Adán y Eva, sin cara y con escafandras, juegan al yo-yo con el planeta. Otra versión de la tentación original. Hay también huevos sin gallina y detalles de racimos de uvas, una cala, un alcaucil, un culo, pies. Son algunos de los rasgos de la gráfica de estética renacentista que encuadra canciones nuevas, historias vigorosamente arraigadas en un presente ancho y propio. Temas reunidos bajo un título que suena mejor como advertencia que como excusa. El mundo no se hizo en dos días se llama el nuevo trabajo de Pedro Aznar que desde el jueves baja con vigor de novedad por el ancho río de las plataformas digitales y también se estaciona, optimista, en el remanso de las disquerías.
En formato digital y físico (CD doble, hecho y derecho) Aznar retoma el camino del disco con lo que no duda en definir su trabajo “más personal en mucho tiempo”. Diecinueve canciones originales –y una versión de “All of Me”, la balada de John Legend delicadamente convertida en “Todo de mí”– diseñan un arco estilístico amplio, que desde el rap hasta la música barroca, pasando naturalmente por el rock, el soul, el jazz, folks varios y reggaetón, afirma el aquí y ahora expresivo de un músico decididamente empeñado en dar testimonio de esta época y sus sinuosidades. El degrado ambiental, la fragilidad social, la inercia de los gobiernos ante el atropello de las corporaciones, los paraísos y los purgatorios del amor, la cosificación de la mujer y la banalización de lo erótico, son algunos de los temas de una agenda al día.
“Este es un disco con canciones que soñé”, dice Aznar antes de compartir algunas de ellas ante un reducido grupo de periodistas en los estudios Romaphonic, donde se grabó buena parte del disco, que cuenta con el trabajo de Ariel Lavigna como ingeniero. El compositor aclara la materialidad a la que refiere su idea de “sueños”: “Muchas veces me despertaba y tenía un pedazo de la letra, un arpegio del piano, una línea del bajo, un sonido”, cuenta. Grabado entre octubre de 2018 y noviembre de 2022, de El mundo no se hizo en dos días participa la banda estable de Aznar, con Julián Semprini en batería, Alejandro Oliva en percusión, Matías Martino en teclados y Sebastián Henríquez en guitarras. Como invitados están además Federico Arreseygor en órgano, Juan Cruz de Urquiza en trompeta, Pablo Moser en saxo tenor y una orquesta de cuerdas de ventitrés músicos.
Un rap torrencial, un manifiesto
El disco comienza con el tema que le da nombre. “El mundo no se hizo en dos días” es un rap torrencial con el que Aznar traza un diagnóstico sobre la salud del planeta y las conductas de quienes lo usamos. Por momentos despiadado, por momentos esperanzado. “Dedicaste tu vida a juntar cosas/ y no sos feliz/ Se te escapó la perdiz de ser/ No hay nada que entender/ Tus motivos no son buenos/ al menos reparemos lo que le hicimos/ al aire, al agua y a la tierra/ Esto no es una guerra”, rapea Aznar, sobre un mantra que licúa esencias que se balancean entre el soul y el funky, por sobre las que brilla la trompeta de Juan Cruz de Urquiza, uno de los invitados del disco. “El tema es de principios de este año. Lo escribí de un trazo, un poco como si estuviese haciendo freestyle escrito a toda velocidad, improvisando, tirando las ideas una tras otra, dejándome llevar por la rima”, comenta el multi-instrumentista.
Se trata de una apertura sólida y potente, que es también una particularidad estilística dentro de un disco variado. Es un tema distinto del resto, que al mismo tiempo es el tema-manifiesto de todo el trabajo. “Claro, es un manifiesto, una declaración de principios. Para decir lo que digo, me paro en un lugar preciso: esto es lo que pienso en este tiempo y de este tiempo; esto es lo que me preocupa por estos días y necesitaba ponerlo al comienzo, como una advertencia. Después sí, escuchemos un disco, juguemos, bailemos”, define Aznar. “Pero esta idea de ‘El mundo no se hizo en dos días’ es también una manera de decir que no podemos bajar los brazos así como así, que las cosas hermosas y las importantes llevan tiempo y esfuerzo y que no hay que dejarse de levantarse por un tropezón”.
