Paolo Sorrentino espera a los periodistas de medios internacionales, entre los que está Página/12, sentado en un sillón en uno de los majestuosos jardines del hotel Mamounia de Marrakech, adonde viajó para presidir el jurado de la Competencia Oficial de la 19º edición de Festival Internacional de Cine de la ciudad marroquí, realizado en noviembre. Cuando llega el momento de las presentaciones y este cronista dice su nombre, casi como un acto reflejo responde: “Ah, como Lavezzi”. El futbolista Ezequiel Lavezzi, antes de su efímera etapa de sex symbol nacional durante el Mundial de Brasil 2014, marcó 48 goles en los 188 partidos que disputó en el Napoli entre 2007 y 2012. Y el corazón de Sorrentino, como el de todo buen napolitano, palpita al ritmo de los caprichos de la pelota. Pero el fútbol es mucho más en su vida, como demostró en la que hasta ahora es su última película, Fue la mano de Dios.

No hay que ser un iluminado para suponer a qué mano se refiere el director de La gran belleza (2013), Juventud (2015). Mucho menos el nombre del Dios al que le reza.

Nominada al Oscar a Mejor Film Extranjero, la producción de Netflix propone una historia de indudable impronta autobiográfica que sigue a un adolescente en la ciudad italiana durante la década 1980. Una década marcada por el poder de la camorra, la crisis económica y los años más esplendorosos de Diego Maradona, quien llevó al equipo de remera celeste hasta la cima de Italia primero y de Europa después –durante el periodo maradoniano el club consiguió los dos únicos scudettos en la liga local y la Champions League– y, con ello, embriagó a la ciudad de orgullo y dignidad.

Al igual que el protagonista de Fue la mano de Dios, Sorrentino amaba al 10. Tanto lo amaba, que durante las entrevistas promocionales de esa película llegó a afirmar que gracias a él conoció “la belleza del arte”. “Maradona no fue solo un futbolista, fue algo mejor, otra cosa. Cuando de chico iba a la cancha, no era solo para ver un partido de fútbol, porque lo que pasaba ahí era muy cercano al arte. Por eso dije eso. Lo del cine fue algo que surgió después”, cuenta.

-Fue la mano de Dios es su trabajo más íntimo y personal. ¿Qué lo llevó a filmarla? ¿Por qué en ese momento y no antes?

-No sé exactamente, pero creo que la pandemia tuvo mucho que ver. El encierro generó una suerte de introspección ante la imposibilidad de comprender la realidad, y los directores no fuimos la excepción. Por eso hubo varias películas autobiográficas en los últimos meses, como Belfast, de Kenneth Branagh, o ahora The Fabelmans, de Steven Spielberg.

-Al igual que The Fabelmans, su película no es solo una autobiografía, sino también una historia de amor al cine.

-Sí, porque hacer una película sobre mi historia implicaba sí o sí involucrarme con mi amor por las películas. También hay algo en el paso del tiempo que influyó: tengo más de cincuenta años, una familia... me gustaba la idea de contarles a mis hijos cómo fue mi pasado a través una película.

- ¿Por qué cree que, incluso tratándose del deporte más popular del mundo, no hay tantas películas sobre el fútbol?

-Una de las razones es que en los Estados Unidos el fútbol no tiene tantos seguidores con en el resto del mundo, y los norteamericanos filman muchas películas deportivas porque entienden mejor que nosotros que el deporte es una buena cantera para encontrar historias. Por otro lado, no es fácil filmar el fútbol desde el punto de vista técnico: hay 22 jugadores moviéndose por donde quieren, la pelota puede ir muy rápido de una punta a la otra... quizás se podría resolver usando una pelota digital, pero no sería lo mismo.

-Usted suele incluir cuestiones estilísticas muy particulares en la pantalla. ¿Es algo premeditado?

-Me sale así. Cuando busco locaciones, empiezo a figurarme en la mente a los actores y la manera de filmarlos. El primer día de rodaje me tomo quince minutos para estar solo y ultimar detalles, pero no tengo una fórmula ni un método. Las cosas pasan en mi cabeza.

-En Fue la mano de Dios, sin embargo, mostró un estilo diferente, menos exuberante y más íntimo….

