¿De qué se desprende quien emigra? ¿Qué abandona por elección, qué pierde por orden de la memoria y qué no olvida por más que quiera aprovechar la distancia como placebo temporal? De Osorno a Estocolmo hay 13.843 kilómetros. Ése es el recorrido que hizo Talisto hace varios años en busca de estabilidad emocional y económica. Y aunque la contención no es absoluta y allí le hagan sentir que está de paso, puede llevar una vida sin sobresaltos ni deudas. Pero su pasaporte no deja de ser chileno, viaja cada año a visitar a su familia y le encantaría que esos regresos fuesen más frecuentes.

Ese sentirse latinoamericano como una insignia y no como una carga se adiciona a las humeantes canciones que compone, que hacen equilibrio entre el elixir de una cordillera nevada y la seducción exquisita de su voz. Una invitación al romance sin condiciones; si existe algo como "el sonido del exilio pop", está en este Sandro posmoderno y de ojos delineados.

Síntesis morena, su primer y por ahora único disco, es un despilfarro de erotismo. Las seis canciones que conforman el EP conducen hacia una pista húmeda donde hay lugar para ecos de calypso, soft porn en Tus formas y un tema que, si se hiciese una versión latinoamericana de Eurovisión, arrasaría como candidata. 

Quienes hayan recibido ese llamado epifánico al encontrar Te llamé en YouTube sabrán por qué. Todo lo que la rodea es icónico: el video grabado en el departamento de Diego Adrián del block de la Villa Olímpica de Santiago, la letra ("que yo soy un diablo y tú eres perfecta, me meto en tu cama y tú no te das cuenta"), el baile en cueros enredándose con el cable de un teléfono, el agudismo a lo Fran Fine cuando aparece Ms Nina, el tatuaje del mapa latino, hasta el detalle accidental de los subtítulos automáticos de YouTube, que traducen "la que le gustaba hacerlo violento" por "bien lento".

--¿Cómo nació esa canción?

--Surgió en una sesión con Diego Adrián en Chile, probando con el teclado del compu improvisé esos acordes de sintetizador en staccato, y ahí se le ocurrió el coro de inmediato. Le debo mucho a Diego Adrián, es un artesano inigualable en el pop chileno y mi oráculo para consultar ideas de canciones. Fue con su grupo Adrianigual que me inicié como músico profesional, tocando sintes, bajo y luego co-escribiendo canciones entre 2006 y 2009. Me curtí en esa época que el indie chileno pasaba a la radio, haciendo temas con él y otres artistas como la Mamacita, con quien también incursionamos en el synthpop y el house. Con la Nina nos conocimos una noche de verano de 2016, cuando la llevé a Estocolmo a tocar en un club del que yo era dj y agente. 

--¿Cómo fue esa época?

--Fue una época increíble, con unas amigas conseguimos un palacio antiguo y presupuesto para hacer fiestas de alto calibre. Al mismo tiempo, el reggaetón conquistaba el mundo y bailar con las caderas dejaba de ser algo exótico en Europa, sobre todo allá en el norte, donde se suele bailar más con las manos y los pies. Entonces vino la Nina y una amiga en común de Buenos Aires, Flavia Paravisi aka DJ Sustancia, y se quedaron varios días. Ahí hicimos Noche de verano y su parte de Te llamé, de la que Flavia también hizo la carátula.

► Vuelta wacha

Los años fueron alimentando las ganas de conocer la dirección donde se secan las flores, dónde se daría la próxima cita con este galán tornasol. Su disco debut es de 2018 y desde ese entonces no se supo más nada. Noviembre de 2022 fue el momento para volver con el single Wacha, una cumbia que rinde culto tanto a su Chile natal como a la cumbia villera argentina, y que suma reminiscencias del altiplano. 

Con la producción a cargo de Hiedrah Club de Baile, el lanzamiento se completa con dos remixes de DJs de la casa: el uruguayo OjosFinos y el santacruceño Aggromance. El tema abre paso para el que será su nuevo disco, con canciones de diferentes estilos y sonidos que tendrán el baile y la sensualidad como denominador común.

--Pasaron más de cuatro años desde Síntesis Morena, ¿qué pasó en el medio y por qué decidiste volver ahora?

--Nunca dejé de hacer música y sentí que ya era hora de sacarla, porque si no se convierte en una nube que obstruye mi viaje. Quiero publicar lo que ya tengo hecho para liberar mi disco duro. Hacer música es una terapia, algo súper personal y no es sino hasta mucho tiempo después que siento que debo o puedo publicarla. A veces una canción me puede tomar años, otras veces una sola noche. Pasaron muchas cosas e hice otros trabajos, tuve una hija, pasé de hacer música solo en el compu a sólo con máquinas y vuelta al compu, aprendí a manejar, a usar una cámara de cine, a hacer una huerta, en fin, la vida misma y la adultez. Me hizo bien ver la industria musical desde afuera, me dio otra perspectiva sobre mi propia música, ¡y unas ganas enormes de volver!

--Hay una elegancia muy seductora en lo que hacés, un sentir romántico que es más difícil de encontrar en la música contemporánea. ¿Qué representa el romance?