El resurgir de la poesía
Cuando a mediados de los ‘80 Aznar entraba en la banda de Pat Metheny, después de experiencias como Madre Atónica, Alas y Serú Girán, el rap recién comenzaba a dejarse escuchar con sus maneras en algunos centros urbanos de los Estados Unidos de Ronald Reagan. Recién con el nuevo milenio esa manera de cantar diciendo y ritmar opinando –en los casos mejores– sacaría ciudadanía latinoamericana. A esa altura Aznar ya había dado varias vueltas a la canción como género, entre discos muy distintos como Radio Pinti –con Enrique Pinti y Charly García–, Cuerpo y Alma y Parte de volar. Pero recién ahora siente la necesidad de visitar y de algún modo apropiarse de una música como el rap –y sus satélites–, que si bien generacionalmente no le pertenece, siente cercana en muchos sentidos.
“Lo que más me interesa de este tipo de expresiones es que representan el resurgimiento de la poesía. El rap es el arte poético puesto en marcha con un concepto de improvisación y ahí aparece otra cosas que me apasiona, que viene de mi lado jazzero. Por eso me resulta muy natural abordarlo. Me siento muy cómodo con estos estilos y sobre todo muy contento con lo que permiten. Son una herramienta importante para decir cosas profundas, sin que sean un plomo. Además, desde lo musical el rap permite una gran variedad de texturas”, asegura Aznar.
No voy a cantarle a tu culo
“Me divirtió muchísimo hacerlo en este disco”, continua el compositor, que también inocula una gran dosis de buen humor a la serie con el reggaeton “No voy a cantarle a tu culo”, una canción sobre la cosificación de la mujer. “Yo no voy a cantarle a tu culo/ Pues con tu todo yo me articulo / Como soy un hombre de paciencia / Yo te cepillo y lo hago una ciencia”, dice la letra. El neobarroco “Salve”, con clave y cuerdas; el juglaresco “Mientras”, el melancólico “September Blues” y el fogonero “En el aire del mar”; los más rockeros “Tu madre fue una perra”, “Aceitosaurio” y “Diamante”, junto a la onírica “Duermevela”. Estos son algunos de los temas que articulan un universo de cuidada variedad tímbrica y expresiva, que incluye además la afectuosa delicadeza de dos valses: “Un simple abrazo”, sobre letra de Víctor Heredia, que arreglado con guitarra, mandolín y contrabajo transmite el calor maderoso y serenatero de las cuerdas pulsadas, y el más salonero “Polonaise”, arropado con piano y violín. En otro registro sentimental, “Pilgrimaje”, llega del fondo de las antiguas baladas celtas y la excelente “1918 Revisitado” remite por momentos al mejor Franco Battiato.
Un disco doble. Veinte canciones divididas en dos discos: “Día 1” y “Día 2”. Como hizo en otros trabajos, también en El mundo no se hizo en dos días Aznar logra que la variedad y la abundancia no atenten contra la unidad. “Ya no me da miedo el eclecticismo. Siento que de alguna manera tengo un cheque en blanco por parte del público para hacer canciones. ¿Cuál es el problema que de pronto haga un rap, y después una balada y enseguida un reggaeton y termine rockeandola?”, se pregunta Aznar. Enseguida se responde: “Es posible que a uno le pueda gustar más una cosa que a otro, pero mi actitud ante la canción siempre es la del máximo respeto, la de encarar todo con misma dedicación. Un disco doble es como una tela más amplia, entonces uno busca una pintura más ambiciosa”.
Pandemia y después
Inevitablemente y de distintas maneras, muchas de las canciones de El mundo no se hizo en dos días están marcadas por la experiencia de la pandemia. “Fue un parate forzado, que nos puso en la situación de tener que mirar hacia adentro y hacia afuera con otra profundidad. Si bien para mí en algún sentido significó la obligación de ese año sabático que en la normalidad nunca me podía tomar, lo viví con la angustia de saber que le sucedía a todo el planeta”, asegura Aznar.
