PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Comenzó la campaña hacia las presidenciales de 2018 en las que se definirá si Brasil retorna, o no, a la democracia suspendida desde hace 14 meses cuando Michel Temer fue hecho presidente. El líder de la oposición Luiz Inácio Lula da Silva, que acaba de lanzar su candidatura de hecho, cargó ayer contra el referente derechista Sergio Moro una semana después de que éste lo condenara a nueve años y medio de cárcel sin aportar las pruebas sobre la corrupción imputada.
Según Moro, juez de primera instancia de la ciudad de Curitiba, la constructora OAS sobornó al fundador del PT con un departamento valuado en menos de 1 millón de dólares para recompensarlo por los contratos que esa empresa obtuvo con la petrolera estatal en Petrobras.
En las 218 páginas de la sentencia Moro cita confesiones de delincuentes pero no aporta pruebas sobre el departamento ubicado en la popular playa de Guarujá, en el litoral de San Pablo, que nunca fue habitado por su presunto dueño.
“El juez Moro no puede seguir comportándose como si fuera un zar, él hace lo que quiere sin respetar el derecho democrático (..) me condenaron por una decisión política (..) quiero demostrar que Moro erró, que el equipo de la causa Lava Jato mintió” dijo con enojo el imputado cuyos abogados preparan la apelación ante el tribunal de alzada TRF4, de Porto Alegre.
Si esa cámara confirma la sentencia el dos veces presidente no podrá disputar un tercer mandato.
Los atropellos judiciales tienen la complicidad de la cadena Globo, lanzó Lula que citó la campaña desinformativa realizada por el noticiero de mayor audiencia, el Jornal Nacional y su conductor William Bonner, de quien exigió “disculpas” por las mentiras cotidianas.
Luego recuperó su picardía para mencionar que es tal el odio que despierta en las derechas, encarnadas en Moro, que éste también lo condenó a 19 años de inhabilitación para ejercer cargos públicos, hasta 2036, cuando tendrá 90 años.
El magistrado y los fiscales de la sureña Curitiba formaron - y forman- parte del engranaje que derrocó a Dilma Rousseff en mayo de 2016, dentro de una pretendida refundación nacional respaldada por la euforia de las clases medias blancas disconformes con las políticas redistributivas ejecutadas en los gobiernos petistas.
Pero el fracaso de la gestión de Temer luego de publicadas las evidencias de sus pactos con el empresario corrupto, y arrepentido de serlo, Joesley Batista hicieron zozobrar la utopía conservadora que incluía el fin de Lula mediante una guerra judicial.
El bochorno moral de Temer, su política neoliberal y los casi 14 millones de desocupados que el año que viene probablemente serán 15 millones, consolidaron a Moro como el último (por lo pronto) prócer conservador capaz de antagonizar con el ex dirigente metalúrgico, al que las encuestas dan como favorito si hubiera elecciones libres. Todas los sondeos publicados este año lo ubicaron en primer lugar y los más recientes le dieron una intención de voto del orden del 30 por ciento, casi el doble del segundo, el militar retirado y diputado Jair Bolsonaro.
“Ellos dieron un golpe (contra Dilma) y si yo vuelvo el golpe no les cierra (...) y es por eso que voy a pelear” sintentizó Lula.
Lo que se disputa en esta fase de la guerra política hacia octubre de 2018 es definir la matriz de opinión: como los boxeadores Lula lo llama a Moro al centro del cuadrilátero para una librar una pelea franca. Lo desconoce como juez imparcial y lo caracteriza como un operador político detrás de quien se encuentra el amplio arco del establishment que contempla desde la banca, a los medios dominantes y la influencia de Estados Unidos, sobre la cual a cada día surgen más indicios.
“Sin Lula la elección es un fraude” es la consigna lanzada por el PT con vistas a los comicios en los que se jugará parte del destino político latinoamericano, dijo la titular de ese partido Gleisi Hoffmann durante su participación en el XXIII Foro de San Pablo, formado por decenas de organizaciones de izquierda y progresistas.
“Estamos frente a la ofensiva de la judicialización de la política en todo el continente, que en Brasil tiene por objetivo la destrucción del PT e impedir que el mayor líder popular sea candidato en 2018 porque saben que la posibilidad de su victoria es enorme” planteó Hoffmann en Managua donde respaldó la Asamblea Constituyente convocada por Nicolás Maduro en Venezuela y recordó los 50 años de la muerte del Che Guevara.
En la otras esquina del ring político se ubica Moro. Responde golpe a golpe las embestidas de Lula pero solapado en su pretendida imparcialidad de magistrado cuya única causa sería la de luchar contra la corrupción.
Moro se vale de otra matriz de opinión, despolitizada, que desconoce izquierdas y derechas. Según este discurso el mundo es plano, se divide entre quienes respetan la ley y quienes la violan. Por eso ayer Moro rebatió las acusaciones de Lula equiparándolo al ex diputado preso Eduardo Cunha, condenado a 15 años de prisión por haber cobrado al menos 5 millones de dólares en sobornos descubiertos en una cuenta suiza.
Soslayó que Cunha es un antipetista visceral, socio de Michel Temer y actor gravitante en la campaña para expulsar a Dilma del gobierno.
Las afirmaciones de Moro fueron títulos destacados en las ediciones on line de los diarios O Globo, Estado de San Pablo y Folha de San Pablo en las que no aparecieron, o fueron publicadas con poco espacio, los dichos de Lula.
Ante tal inequidad informativa Lula resolvió disputar cuerpo a cuerpo los votos para lo cual en agosto comenzará una “caravana” por ciudades y pueblos de las provincias humildes de la región nordeste donde nació. En paralelo partidos de izquierda, sindicatos y movimientos populares trabajan para construir un frente unitario detrás de Lula, que puede ser el principal orador de un acto que se realizará el próximo jueves en San Pablo.