Una ciudad tiene cientos de ciudades adentro. Cada barrio, cada esquina, cada cuadra es un mundo distinto, un ecosistema que reúne personas, costumbres, comercios y maneras de estar en el mundo que no necesariamente son iguales a las de otras partes de una misma ciudad. El espacio urbano es un entramado de universos que es muy difícil de entender o captar en su totalidad. ¿Cuántas ciudades viven adentro de una misma ciudad? ¿Qué tanto se parecen sus habitantes entre sí? ¿Existe un proyecto urbanístico sólido y consolidado detrás de cada centro urbano? ¿Cuántos mundos existen en un puñado de manzanas?
Algunas de estas preguntas flotan en las salas del Centro Cultural Kirchner, en el marco de la muestra Ciudades: Sueño y distopía. Se trata de una exhibición que reúne fotografías de distintos artistas contemporáneos que capturan diferentes escenarios de la vida en las metrópolis: desde dos señoras tomando sol, hasta las puertas del Ministerio de Economía pasando por los renders que muestran esos edificios de durlock que vienen conquistando Buenos Aires desde hace tiempo. Entre los artistas exhibidos están: Dana Ale, Santiago Cichero, Agustina Triquell, Thales Pessoa, Santiago Porter, Tamara Goldenberg, Manuel A. Fernández, Gonzalo Maggi y Adriana Lestido, entre otros.
Ciudades: Sueño y distopía fue curada por Julieta Escardó, Gabriel Díaz y Francisco Medail. A lo largo de las salas se puede ver la vida en grandes urbes, retratada por estos fotógrafos. Según se señala en el texto curatorial, se tomó “como punto de partida trabajos que indagan en los proyectos de ciudad que la modernidad quiso imponer en el siglo pasado. La exhibición busca reflexionar sobre las tensiones y conflictos que atraviesan estos espacios en la actualidad. Al mismo tiempo, abre la pregunta por las ciudades del futuro y el modo en que podemos contribuir a su reinvención”.
Las imágenes reunidas en esta exhibición registran algunas de las discusiones de la época que giran en torno a los modos de vida. Con la llegada de la pandemia y los confinamientos, se habilitaron preguntas sobre cómo son las condiciones en las que viven las personas: si pueden o no trabajar desde sus hogares, si acceden a necesidades básicas –luz, agua corriente, gas, una red de cloacas– y también si la vida en los grandes centros urbanos es superior a la vida en el espacio rural. Sobre esto los curadores señalan: “La pandemia de coronavirus exacerbó los ya conocidos problemas de desigualdad, vivienda y falta de acceso a los derechos básicos. El agotamiento de un modelo urbanístico sin planificación ni desarrollo sustentable, atado únicamente a las variables especulativas del mercado inmobiliario, habilitó el cuestionamiento sobre las formas de transitar estos espacios y la calidad de vida de nuestro hábitat cotidiano”. Así, las fotografías que integran Ciudades: sueño y distopía se transforman en un centro de documentación visual de las tensiones que existen hoy en día sobre la cuestión habitacional.
CIEN CALLES
En el centro de la foto hay un hombre sin remera. Abdominales marcados. Las venas de los brazos parecen estar a punto de explotar. Los ojos un poco entrecerrados: hacen fuerza para esconderse del sol. Detrás de él, un carro lleno de cartones. Lo que Thales Pessoa retrata en esta imagen no es únicamente la desigualdad de clase o lo precario que es el trabajo de los recicladores urbanos: Pessoa encuentra en un cartonero un modelo homoerótico. Este fotógrafo brasilero, que lleva unos cuantos años viviendo en Buenos Aires, resignifica el estereotipo: donde muchas personas ven un posible delincuente, él ve un chongo.
La crudeza de Pessoa se diluye en otras imágenes, como en las de Santiago Porter, que retratan las puertas impolutas del Ministerio de Economía. Pero esa elegancia y esa seriedad estatal también se pierde cuando aparecen las imágenes de Dana Ale que retratan una ciudad de noche, de fiesta: cajas en las veredas llenas de botellas vacías, chicas bailando con el cuello torcido.
