Suena la música, el ambiente del salón que recibe la escena hiphopera salteña se inquieta por el comienzo de la velada. Hay pibes tirando fresstyle, batallas verbales con altos niveles de lenguaje, vocabulario y rimas. Al fondo, como si estuviera en segundo plano, está Lana DJ sosteniendo con sus pistas el ritmo incesante de una nueva noche que promete ser única.
Lana es el sobrenombre de Ana, apodo artístico que fue decantando casi naturalmente con el correr de los años, “me decían, como se usa acá en el norte, ‘la Ana’, después pasó a ser ‘lanita’ y terminó quedando Lana", comenta la DJ oriunda del sur de la ciudad de Salta.
Si bien la educación que recibió estaba destinada a una vida dentro de los parámetros “tradicionales”, Ana comenzó a abrirse paso lentamente. “Mi mamá y mi papá eran bastante a la antigua, me mandaron a escuela de monjas y termine ahí… siento que mis padres quisieron que sea otra cosa, ellos crecieron con esa idea de estudiar, recibirse y formar una familia, todo el mandato de una vida 'tipo', y yo era al revés, me cuestionaba todo. Sin embargo, terminé la escuela que ellos querían y comencé a elegir qué caminos transitar”.
Nuevos rumbos
Con el destino en sus manos, Ana decidió emprender camino a la provincia de Córdoba para profundizar sus estudios. Sin embargo, las vueltas de la vida hacieron que a poco más de un año de haberse ido, regresara a Salta. “Dejé la carrera en Córdoba, que tenpia que ver con el inglés, y empecé a estudiar Historia en la UNSa (Universidad Nacional de Salta). Hice cuatro años, pero tampoco la terminé”, cuenta mientras sonríe al relatar su currículum de carreras truncas.
Sin embargo, quizás lo central que Ana buscaba, como tantos otros pibes y pibas, es lo que ya había conseguido más allá del título: “abrirme a otros panoramas, a otros mundos, siento que fui construyendo poco a poco mi realidad que nada tenía que ver con la que me planteaban en casa”.
Aquellos días en la universidad fueron mostrándole otros caminos posibles, “me acuerdo que fuera de la Facultad de Humanidades había varias mesitas de distintos partidos políticos que convocaban a diferentes actividades. En una de ellas invitaban a un apoyo escolar y alfabetización que se hacía los sábados en un barrio cerca de la Universidad. Sola me anoté y comencé a ir los sábados con grupo de chicos que no eran solamente un grupo amistoso, sino que era un movimiento social y político”.
Aquellos días comenzaron a entrecruzar la historia política que brotaba desde las aulas de la UNSa, con la militancia social: “fue genial para mí esa simbiosis entre lo académico y lo militante. Todo esto me fue abriendo nuevas puertas intentando hacer una transformación real. Desde la secretaría de juventud presentamos cantidad de proyectos, y entre los que yo presenté, con los que me sentía más identificada, tenían que ver con el área cultural. Empecé entonces a incursionar en el mundo de la música con concursos de bandas, formación musical en los barrios… y todo esto me fue llevando a mi también a meterme de lleno en ese mundo”.
La música como forma de sublimar
A partir del trabajo en los barrios, ya vinculada directamente con la música, Ana comenzó a relacionarse con productores y a tener la posibilidad de montar shows con ideas propias. “Considero que siempre tuve esa pizquita de querer saber más, por eso cuando estudiaba historia sentí que pude desarrollar todos mis sentidos de captación, se me abrió la mente, el cerebro y pude ver las cosas de otra manera”.
En este transitar la cultura teniendo posibilidad de gestar movidas culturales, organizó un primer festival con raperos para el 24 de marzo, fecha fundamental para la memoria y la resistencia en el territorio argentino.
“Ya cuando participaba en los grupos desde la Universidad, la lectura me fue llevando a descubrir valores que desde la militancia sosteníamos. En ese marco, me caló hondo la lucha por los derechos humanos que pasaron a ser un estandarte. El pedido de justicia social y el ‘ni olvido, ni perdón’, comenzaron a acompañarme siempre”, enfatiza la artista.
