Desde Doha
La Copa del Mundo empezó a despedirse, y la cuenta regresiva comenzará rápidamente para recibir al próximo torneo que tendrá lugar en Estados Unidos, Canadá y México.
Lo que ocurrió en Qatar 2022 será difícil de olvidar, no sólo por el título que logró la Selección Argentina, sino por la particularidad que tuvo el Mundial al desarrollarse en una sola ciudad.
Doha permaneció en el centro de atención ya que tuvieron que pasar 92 años para que vuelva a ocurrir algo similar. La única vez que había sucedido de esa manera fue en 1930, cuando el certamen -el primero de la historia- se realizó en Montevideo.
La cultura de este país está muy distante a lo que ocurre en occidente, y los contrastes sociales fueron múltiples. Las controversias que provocaron las muertes de los hombres que trabajaron en la construcción de los estadios y en gran parte de la escenografía actual, no pasaron inadvertidas a lo largo del torneo, aunque el foco se fue corriendo lentamente hacia la organización del Mundial, que fue correcta y efectiva.
Los detalles estaban contemplados en toda su dimensión, y la FIFA se encargó que todo estuviera en orden y en su debido lugar. Una de las cosas más asombrosas fue el traslado de la gente hacia los tres estadios que no tenían terminal de metro. En esos casos había que continuar el viaje en micro.
El movimiento de entre 40 mil y 60 mil personas fue elogiable, tanto de ida como de vuelta, en un despliegue impactante. Las caravanas de vehículos oficiales era enormes, y todo transcurrió con normalidad, principalmente en el momento de los caminos diseñados para circular a pie.
Qatar cuenta con un costado glamoroso pero también con una parte mucho más humilde, en donde los inmigrantes se instalan en condiciones precarias. Sin embargo, la mayoría de ellos están conformes con lo que les toca, y agradecen al país la hospitalidad y la oportunidad de tener empleo.
El dinero que recaudan se lo transfieren a sus familiares, para poder aportar a una economía mucho más golpeada, que en su gran mayoría es de los países africanos.
El campeonato de fútbol se vistió de gala en medio de esa realidad, y el balance fue muy positivo. La imagen del final, con el emblema Lionel Messi levantando la Copa en el estadio Lusail fue lo que la FIFA estaba deseando, para exhibirle al mundo la imagen del rosarino agradeciendo al cielo por lo que le tocaba atravesar.
Las estrellas futbolísticas brillaron en gran medida, como los casos de Modric, Mbappé, Hakimi, y los que no pudieron sobresalir fueron Neymar, Courtois y Gündogan, aunque el nivel general fue sobresaliente. La conformidad del mandamás Gianni Infantino, que viajaba a los estadios en helicóptero, fue total. Y lo que más le gustó fue el respaldo que recibió de los jugadores actuales y de los anteriores, que recibieron invitaciones especiales y también participaron de una Copa de Leyendas para su entretenimiento.
Lo recaudado por la entidad con sede en Zurich pasó los dos mil millones de dólares, en tierra donde el petróleo es el máximo exponente comercial. El poder de Infantino, de esa forma, dio un paso gigantesco en esta ciudad.
El fútbol recuperó su nivel luego de lo que se vio en Rusia hace cuatro años, a pesar de que las sospechas por jugadas oscuras afuera de la cancha le hagan un poco de sombra.