Un basural en pleno corazón de uno de los tantos barrios pobres de la capital provincial fue el escenario donde se produjo el crimen de Pablo Cejas, el oficial de la policía santafesina que en los últimos cuatro años había denunciado la connivencia entre sus jefes y narcotraficantes, y que había sufrido dos intentos de asesinato. La autopsia reveló que Cejas tenía 21 heridas, dos proyectiles alojados en su cuerpo y recibió entre 9 y 12 disparos. El médico forense Pascual Pimpinella detalló que "las heridas fueron producidas por un arma de calibre grueso en cabeza, tórax y abdomen. El corazón estaba casi destruido porque la mayoría de los disparos fueron a esa altura".

El brutal asesinato conmovió al gobierno provincial: a media mañana habían hablado en los medios tanto el fiscal regional Jorge Nessier como los máximos responsables del Ministerio de Seguridad provincial: el ministro Maximiliano Pullaro y el subsecretario de Investigación Criminal y Policías Especiales, Rolando Galfrascoli.

Los funcionarios políticos se apuraron en señalar que el brutal asesinato no tenía vínculos con las denuncias. Nessier también se manejó en el mismo sentido, pero se encargó de agregar que "ninguna línea de investigación está cerrada".

Confirmaron que luego de las denuncias efectuadas, Cejas tenía custodia aunque "no tenía un guardia permanente, pero sí un control sobre sus movimientos". Esto de por sí agrava el cuadro: una persona que podía ser el blanco de un ataque efectivamente lo fue. Es más, ese mismo día cumplió servicio de custodia adicional en una entidad bancaria, según el fiscal.

Más prudente estuvo el ministro de Gobierno, Pablo Farías, quien consideró que la muerte del policía es "un hecho desgraciado, una muerte violenta". El funcionario se mostró preocupado por la situación y destacó que "en su desempeño como policía había demostrado una gran valentía de denunciar hechos que se están investigando".

Lo concreto hasta el momento es que el calibre de las vainas halladas son nueve milímetros, el mismo calibre que las armas policiales, y de la que portaba la víctima aunque no se la encontró en el lugar del crimen. También está claro que a Cejas lo ejecutaron, y que de ningún modo se trató de un intento de robo. Eso explica la cantidad de balazos. Cejas no debía sobrevivir al ataque. La cantidad de impactos de bala lleva a los investigadores a suponer que las armas utilizadas en la ejecución del crimen fueron al menos dos. Una pudo ser una pistola, ya que el sistema de funcionamiento hace que desaloje las cápsulas servidas y posiblemente también se usó un revólver.

Los pesquisas hallaron el teléfono celular de Cejas, que será sometido a peritajes criminalísticos de rigor con la finalidad de establecer con qué personas se comunicó durante su último día de vida, y aquellos que lo llamaron. Esto puede determinar con quién habló y si lo citaron en un lugar particular que se convirtió en una emboscada mortal. Eso también ayudaría a develar si hubo autores intelectuales del crimen y autores materiales. Se sospecha de un menor de edad como ejecutor, cuya fotografía la propia policía difundió desde los primeros minutos del hecho.

Por su parte el diputado provincial por el Frente Social y Popular, Carlos del Frade denunció ayer que " Cejas fue asesinado por la mafia narcopolicial santafesina. En Yapeyú, donde lo acribillaron, había denunciado 34 puntos de venta ilegales de sustancias psicoactivas. Nosotros hicimos un pedido de informe en mayo de este año a raíz de esas denuncias de Cejas. Nunca lo protegieron. Al contrario. Y no hay mafia narcopolicial sin apoyo de algún nicho corrupto del poder político".