Este de Qatar, a priori –porque nunca se sabe– fue el último Mundial con Messi. También fue el primero sin Maradona. Dos de las personas que más sonrisas y alegrías contagiaron a los argentinos y a las argentinas, millones de almas que vibraron en cualquier parte del mundo por lo que transcurría durante 90 minutos en un rectángulo de césped. Ambos inmortalizados en la garganta de Víctor Hugo Morales: el irrepetible barrilete cósmico y el “aladino eterno”, la más reciente creación del relator.

Es raro no verlo en la tribuna, no ver a la gente enloquecer cuando aparece, lo que transmitía, lo que le hacía sentir al resto. Va a ser especial que no esté presente. Él amaba la Selección. Siempre estuvo y siempre va a estar desde algún lado”, decía el astro rosarino unos días antes del inicio de Qatar 2022. Maradona, por su parte, también habló mucho de Messi. Dos de las más recordadas: en 2012, en TVR (Canal 9), Diego dijo con la sabiduría popular que lo caracterizaba: “Las comparaciones son odiosas pero esta comparación es hermosa. Los dos zurdos, los dos argentinos, los dos brillamos. Jamás me van a sacar una palabra en contra de Messi”. Cinco años más tarde, en 2017, Diego sentenciaba en un diálogo con periodistas de TyC Sports: “Messi no necesita salir campeón del mundo para ser el mejor de la historia”.

Más allá de la injusticia que supone compararlos, lo cierto es que las vidas de ambos genios -bajitos, rápidos y zurdos, bendecidos por la genética y diestros en el arte de aprender- se trenzaron en diversas oportunidades. Debutaron en la Selección ante el mismo equipo: con 16 años, el 'Pelusa' se estrenó con la camiseta albiceleste ante Hungría en un amistoso en la Bombonera. Messi también debutó con Argentina ante Hungría, pero la suerte de este último 10 fue más esquiva: Leo se fue expulsado a los 50 segundos del encuentro. En aquel momento, fue consolado por el capitán en ese entonces: Roberto Fabián Ayala; en el presente, miembro del cuerpo técnico y ayudante de Lionel Scaloni. Hoy, el fútbol consagra otra maravillosa coincidencia: los dos astros del Barcelona y emblemas de la selección, obtuvieron un campeonato mundial y un subcampeonato.

El mejor maestro, el mejor alumno

En 2006, durante el Mundial de Alemania, un Diego esbelto y rejuvenecido festejaba desde la tribuna el debut de un jovencísimo Lionel Messi en una Copa del Mundo. 16 años después, Messi se convierte en el jugador que más partidos disputó en este certamen. En 2009, Fernando “el profe” Signorini, publicó su libro “Fútbol, un llamado a la rebelión” y narró el día en que Maradona le enseñó a patear tiros libres a Messi. “Leito, Leito, vení, papá. Vamos a hacerlo de vuelta”, decía a la manera de un profesor con un alumno. Y siguió: “Poné la pelota acá y escuchame bien: no le saques tan rápido el pie a la pelota porque si no ella no sabe lo que vos querés”. Entonces, la acarició con la zurda y la clavó en el ángulo, inflando la red ante la mirada de admiración de Messi.

En 2010, Sudáfrica los unió. Con Diego en el banco (con traje, pelo largo y barba canosa) y Messi en la cancha, nada podía salir mal. Diego lo volvió su capitán y reemplazó al jefecito Javier Mascherano en el tercer partido. Aunque enfrente estuvo Alemania y las ilusiones se aplastaron con un 4-0 demoledor, la historia dirá que durante tres semanas la pelota estuvo feliz como desde hacía muchísimo tiempo no lo estaba.

Cuando Maradona falleció, en noviembre de 2020, entre todos los homenajes que se le hicieron, Messi practicó el propio. Convirtió un gol ante el Osasuna y debajo de su camiseta del Barcelona dejo ver la Newells: la misma que había usado el astro del 86 en su paso por el club rosarino. Tiempo más tarde, el crack del PSG contaría cómo se enteró de su muerte: “Estaba en mi casa, me llegó un mensaje de mi papá y enseguida puse la tele y me enteré de todo. Una locura, la verdad que no lo podía creer. Si bien sabíamos que Diego no estaba bien, nadie imaginaba que iba a pasar eso que pasó. Nadie puede creer que Maradona haya muerto, que Diego no esté más”.

¿Un Messi maradonizado?

Aunque a algunos los messistas no les convenza tanto el mote periodístico que apunta a la “maradonización de Messi” durante el último tiempo, lo cierto es que hubo un cambio de actitud por parte del papá de Mateo, Thiago y Ciro. En el final de su carrera se peleó con la Conmebol, se despachó contra la FIFA, denunció injusticias arbitrales, discutió a viva voz con rivales y se pecheó con tantos otros (queda en el recuerdo la tensa situación con el pitbull chileno Gary Medel). Sonrió como nunca y su sonrisa contagió a todos, incluso, a los todavía incrédulos, a los que aún desconfiaban del hecho de regalar su admiración y orgullo a un jugador tan perfecto. A un Dios sin fisuras, como si eso fuera posible.

Jorge Valdano dijo en una entrevista con TyC que “Messi está 'maradoneando' en el Mundial”. El profe Ariel Scher, con cintura narrativa explica la metáfora: “Cierto que, en notorios altavoces comunicacionales, los paralelismos entre el 10 y el 10 retumban como show o como palabreríos rimbombantes, pero, en este contexto, la expresión ‘maradonear’ designa lo insuperable y refiere, una vez más, a que Messi le añadió Messi a Messi”.

La cualidad de referente, el desborde a la superficie de su mando, un jefe adentro y afuera de la cancha: líder indiscutido de la manada de amigos que este domingo disputó una nueva final. Y sus compañeros, obnubilados por compartir un rato del deporte más maravilloso con un pedazo de la historia viva. La sensación de estar haciendo historia en pleno presente, esa sensación que solo se experimenta al lado de sujetos muy especiales que trascienden cualquier razón, cualquier reflexión, cualquier cálculo de espacio y tiempo.

Los murales, los homenajes, los rituales en torno al Dios del fútbol que se fue. Las celebraciones, los festejos, la admiración eterna frente al Dios del fútbol que se convierte en leyenda. Será que ambos regalaron tantas alegrías al pueblo que el pueblo termina por abrazarlos y deseando el triunfo nacional. En definitiva, siempre la gloria individual de Maradona y de Messi fue la gloria colectiva. Figuras a la fuerza; estrellas brillantísimas incluso cuando no desearon brillar.

“Ohhh, esto es para Diego, que nos mira desde el cielo”, cantaron los jugadores con un grito a pura emoción. Y aunque los tiempos actuales se perfeccionan en derrumbar certezas, de algo se puede estar seguros: el Diego está alentando desde alguna parte. En el fondo, Messi sonríe aliviado: cuando perdió las formas afuera de la cancha, adentro su fútbol fluyó y se convirtió en el más argentino de Argentina. Y trajo la Copa, la más querida. La tantas veces soñada.

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