Cuatro sabedores, a razón de uno por cabeza, se pusieron a escribir la historia de Aquelarre. Rodolfo García, Héctor Starc, Emilio del Guercio y Hugo González Neira fueron entonces alma y música de cañón para que Gustavo Bolasini, Felipe Surkan, Lucas Fernández y Miguel Dente pusieran manos en la obra de rescatar a una de las bandas más maravillosas -sin exagerar- de la historia del rock argentino. Titularon el libro como Canciones de cielo final, lo publicó Disconario y tiene como eje manotearle al olvido el devenir total del grupo, desde sus principios en la Argentina, el período español, la separación al regreso de allí y los retornos finiseculares. “La idea surgió como desprendimiento de un libro que comenzamos a escribir con Bolasini en el que pretendemos relatar la historia de la música progresiva argentina a través de protagonistas fundamentales y de otros que no habían tenido la posibilidad de trascender porque no llegaron a editar su álbum”, dice Surkan, conductor del programa radial de culto Viajero inmóvil, dueño del sello discográfico epónimo y coautor de Todo tiempo posible estaré con vos, libro sobre vida y obra de Crucis. “Revisando el material escrito, nos dimos cuenta que también había suficiente data como para hacer lo mismo con Aquelarre, un grupo al que por cierto todos admiramos. Y así fue”.

Pese a ser una banda con un continente poético lo suficientemente rico como para tornar difícil la elección de un nombre, el elegido fue consensuado. Según Bolasini, periodista especializado en rock progresivo, salió naturalmente “casi por decantación”. “Nos gusta el significado, porque se trata de una especie de mantra o de canto de libertad en el sentido más amplio de la palabra, por eso de 'todos juntos están en el parque cantando canciones de cielo final', como reunidos en un acto de felicidad que en su momento era la oposición a la represión de la dictadura, y que en definitiva es lo que provoca escuchar la música de Aquelarre, antes, hoy y siempre”.

La tarea de Surkan y Bolasini fue el eje central de este libro que, a lo largo de casi trescientas páginas, cuenta vida y obra de Aquelarre utilizando como fuentes, además de revistas Pelo y Expreso Imaginario, reseñas en diarios, sitios virtuales de los protagonistas y entrevistas propias. Fernández, operador de Radio Nacional Córdoba y conductor de otro programa emblemático de la cultura rock argentina (Mama Rock), sumó precisamente audios de reportajes exclusivos realizados a los protagonistas, mientras que Dente, dueño de Disconario, delineó el texto final.

-¿En qué aspectos resignificaron personalmente sus impresiones sobre la banda tras el resultado final del libro?

Lucas Fernández: -Creo que uno de los aspectos fue terminar de convencernos de lo importante que es esta banda dentro de la historia del rock cantado en castellano, por sus apuestas artísticas, por su desafío de cruzar el océano, por su inclaudicable trabajo en equipo, por su estética en lo sonoro y en lo gráfico, y por ser tal vez una de las pocas agrupaciones de rock argentino que no se parece a otra. Nadie intentó emular el sonido de Aquelarre y la banda también tuvo la cualidad de permitir que todos cantaran, algo un tanto inusual y novedoso. Otro aspecto que me sorprendió a trabajo terminado fue descubrir la cantidad de gente interesada en conocer la historia de la banda. Charlando con Del Guercio, cuando recibió el libro, reflexionábamos sobre el público cautivo que tiene Aquelarre, “algo similar a lo que sucede con Vox Dei”, me decía él…

Miguel Dente: -A mí me sorprendieron algunos hechos puntuales que no desconocía por completo, pero que terminaron siendo más impactantes de lo que pensaba. Hablo de su metodología de trabajo tan rigurosa, desde los horarios hasta los arreglos, un poco a contramano de lo que se suponía era el rock en sus inicios, más “improvisado” si se quiere. Por esa misma razón, ser pioneros en la cuestión independencia, en su desarrollo como banda, el abarcar todas las fases creativas y burocráticas de la actividad artística. También el entender que cuando habían llegado a un “techo” en la Argentina podían lanzarse fronteras afuera… ¡Europa, qué arriesgado! Y por último, con ese orden coherente que profesaban, realizar una despedida formal de la agrupación para sus seguidores de siempre.

-En el prólogo que se reparten entre los cuatro dicen que Aquelarre les modificó un poco la vida. ¿En qué sentido?

L.F.: -En mi caso, no sufrí la separación de Almendra por una cuestión generacional, porque soy clase ’82. Sin embargo, cuando comencé a bucear en la obra de Spinetta, me di cuenta de que su primera banda solo había grabado dos discos. Entonces quise ver por dónde habían continuado sus integrantes y me topé con Aquelarre, que me sedujo por sus letras, por los cortes de las canciones y lo “progresivo”, si se quiere. Es más, una frase de Aquelarre me persigue desde aquel descubrimiento: “Toda flor que nace en el baldío tiene problemas”, del tema “Canto cetrino”, que está en el disco Siesta. Fue revelador.

-¿Es lo investigado sobre la estadía del grupo en España lo más significativo del trabajo? Hasta acá no se había indagado mucho en ella…

Gustavo Bolasini: -Creo que es una parte significativa dentro de un libro muy amplio y abarcativo, ya que va desde la génesis del grupo hasta la actualidad, pero entiendo el sentido de la pregunta, porque es la etapa menos conocida aquí de la banda. Quizá se sabe algo porque se instaló como un mito el hecho de que Aquelarre fue uno de los pilares en llevar el idioma español a la música de rock en su propia tierra de origen, cosa que es absolutamente cierta y que fue sumamente importante, pero no es lo único, porque se transformaron de a poco en una de las bandas más grandes de la península. Hicieron más de trescientos shows por toda España, fueron números centrales en la TV, radio, en otros medios y festivales, marcando una impronta que permanece hasta nuestros días, demostrando que eran una agrupación de primera línea con una estética y sonido propios.