--El sentir romántico para mí es que las emociones dicten la forma de ver e interpretar el mundo. Sin trabas y sin miedos. Dejarse llevar por las emociones es un impulso más bien primario, irracional, salvaje y que no funciona en la cotidianidad de la vida real, pero es lo que trato de buscar al crear porque es algo directo, puro y auténtico. Ahora quizá lo romántico esté más filtrado, diluído entre algoritmos aleatorios, la inmediatez del clickbait viral y la naturaleza desechable del consumismo. 

--¿Entonces?

--Puede que sea más difícil detenerse a contemplar una emoción profunda cuando la música se escucha más como una decoración, como una distracción secundaria y no algo que se hace en forma activa y enfocada, salvo en una pista de baile. Aún así, mientras más escaso, aún más placentero descubrirlo, siento yo. Pero siento que el romance sigue presente y aparece en una que otra letra o melodía, porque lo necesitamos y porque, hoy como ayer, es el hilo conductor de la música latinoamericana. Sea en los boleros, la cumbia o el reggaetón, ese sentir está y seguirá estando ahí, espero. La clave está en que logre emocionar y no sea una fórmula envasada.

--El sello Hiedrah produce tu nuevo single, ¿cómo nace tu vínculo con ellos y por qué los elegiste?

--Nos seguimos hace años, aprecio lo que hacen y a través de su curaduría he descubierto mucha música y artistas que me han inspirado. Que trabajen desde la radicalidad, el cuestionamiento y la reinterpretación de lo que representa el cuerpo y el baile como manifestación política es digno de admiración. A lo mejor también por la búsqueda de mis orígenes y por la experiencia que he tenido haciendo música aquí y allá, a mí me llama más la atención lo que sale y se hace desde el sur que las tendencias que se dictan desde las capitales europeas o de Norteamérica. Sobretodo si se va más allá de los estereotipos y de una simple importación de una escena de afuera. Me atrae la idea de fortalecer el vínculo entre artistas y ciudades de o desde Sudamérica. Y las Hiedrah en ese frente están a la vanguardia.

--Ibas a tocar por primera vez en Argentina en una fiesta Hiedrah, justamente. Pero apenas dos días antes se suspendieron por la pandemia los eventos culturales en Buenos Aires. ¿Habrá revancha?

--¡Sí! Mucha gente me ha escrito por eso y es un sueño que tengo pendiente. Era una de las fechas que más quería concretar, por el lineup, el espacio y el simbolismo de presentarme por primera vez en Argentina, con todo lo que ha salido de ahí que me ha influido. He estado en conversaciones para retomar la fecha y cruzo los dedos porque se dé pronto.

► Sin prejuicios

El elemento sorpresa de Wacha es la propia voz de Talisto. Enseguida se podría apostar que a ese ritmo le sigue una voz rota, de arenga. Pero en cambio se materializa su canto, mucho más sutil y delicado, que dispara desde la lírica y va completando esta suerte de homenaje a la cumbia argentina y la bailanta chilena. "Suelo comenzar con una melodía de sintes o con la voz, a la que luego le agrego un ritmo. Supongo que estaba destinado a que Wacha sonara de esa manera, terminó siendo una alegoría a mis recuerdos creciendo en Osorno, al sur de Chile. Mis viejos, profesores de la educación pública, me criaron escuchando música sin prejuicios"

--¿Cómo era eso?

--Antes del internet consumíamos lo que llegaba allá no más, que era escaso en comparación a Santiago: cds que venían con revistas, desde música clásica a folclórica y popular, y casetes regrabados, que más tarde yo seguiría regrabando con punk primero y electrónica después. Y teníamos un vecino argentino que era un personaje, pecho al aire los fines de semana y cumbia a todo volumen. Nos pasaba casetes con sus favoritos y así fue cómo "la movida tropical" llegó a mi puerta. Y entre algunas cosas más memorables que otras, estaba Gilda.

--¿Y en Chile qué estaba pasando?

--Mientras se gestaba la cumbia villera en Argentina, en Chile era la cumbia "Sound" que predominaba, un poco más rápida y deudora directa de la cumbia peruana y el folclore boliviano. No sé qué tanto se nota, pero mi música está marcada por el yo adolescente gótico industrial y por la música andina, que amo desde que tengo memoria. De guagua me hacían dormir con Run Run se fue pa’l norte. Súmale la afición compartida al cuero negro, el uso de sintetizadores digitales, o que Gilda trabajara con músicos peruanos, y el círculo se va cerrando. Toda esta mezcolanza se vuelve menos extraña y con el tiempo se hace más orgánica. El reggaeton vino después, con Daddy Yankee en el festival de Viña en 2006.

--Así como la que produce Tayhana, tu música tiene una base ritual bien marcada que la acerca a esa función primordial de la música bailable que es provocar ese exorcismo. ¿Qué pensás de eso?

--Sí, el baile como instancia para dejarse llevar, perderse en la música, en el ritmo, en el poder de las frecuencias, lo que hacen con nuestros sentidos y nuestro cuerpo. Eso no ha cambiado y muchos de mis recuerdos de sentir la música más profundamente han sido bailando, solo o acompañado, en una pista de baile, en una rave, en una fábrica abandonada o en un bosque. Es necesario que así sea, que esta ritualidad esté presente siempre, y aunque pase un buen tiempo sin experimentarla, esas imágenes son lo suficientemente potentes como para seguir inspirándome y lograr crear algo a partir de eso. Y que haga mover las caderas, porque ahí radica la sensualidad.