“Los muchachos ya están en casa”, dice Daniel recostado en el pasto alrededor del predio de AFA, en la localidad bonaerense de Ezeiza, descansa después de dos horas de caminata. “Es histórico, nos trajeron la Copa”, agrega Mercedes, emocionada, al llegar a los alrededores de lugar donde la Selección Argentina de fútbol pasara su primera noche en el país. Son las 2 y media de la madrugada del martes, y en oleadas cientos de personas siguen llegando, embanderadas con la celeste y blanca. Surgen desde todos los lugares, desde la oscuridad de los alrededores del predio. Vienen a festejar, vienen solo para compartir la alegría del triunfo. Y no hay vallas, ni horarios, que puedan poner un límite al festejo.
Mercedes llega caminando por la autopista Ricchieri, entra al espacio verde que se delimitó para el festejo, rodeando al predio y explica: “Vimos por la televisión que había llegado el avión y nos vinimos”. Son las 2:40 de la madrugada. Ella está con su familia, tres hijos y su esposo. Son parte de los miles que siguieron “el recorrido de la Copa” por TV y decidieron sumarse al festejo a último momento. Y entran con los que llegan demorados por el colapso de tránsito que impidió ya desde las 20 horas, el acceso al lugar, como les pasa a Tomás que viene de La Plata, o a Federico de Ensenada.
“Ellos son el orgullo, trajeron la gloria”, asegura Mariela que también llega de madrugada, en moto con su compañero y su hijo Néstor, que sonríe feliz, abrazado a su padre. Viven “acá nomás”, en Moreno, dice. “En moto llegamos rápido”, agrega cómplice, rodeada de la gente que sigue entrando y entrando al lugar. “A verlos pasar”, “para estar acá y festejar”, “para acompañarlos”, explican a Página|12 quienes llegaron más temprano, a este espacio verde totalmente tomado por los hinchas argentinos que esperan a “La Scaloneta”. Con carpas y reposeras, algunos llegaron desde el mediodía.
Entre las voces que se superponen, saltan y corean cánticos futboleros, esta marea humana se agiganta, minuto a minuto, crece, desde que comenzaron a llegar los primeros grupos de gente, alegre y agradecida, para acompañar a “los muchachos”, a coronar el triunfo “con el amor de la gente”.
La gente que sigue llegando en oleadas, persistentes, caminando los últimos kilómetros por la autopista, peregrinando hace el lugar donde “Messi y los muchachos” pasaran su primera noche en el país, luego de la épica deportiva que ofrecieron al ganar el campeonato. No importa si no pueden ver el micro que los traerá al predio de la AFA, no importa si la ruta queda queda lejos, porque “hay tanta gente que es difícil llegar” a las banquinas del camino. Lo importante es “estar acá, para eso viajamos”, cuenta Humberto a esta cronista. Es santafesino, vino en micro y luego tomó un colectivo urbano que no pudo llegar hasta el predio. “Por el tránsito” desde el cruce entre la Ruta 4 Diego Armando Maradona y la autopista Pablo Ricchieri, “hubo que caminar”, señala.
La banquina derecha del ingreso a Ezeiza por la Ricchieri, en las horas previas al momento del aterrizaje del avión en Ezeiza, fue el camino señalado para una peregrinación constante. Con banderas y con conservadoras para bebidas. Portando la celeste y blanca "en el cuerpo y en el corazón", dice Natalia, y se golpea el pecho.
Desde las diez de la noche es difícil el acceso al lugar. La cantidad de coches que llega, con banderas, familias o grupos de amigos, y en muchos casos el volumen de la música a tope, hace colapsar los ingresos. Ya entre Aldo Bonzi y Tapiales, se avanza a paso de hombre. Incluso algunos caminan entre los autos para llegar. Y entre los vehículos particulares y algunos colectivos que pueden sostener su recorrido, los carros de los grupos especiales: Halcones, sobre todo, avanzan hacia el lugar.
El sistema de seguridad que se montó incluye 3.330 efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), Gendarmería y agentes de la Federal, la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires. También Bomberos Voluntarios y Seguridad Siniestral. Pero la euforia del festejo no dejó incidentes en la noche de Ezeiza. El predio se mantuvo rodeado por un cerrado cordón de policías perpetrado sobre el muro –para impedir que los más osados puedan saltarlo. Nada de eso sucede. “Esta locura linda -como define un docente que llega de San Miguel- es parte de nuestra cultura, y es genuina, lo estamos viendo”.
Una Copa gigante cuelga desde una grúa. Alrededor hay gente de Tigre, de Calypole, de González Catán, tierra de Gonzalo Montiel, o del Talar, los pagos de (Nicolás) Otamendi. Hay un muñeco gigante, que "hoy es un Messi" explica el mecánico que lo construyó, Aldo Galetti. Fue para el Mundial '78. Y lo sacó a la calle también en el '86. Y dice: “Es poco todo esto comparado con lo que ellos hicieron por nosotros, por eso había que estar acá”. Sonríe. A su lado, una niña hace flamear una bandera que tiene escrito: “Divina Argentina”.
Sobre una banquina, dos adolescentes sostienen otra que lleva la inscripción casera de: “Leandro Paredes y Gonzalo Montiel, orgullo matancero”. Hay muchas banderas con la silueta de las Islas Malvinas. De Maradona también. Como la que traen Amado de 9 años y Alexis de 10, que esperan junto a sus familias ver pasar a "los muchachos". Vinieron de Grand Bourg. “Caminamos casi cuatro horas”, cuentan. “Pero era emocionante, todos peregrinando, porque la alegría se contagia”, dice Priscilla, que trabaja en un shopping de Tortuguitas y lamenta que este martes tiene que trabajar.
Tomás, de solo 6 años, le cuenta a esta cronista por qué se habla de Malvinas en los cantos de celebración, como en la canción que ya se convirtió en himno: “Es que los soldados compitieron también, con los ingleses que se querían quedar con todas las islas”. Su primo Francisco de 14 años, agrega que Francia era difícil, porque también es un buen equipo. Pero, con suspicacia, tararea el canto destinado a los jugadores nacidos en las colonias y cómo fueron nacionalizados franceses. Eso valoran de Messi "que nunca se vendió, ni se nacionalizó europeo, no fue español, perseveró y cuando nadie lo esperaba, lo logró", destaca el padre de los niños. Lo importante es "estar acá y que los hijos disfruten", agrega.
Norma y su marido están con sus hijos y nietos. Vienen de Moreno "para recibir a la Selección, porque sufrimos hasta último momento, pero ganamos, hubo recompensa, y llegó la gloria". Carlos, que es peruano, cuenta que "el momento en que campeonamos, fue una alegría desbordante”. Y señala que hoy “es el momento de olvidarse los problemas por la alegría que nos dieron los muchachos, esto ayuda a unirse y es bueno para el país, no existen diferencias ni rencores, ni Boca ni River, y podemos dejar de lado los contratiempos que está afrontando el país, económicos y políticos”.
Cuando cerca de las cuatro de la madrugada, La Scaloneta arribó al predio, la euforia fue total. Algunos arrodillados en el césped, agradecían. Otros saltaban y coreaban. Hubo fuegos artificiales y cantos de cancha con vientos y redoblantes. Los jóvenes corrían entre los coches --que ya salían del predio--, para poder estar más cerca de la ruta. Y aunque muchos ni siquiera pudieron verla pasar, habían estado allí. En el momento histórico, y agradecidos, como dice Daniel, "porque nunca perdimos la fe".