Aunque luego de un tiempo fue apartándose de la militancia cotidiana para dedicar más espacio a otros proyectos, Ana considera que nunca se alejó del todo, sino que comenzó a aportar desde otras aristas. “Después de unos años me volví a vincular con gente que había conocido en aquella época, y me ofrecieron ayudar y acompañar haciendo prensa y siendo difusora de la causa desde HIJOS Salta. Así que hoy doy una mano en el armado de los actos, paso música o comparto mi arte desde el escenario, ayudando en la parte cultural, siempre estando cerca y apoyando en lo que puedo”.
Aquella trunca carrera de historia no solo le aportó a su militancia social, sino también a sumarle valor agregado a la música que sus oidos escuchaban a diario, “La carrera en la Universidad me permitió también vincular la música con la historia, dándole otro sentido más allá de lo puramente musical. Y todo esto, sumado a lo que escuchaba en mi casa de chica, mucho folklore, Serrat y demás, fue generando una mezcla que derivó en lo que hoy estoy haciendo”.
DJ Andina
Poco a poco Ana comenzó a encontrar una manera de expresar sus sentires a través de la música. En este devenir, comenzó lentamente a transformarse en Lana DJ, al animarse a estar detrás de los discos y empezar a pasar música. “Me acuerdo que en eventos que hacían mis amigos yo sentía que siempre pasaba lo mismo, entonces les dije ‘invitenmé, yo voy a tocar, me animo. Aquel día bajé un programa de la compu y me puse a pasar música, me mandé y salió muy bueno. De ahí en adelante empecé a practicar cada vez más, a enganchar los temas, a mezclar, a meter efectos”.
Los caminos explorados la llevaron a posicionarse como DJ Andina, una fusión que podría pensarse, mas allá de lo musical, como síntesis de recorridos vividos entre la infancia, la calle, la universidad y los diferentes universos musicales.
En palabras de Lana, “Lo que hago es una fusión de ritmos andinos o folclore, fusionado con electro. Son dos sonidos que se unen y se los mezcla para que se genere una simbiosis. Tengo diferentes sets, por ejemplo hay uno que empieza con la zamba Balderrama, otros usando instrumentos autóctonos como sikus o charango, y también sonido de aves, de agua, de viento, muchos elementos de la naturaleza”. Toda esa fusión con el electro, generan una atmósfera única y, para quien nunca la apreció, de música totalmente original.
Lana se conmueve al escuchar tanto a hiphoperos como temas de Violeta Parra, Mercedes Sosa u otros artistas que está desarrollando, “Hace poco me puse a mezclar Vidala para mi sombra, por Mariana Carrizo. Son temas muy particulares que me encantan”.
En este camino transitado se topó con los raperos de la banda De Rancho en Rancho, quienes la invitaron a formar parte de la troupe luego de haber quedado fascinados por las mezclas que utilizaba Lana. “Los conocí en un escenario cantando Ave de Cristal, de Los Kjarkas, mientras metían un par de rimas rapeadas. Me pareció una cosa muy loca y en algún punto, compartimos esa identidad musical. A partir de ahí fuimos haciendo lazos y ahora soy parte de la banda”.
Hoy Lana es una joven y múltiple artista surgida desde el under salteño y su cantera inagotable de creativos y creativas en todas las direcciones. “Soy DJ de competencias, DJ de bandas, Lana como solista y ahora estoy cantando, más bien aprendiendo y animándome”, afirma.
Como si le faltaran proyectos, últimamente está encarando uno nuevo junto a Nattach, otra artista salteña. “A ella le gusta escribir versos y poemas, y también baila, hace coreografías, improvisa en el momento. Le gustaba mucho mi música, así que me escribió y estamos juntas en el escenario. Somos dos mujeres solas en escena haciendo nuestro arte, sentimos que esto rompe el molde y vamos ganando lugar para que se multiplique y haya muchas más mujeres en escena”.
Lana tiene el aplomo y la parsimonia de una artista consagrada de años, un vuelo bajito y constante que la mantiene creativa, activa e incursionando en nuevos géneros y propuestas. “Por el camino que tengo, aprendí que siempre voy a estar en constante aprendizaje, depende de uno estar dispuesto, estar abierto y hacerlo”.
La historia de Ana Figueroa es el singular que se inscribe en un movimiento amplio y plural que, aunque poco visible para muchos, transita los ambientes artísticos y culturales de una Salta siglo XXI. Mezclando estilos, fusionando y generando simbiosis artísticas desde una mirada consciente de su entorno y realidad, las nuevas generaciones van rompiendo estigmas a fuerza de expresar sus verdades, y Lana es una exponente de ello.