Desde el silencio todo sucede. Un poco porque la intimidad amorosa hace de la palabra un dato que se desplaza de la experiencia. Héléne habla con su terapeuta pero con Alexandre el amor está contado desde ese silencio que solo es posible cuando los cuerpos de entienden.

En un comienzo esa historia entre los dos es el resultado de un impulso, Héléne es una profesora universitaria, separada con un hijo pequeño. Alexander es más joven que ella (Héléne tiene un poco más de cuarenta) y es un diplomático ruso que trabaja para la embajada en Paris. Él está casado y el vínculo entre ellos se define por esa Pura pasión a la que alude, el titulo de la película de Danielle Arbid que puede verse en la plataforma Netflix. 

No hay nada que explicar ni que decir. El sexo entre ellos (que en la película es mostrado con una cercanía casi explícita) es el espacio de la aventura. Pero en Heléne, que es una escritora, una intelectual, una mujer ligada al pensamiento, la experiencia erótica se convierte en "un replanteo del ser dentro de su conciencia" como escribió el filosofo francés George Baitaille. Todo lo que Héléne descubre de sí misma, de su pasión, de su capacidad de amar y de obsesionarse, de su dependencia, lo habla con su analista y con su mejor amiga con la que salen al cine y a cenar. La relación con Alexandre no es pública, se ven en hoteles o en la casa de Héléne cuando ella echa a su hijo de nueve años y lo obliga a dormir en la casa de una familia vecina porque no puede contener las ganas de estar con Alexandre.

Esa voz de Héléne que funciona como la primera persona de una novela (esta película es la adaptación del libro de Annie Ernaux) nos convierte en confidentes de la protagonista.

Lo magnifico de esta escritura (tanto la narrativa como la cinematográfica) está en la centralidad del personaje de Héléne y en la posibilidad de ver a Alexandre tal como ella lo ve, capturando en el film ese punto de vista de la protagonista gracias a un acompañamiento de la cámara.

Hélene se enamora y ese amor la destroza, surge en ella un apego, una debilidad frente a ese hombre que aquí es investigada sin calificar los comportamientos.

Entre las frases para atesorar de Helene / Ernaux (se sabe que la autora francesa, última ganadora del Nobel de literatura, tuvo un romance cuando estaba transitando la menopausia con un hombre de veintipico de años) hay una que conmueve en especial. Helen se da cuenta que Alexandre no es alguien que quiere hacerle daño. Lo que a ella le pasa es que ese hombre que pasa meses sin verla porque tiene una familia en otro país, despertó algo oscuro, algo hiriente, algo que ella no puede manejar y la destruye.

Laetitia Dosh realiza un trabajo de una sensibilidad mansa. En Pura pasión no hay reproches ni escenas, se podría decir que Héléne vive su amor en soledad, que más allá del sexo hay una distancia entre ellos que se mide en relación a esas cosas de las que nunca podrán hablar. Por momentos tenemos la sensación que Alexandre también la ama pero no está dispuesto a tomar las decisiones que ese amor implica.

El dolores extremo y cuando vuelven a encontrarse ella dice en un monólogo interior: Él no había cambiado pero yo no era la misma.

El amor es un espacio de autoconocimiento y Ernaux no tiene ninguna piedad ante sí misma ni ante su personaje, elige vérselas con ella misma, con lo desconocido de su carácter, con lo incontrolable de un amor donde nunca hubo promesas ni compromisos, solo el deleite de estar juntos. Ella no es una heroína, su drama es solitario, privado, no responde a otro comportamiento que al de esa intensidad a la que ella se arriesga sumergirse. Pura pasión es un retrato de ese riego. Un poco como si la experiencia amorosa siempre implicara un abismo para la mujer, casi un punto extremo, donde la propia vida se pone en peligro pero en Ernaux ese riesgo es celebrado como la instancia misma del placer que se despliega casi al borde de la locura y es aquí donde la palabra ejerce su lugar de rescate. No en función de una sublimación, sino en la capacidad de pensar la propia experiencia, de darle batalla a partir de ese descubrimiento majestuoso que las contiendas del amor dejan en nosotras.