Muchos recordarán que en aquellos días de pandemia, el músico se asomaba continuamente por las ventanitas virtuales a distribuir canciones, que llegaban como consuelos, a cuenta de futuros abrazos. “No podíamos ser ligeros ante lo que nos amenazaba como una tragedia global y en este contexto hice lo que se hacer: cantar, tocar, grabar y componer. El retorno inmediato de la gente fue muy fuerte y muy importante para mí. Claramente había una falta de abrazos y de pronto sentí la responsabilidad de una especie de carta blanca que me daba el público. Entonces puse toda la carne al asador”, repasa.
Entre las postales de ese tiempo de pandemia y lejanía, quedaron trabajos como Utopía, junto al violinista Ramiro Gallo, y Flor y Raíz, un disco con canciones latinoamericanas, grabado en vivo en la Usina del Arte, con el público siguiendo por streaming.
“En El mundo no se hizo en dos días incluí canciones que escribí antes de la pandemia, pero que al escucharlas ahora asumen un sentido distinto”, cuenta Aznar. “En espejo” y “Corpoland”, un potente alegato contra los ricachones que degeneran el mundo, son canciones de aquel mundo libre de covid, entre las que curiosamente está “Dejando la tormenta atrás”, tema que hoy, de este lado de la pandemia, se escucha de otra manera y remite a la superación de tiempos duros. “¿Viste? En toda canción hay algo de premonición”, concluye Aznar.
Toda música es política
Entre otras cosas, El mundo no se hizo en dos días representa una toma de posición política. Desde la altura musical que lo distingue, Aznar afina su verso y en varias de las canciones apunta a los males de este mundo y sus responsables, sin demasiadas metáforas. Lo hizo también hace un tiempo en un poético alegato en la audiencia pública sobre la explotación petrolífera frente a las costas de la provincia de Buenos Aires, instancia en la que, asegura, volverá a testimoniar el lunes (hoy). “Cualquier toma de posición política u opinión implica no gustarle a alguien, lo sé. Pero sé también que la única manera de gustarle a todo el mundo es estar muerto. Y no es mi caso. Yo opino que ese tipo de explotación petrolífera es pan para hoy y hambre para mañana. Lo pienso y lo digo, porque querer gustarle a todo el mundo es una trampa que te inmoviliza”, afirma.
En esta época de novedades singles y cuentagotas musicales a través de las redes, un disco largo en la forma y conceptual en el contenido también implica una cuestión política. Porque no sólo es una declaración de principios en favor de la canción de autor, sino que además desafía cierto “sentido común” que se supone para las nuevas formas de circulación musical.
“Soy muy Old school”, se reivindica Aznar, que dice que se dio cuenta de la dimensión que podía tener lo que iba a ser El mundo no se hizo en dos días cuando en un viaje de regreso de una gira, apenas reanudadas las presentaciones en vivo, para matar el tiempo se puso a ordenar bosquejos, algunos audios, notas de voz en el teléfono, textos, mensajes que él mismo se mandaba con embriones de canciones e indicaciones para desarrollar en algún momento. “Ordenar y reactivar esos retazos de hacía un tiempo, en algunos casos medio olvidados, fue como empezar colaborar con otro. Pero enseguida los temas se fueron armando y cada uno asumió una identidad propia. Trabajé en los arreglos, escuchando lo que cada canción pedía en cuanto a los colores, pero la banda está muy presente en los momentos de buscar cosas nuevas. Ahí pedía a cada uno que propusiera sus propios caminos. Eso se dio de manera espontánea y terminó de redondear una manera muy colaborativa de trabajar”, dice Aznar.
“Al final elegí veinte canciones que dialogaban muy bien entre ellas y así fue posible armar una trama expresiva con un sentido fuerte. Con tantas canciones no podía sino ser un disco doble, que no podía ni quería largar de a uno por las redes”, continua Aznar. “Me gusta mostrar todo junto. Salieron mellizos y acá están. Lo que sí hicimos fue mostrar algunos temas en los shows en vivo, también para ver cómo funcionaban con el público”, agrega.
Sobre la presentación oficial del disco, habla de abril o mayo del año que viene. “Este es un disco superdivertido para tocar en vivo. Será necesario un largo período de preparación y mucho ensayo, pero estamos seguros de que va a funcionar muy bien”, asegura. “El mundo no se hizo en dos días se encadena con Contraluz, y también con Ahora y Quebrado, que son anteriores. Como trabajo de autor tienen coherencia juntos. Son mi saga”.