Se adelantó Navidad, se adelantó fin de año. Las plazas del país son un gran Obelisco, donde los colores celestes y blancos desfilan, flamean y visten a una nación, que estaba deseosa por ver la imagen que irrumpió todas las pantallas del planeta: Lionel Messi con la copa del mundo en sus manos.

La Selección de Scaloni federalizó la alegría y le bordó una estrella más al próximo diseño de las camisetas albicelestes. Ya no son dos, ahora son tres. El grito de “quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”, que primero se volvió un deseo fervoroso, el domingo 18 de diciembre de 2022 –una fecha que seguramente terminará en la piel de muchos argentinos y argentinas– se convirtió en una consecuencia de la realidad.

Tanto pedirlo, finalmente llegó. El fútbol le tendió un puente de ilusión a una sociedad que esperaba despedir este 2022 con el desbordante grito de “dale, campeón”.

Este mundial se recordará por las interminables cábalas, por irrumpir en las apuestas de aquellos que confiaron en el poderío de algunas escuelas europeas y porque le otorgó carácter de justeza a la figura Messi, elegido como el mejor de esta copa del mundo.

"Tantas veces lo soñé, tanto lo deseaba que aún no caigo, no me lo puedo creer", fueron las palabras del diez tras la coronación y luego extendió su agradecimiento: "Muchas gracias a mi familia, a todos los que me apoyan y también a todos los que creyeron en nosotros”.

Hasta el menos futbolero busca algo que golpear, grita o se suma a decir “feliz Navidad”. Nadie quiere quedarse fuera del relato épico. “Si usted nunca ha sentido ni siquiera el más leve escozor por el más popular de los deportes, seguramente muchas veces se habrá sentido como un paria”, escribió Roberto Fontanarrosa en su Manual del hincha

La calle, tantas veces escenario de luchas y protestas, se volvió el lugar de la sonrisa eterna. “Que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”, circula sin parar en las gargantas que aguantaron las angustias y tristezas de la incertidumbre.

Desde una plaza ubicada en el centro neurálgico de Aldo Bonzi, un barrio de La Matanza que alberga 15 mil habitantes aproximadamente, en este instante transformada en un pequeño Obelisco, florecen estás líneas.

Los bombos y las trompetas suenan sin darle tregua al descanso. La espuma que se suele ver en épocas de carnaval, tiñe de blanco las cabezas de los que festejan como si ya no hubiera mañana. Total para qué.

Edades compartidas. Generaciones variadas en edad, acompañadas con sus padres - muchos de ellos testigos de lo que sucedió en México en 1986– no pueden contener el llanto. En este momento, el desborde emotivo desplaza a la razón y aparece la presencia de Diego Maradona en los recuerdos, en las banderas que van de aquí para allá.

Primer campeonato mundial para Messi, primera Copa del Mundo sin la presencia de Diego Maradona desde el plano terrenal. “Al Diego desde el cielo lo podemos ver con Don Diego y con la Tota, alentandolo a Lionel” entonan desde un cancionero interminable, mientras los parches de los bombos tiemblan.

La abuela de Liniers que motivó el hit “abuela, la la la la”, vive en todas las abuelas de esta plaza (así como en todos los puntos del país) y quienes ven alguna cerca, enseguida disparan la canción del momento.

Todo es grandilocuente. Los adjetivos se alistan en la fila de las resonantes charlas que intentan revivir lo que pasó en el partido con Francia, pero ante el desborde de las estridentes cornetas y silbatos, el diálogo acaba en una conclusión: “Messi es Dios”; “Salud, campeón”.

Llegan videos de distintas plazas de los alrededores de Bonzi. Mismo escenario y una catarata de bebidas que riegan los festejos. San Justo, Tapiales, Ciudad Evita, Tablada y tantos más, que obligan a este cronista a disculparse por no nombrarlos a todos.

La caravana de gente se agolpa y las hamacas, los toboganes, desaparecen de la foto. Los autos tocan bocina al unísono y la gente se identifica con solo mirarse y levantar los brazos, sin medir ni cuestionar formas y estilos de vida. La revolución de los corazones es el epílogo que le faltaba a este año.