Lionel Messi derramó calma sobre la feliz Argentina futbolera cuando en medio de los festejos del domingo en Doha anunció que quiere seguir jugando en la Selección, ahora como campeón del mundo. Pero se le exige bastante más. E incluso antes de la memorable final ante Francia empezó a meterse presión para que el capitán argentino estire su carrera hasta el Mundial tripartito de Estados Unidos, Canadá y México en 2026. Para ese entonces, Messi tendrá 39 años. Una edad elevada para sostenerse y brillar en la elite del deporte.
Se comprende la pretensión. Messi es un genio del fútbol, uno de los cinco mejores jugadores de todos los tiempos. Para las nuevas generaciones, seguramente el mejor. Alguien al que todos queremos seguir viendo y disfrutando y que a sus 35 años, ha demostrado estar en la plenitud de su carrera. Acaso sin las piernas frescas de sus años iniciales. Pero con toda la sabiduría, la maestría y el entendimiento de un supercrack que se reinventa cada vez que entra en juego. A la edad en la que la mayoría recorre las comarcas del ocaso y vive de sus viejas glorias, Messi ganó una Copa del Mundo y el Balón de Oro al mejor jugador del certamen. Pero el paso del tiempo puede entregar imágenes crueles. Cuatro años suelen ser demasiado en el escalón más elevado del deporte. Allí donde él está desde hace 17 temporadas.
Es cierto que su vida es ordenada y que su físico no ha sobrellevado lesiones graves. Tanto como que la preparación física, la medicina, la biomecánica y hasta la psicología ofrecen recursos que antes no estaba disponibles para que los megadeportistas puedan extender su campaña hasta donde antes era imposible. Pero más allá de la profunda emoción y el íntimo orgullo que nos ha provocado verlo jugar en Qatar, parece exagerado exigirle a Messi un nuevo esfuerzo con tal de satisfacer nuestros deseos de que otra vez en 2026 ,esté capitaneando a la gloriosa casaca celeste y blanca. Messi sabe que si los concediera, no será un actor de reparto. A los 39 años, deberá ser el protagonista de la demanda multitudinaria e ir a buscar el cuarto título del mundo.
Cuando se aquiete el hervor de los festejos populares y podamos pensar con más claridad, sería bueno dejarlo tranquilo a Messi, no invadirle su privacidad y que él resuelva lo quiera hacer. Por lo que se le ha escuchado, daría la impresión de que la decisión ya está tomada y que él mismo sabe que difícilmente el físico le de para jugar con dignidad el Mundial 2026. Pero que todavía le queda paño para llegar, al menos, a la próxima Copa América de 2023. Ese es el objetivo que se ha fijado.
Pretender que en medio de las pasiones que sigue despertando el Mundial de Qatar, Messi asegure que dentro de cuatro años irá por su sexta Copa del Mundo tiene más que ver con nosotros que con él mismo. Con nuestros legítimos deseos de que cada vez que salga a la cancha con la camiseta de la Selección, sea la penúltima función y no la última de un predestinado como él.