día de la mano de un señor para deducir lo obvio: “El sonido es para vender esas trompetas y para llamar la atención, y así la gente que para le puede comprar una banderita”.
Un genio u otro, qué más da, la verdad es que el misterio de cómo forma cada selección finalista se revelará mucho antes que otro de los grandes enigmas de la Humanidad: quiénes competirán por la Presidencia de la Nación, en octubre de 2023, ahora que se sabe que Cristina Fernández de Kirchner anunció que no será candidata y que no teme quedarse sin fueros. Por el lado de Juntos por el Cambio tampoco hay certezas. Las informaciones más confiables indican que incluso el gran admirador del gran emir se abstendrá de tomar una decisión hasta los primeros meses del 2023. ¿Y Cristina? ¿Estará buscando un Operativo Clamor? Todo puede ser, porque se trata del futuro. Pero quienes razonan así deberían tener en cuenta los antecedentes históricos no solo de ella sino de Néstor Kirchner: nunca cambiaron una decisión una vez hecha pública. O incluso en privado, podría decirse. Kirchner, mientras era Presidente, solía comentar a sus amigos que no se presentaría a la reelección en 2007. “Estás jodiendo”, le decían los más irrespetuosos. “Presidente, disculpas pero no te creo”, reponían otros. Aclaración: es común, en América Latina y en España, usar el vocativo “presidente” y tratar de vos o tú al susodicho. Y Kirchner hacía lo de siempre, o sea sonreír con cierto gesto cachador. Entonces los no convencidos se convencían aún menos. “Me hizo un gesto como de cargada, versea”, era una de las interpretaciones. En rigor, lo de Kirchner era como el teatro dentro del teatro. Los incrédulos quedaban confundidos, y así vivían hasta el momento en que el santacruceño oficializaba su anuncio, que casualmente era el mismo que había confiado privadamente. Colofón: salvo milagro en contrario el misterio no es si CFK será o no candidata sino cómo hará el peronismo para elegir un candidato o candidata que sea competitivo o competitiva con el candidato o candidata de Juntos por el Cambio. Lo único que no parece en duda a esta altura es que los libremercadistas ultra de Javier Milei lo elegirán a él de candidato.
Pero hoy todo esto es futurología de larguísimo plazo. Como en la “Obertura 1812”, la espectacular sinfonía de Pyotr Ilych Tchaicovsky que recrea la batalla entre los rusos y el ejército de Napoleón, la cuestión que importa ahorita mismo es qué himno se impone a cuál. Si la Marsellesa al de Vicente López y Planes & Blas Parera o éste a la Marsellesa. Alguien dirá que el partido no se juega con cañonazos como los que acompañan a la orquesta en “1812”. Si escuchan esa tontería déjenla pasar porque ése (o ésa) no entienden nada de fútbol: ignoran lo que es un disparo de botín.