Es el más fiel de sus discípulos. Y, también, el único que se animó a traicionarlo. O, por lo menos, de hablar con él de igual a igual. Marcelo Nisinman fue, de pequeño, lo más cercano que Astor Piazzolla tuvo alguna vez a un alumno. O, por lo menos, a un protegido. Y fue, de pequeño, quien tomó María de Buenos Aires y, en lugar de repetirla nota por nota y tomarla por lo que no era –una ópera “clásica”–, se propuso recrearla. Sus discos con solos de bandoneón son ya un hito del tango. Y sus obras de cámara, donde a veces él está incluido como solista y a veces no, muestran un camino certero en la posibilidad de vitalidad del género. Mañana, la Sinfónica Nacional, con Cristian Baldini en el podio –el mismo que condujo recientemente las dos óperas de Luigi Dallapiccola en el Colón– estrenará dos composiciones suyas.
“Hombre Tango” y “4 am Tango”, dice el autor, “tienen una vida anterior como obras de cámara y, casualmente, ambas fueron tocadas por grupos ingleses”. Para él, una composición, “su esencia”, dice, “es independiente de la instrumentación. Pero esa orquestación debe encontrar eso esencial, que está dentro de la obra, en el fondo, para hacerlo ver”. En ese sentido, piensa, “no hay diferencia entre reorquestar una obra propia o arreglar una ajena. Cuando la obra funciona, funciona. Cuando estudiaba con Campana, en París, uno de los trabajos que me dio fue orquestar la Sonata de Liszt.  Y cuando se lo llevé, en un momento me dice ‘no veo cómo está orquestado el pedal’. La orquestación debe buscar el sentido en toda la obra, no sólo en lo más aparente”.
El concierto, a las 20 y en la Sala Sinfónica del CCK, incluirá también las composiciones Hydra II, para oboe y orquesta, de Martha Lambertini, Música Nocturna, de Julio Viera, y Yesca, para cuarteto de cuerdas y orquesta, de Jorge Horst. Nisinman, que será también el solista, cuenta que encontrarse con una orquesta argentina “implica un código compartido, como punto de partida”. “Cuando hicimos ‘Hombre tango’ en Inglaterra, al principio los músicos ponían una cara rara. Tardamos bastante en lograr lo que aquí se hubiera dado casi automáticamente.” Para el bandoneonista no se trata de géneros: “No hago músicas diferentes cuando se trata de mis grupos, o de composiciones para orquestas o ensambles de cámara. La instrumentación va a diferir, tal vez el fraseo, pero lo que está detrás, que es lo que siento que me representa, es siempre lo mismo. A mí pueden interesarme muchas músicas pero, si es que tengo algo para decir, va a aparecer sin necesidad de que piense en el lenguaje. Eventualmente, esas distintas cosas que me interesan se traducen unas a otras y finalmente aparecen las obras pero transformadas.” Nisinman habla de su instrumento y dice que ya allí anidan las contradicciones: “Es el único instrumento donde se oyen cosas distintas de cada lado. De un costado, su sonido es oscuro; del otro, más brillante. Y el bandoneón no es ninguno de esos ‘sonidos’ por separado; es el juego entre ambos”.