Ciudades: sueño y distopía propone un recorrido heterogéneo por el espacio público. En este sentido, la exhibición da cuenta de la diversidad de personajes y escenarios que conviven en un centro urbano. Y mientras algunas personas están en una fiesta, o duermen en la puerta de un ministerio, otros juntan cartones o apuntan con un rifle de aire comprimido a la nada, tal como se ve en las imágenes de Santiago Cichero.
La selección curatorial propone un recorrido por la diversidad que tienen las ciudades: desde distintos actores y personajes, hasta diferentes paisajes muy diferentes entre sí. Esta decisión resalta los contrastes de las sociedades actuales, en las que todo el tiempo hay situaciones contrapuestas suceden en simultáneo. “Las fotografías reunidas proponen un recorrido por diferentes momentos del transitar diario. Oscilando entre el tumulto y el misterio, entre el agobio y la fantasía, estas obras habilitan otras maneras de acercarnos al paisaje urbano”, señalan los curadores. Es que una ciudad no es un montón de personas, casas y edificios, sino un gran escenario donde muchas obras de teatro, películas y discos se pisan a la vez sin que nadie se de cuenta.
ALTA SUCIEDAD
El mundo de la política, las tensiones socioeconómicas y la contaminación del medio ambiente también se hace presente en esta exhibición del Centro Cultural Kirchner. Dentro de las salas que componen esta muestra, las fotografías dan cuenta de esta serie de problemas, de cómo el espacio urbano es también un centro de tensiones y disputas. En este sentido, los curadores señalan: “El conflicto es una cualidad intrínseca al desarrollo de las ciudades. La desigualdad social y las disputas por el territorio se ven incrementadas por la falta de planificación y políticas a largo plazo. A su vez, la crisis ambiental exige acciones colectivas que den respuesta a las cada vez más aceleradas consecuencias en nuestras sociedades humanas y no humanas”.
En una de las salas se pueden encontrar fotografías tomadas en un barrio popular de la Ciudad de Buenos Aires. También hay imágenes de mensajes de vecinos que denuncian la falta de transparencia que orbita alrededor de las obras de urbanización de estos lugares. A su vez, Manuel A. Fernandez exhibe en sus fotografías un registro de los renders que se ven cada vez más en las esquinas, esos que muestran un edificio genérico, hecho con paredes de durlock y piso de porcelanato. En este punto es donde la distopía se hace presente, ya que se trata de dar cuenta de cómo una ciudad va desapareciendo para que aparezca una nueva, a costa de borrar el pasado (la arquitectura de otra época) o de garantizar la exclusión de un sector de la población (no todo el mundo compra un departamento nuevo en una torre de durlock).
Todas estas modificaciones que muestran las obras de esta exhibición ponen en crisis el modelo de ciudad moderna, aquel que empezó a finales del siglo XIX y que en la actualidad sólo es un símbolo de fracaso. Las modificaciones arquitectónicas, el avance de la especulación inmobiliaria y el aumento de las desigualdades son más pruebas de la extinción de ese proyecto ideológico.
Finalmente, los problemas ambientales también forman parte de la disputa de los centros urbanos. En Ciudades: sueño y distopía hay imágenes de basura, aguas turbias y de la mugre que hay en las esquinas. La batalla no es sólo contra una empresa constructora, sino también con la contaminación y el cambio climático (según la ONU-Habitat, los centros urbanos consumen el 78% de la energía del mundo y generan más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de que sólo ocupan el 2% de la superficie de la Tierra). Así, esta crisis modifica las condiciones de vida de las personas, cambia las geografías y borra ciudades con tsunamis y huracanes.
El interrogante que habilitan las fotos que reflejan estos temas es qué tan próxima es una posible distopía, cuánto falta para que este mundo se parezca más a lo que se ve en Matrix después de tomar la pastilla roja. Estas obras son el registro de la transformación que no para, es decir, del desastre.
Ciudades: sueño y distopía se puede visitar hasta el 5 de marzo en el Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151. De miércoles a domingo, de 14 a 20. Gratis. (Las imágenes de este artículo son gentileza del CCK).