-Sí, al principio traté de hacer las cosas igual que siempre, pero en un momento nos miramos con el director de fotografía y nos dimos cuenta de que no estaba funcionando, que no sería interesante si seguíamos así. Así que decidimos dejar la cámara más quieta, detenernos en pequeños detalles, y ahí empezó a tomar vida.

Fue la mano de Dios

-Más allá de esas películas de corte autobiográfico e intimista que mencionó antes, hay una corriente de cine con mucha reputación que prioriza las cuestiones sociales por sobre todas las cosas. ¿Qué opina de ese fenómeno?

-Soy un poco anacrónico y me interesan los seres humanos, así que siempre estoy buscando proyectos que incluyan cuestiones relacionadas con eso. Desde ya que veo todo tipo de cosas, pero las películas de "problemas sociales" no son mis preferidas. Habría que preguntarles a quienes las hacen qué les interesa de eso. Mi teoría es que tenemos la sensación de que la realidad está cambiando y, como no es sencillo encontrar explicaciones, quizás las busquen a través del cine.

-¿Puede enseñarse a dirigir o es algo que depende del talento?

-En todos los aspectos de la vida, incluso para alguien como Maradona, es un mix entre talento, estudio y concentración. Yo no creo que tenga un gran talento, pero sí la capacidad de haber aprendido cómo trasladar un mundo interior al lenguaje audiovisual.

-Si le dieran la oportunidad de elegir un superhéroe para filmar una película, ¿a quién elegiría?

-No sería un superhéroe, pero me encantaría hacer una de James Bond. Incluso hace unos años me crucé con los productores y les dije: "Déjenme hacer una a mí". Y ellos respondieron: “No”.

“El cine está en un momento de crisis”


Sorrentino nació en 1970 y empuñó sus primeras cámaras cuando el streaming era algo digno de una novela de ciencia ficción y las series llevaban tatuadas en la piel el mote de “hermanas menores” de las películas. Pero la realidad, como casi siempre, superó a la ficción, al punto de que hoy es posible ver lo que sea desde un celular y los principales actores de la industria audiovisual destinan el grueso de sus recursos a películas y, sobre todo, series que abastezcan sus catálogos. Bien lo sabe Sorrentino, que dirigió las miniseries The Young Pope (2016) y su secuela The New Pope (2020), y encontró financiación para Fue la mano de Dios en Netflix. “Hay directores y guionistas maravillosos trabajando para las plataformas, y si algún cineasta acostumbrado a llevar público a las salas tiene la oportunidad de hacer una película para streaming, es el momento ideal porque el cine está en un momento de crisis”, afirma.

-¿Piensa diferente sus trabajos según sean para una plataforma o para el cine?

-No, para nada. Aprendí a hacer películas de una única manera hace varios años. Cuando hice series para televisión, trabajé como si fueran películas porque es lo único para lo que me siento capacitado. En ese sentido, no hago diferencias entre las plataformas y el cine. De todas formas, sé que soy un hombre con suerte porque tengo la libertad absoluta para hacer lo que quiera.

-Pero hay películas en las plataformas que se verían mucho mejor en una pantalla grande.

-Sí, y también pasa al revés: películas que uno ve en un cine y piensa: "Esto podría haberlo visto en una plataforma". Cuando veo algo en la computadora, lo hago solo y en una pantalla lo más grande posible. De cierta manera, creo que replico el contexto de una sala. Si uno se lo propone, se puede alcanzar el mismo grado de concentración y capacidad de sentir viendo películas en una plataforma que en el cine. Sí es distinto si uno quiere ver cosas en un celular.

-La contracara de las plataformas es el cierre de salas…

-Es que las cosas están cambiando. Años atrás, al menos en Italia, algunas películas que eran consideradas "medianas" estaban en los cines y funcionaban muy bien. Ahora eso no ocurre, ni siquiera tienen la chance de estrenarse, y entonces entran a jugar las plataformas. Creo que lo que veremos en el cine en el futuro será muy diferente: tendremos los blockbusters y algunos directores importantes que intentarán adaptarse a esa nueva realidad.

- ¿Y qué ocurriría con los directores jóvenes?

-Para ellos será más difícil, porque cuando yo era joven tenía la chance de hacer alguna película chica, y eso ya no ocurre. También es cierto que en mi época era mucho más dificil llegar a filmar y hoy, con las plataformas y las series, es posible abrirse alguna puerta. Lo bueno de las plataformas es que hay más oportunidades de trabajo.