Un relámpago de felicidad iluminó la vida cotidiana el domingo pasado, y como una tormenta en verano, le dio frescura a un aire que venía cada vez más espeso. Los vientos de la contentura popular siguen soplando, desde que Gonzalo Montiel, de 25 años y oriundo de González Catán metió el décimo penal de su carrera pasó un no tiempo. El sonido de ese gol todavía reverbera, las canciones siguen ahí y las ganas de que la fiesta no termine se solapan con un fin de año que pasó de raquítico a robustecerse ¿será que estos días de compartir la felicidad con desconocidxs, bailar y disfrutar reversiona las fiestas y su mandato de alegría obligatoria?

Los festejos de esta semana fueron como seguir de gira una noche que siempre tiene un poquito más para dar, con el viajero en la mano, la piel curtida por el sol y la sonrisa siempre apuntando a alguien a quien abrazar. Todavía queda la resaca, mirar desde la cama la felicidad de los chicos en un video del Kun, reírse de los festejos desopilantes, compartir memes y repetir una vez más “mi país”, que no es patria ni orgullo nacional, son 4 millones autogestionando una fiesta en la calle, dándosela en la pera, subiendo a puentes, autopistas, balcones, semáforos y obeliscos para recibir a la Selección y decirles que la felicidad es compartida.

¿Con qué nos quedamos de esta enorme fiesta popular? ¿Qué tiene este hecho histórico para dejarle a nuestra memoria emocional? ¿Hay que atesorar la felicidad o es solo cuestión de observar la belleza de la luz de un relámpago que por un microsegundo parte en cielo en dos?

Campeonato mundial de la ternura

En la película “La espigadora y los espigadores” (2000) Agnes Vardá registra imágenes documentales de personas que viven de la recuperación de cosas que otrxs desechan. Siempre están erguidos, buscando en el suelo cómo hacerse de un objeto para la supervivencia o el disfrute. Durante estos 29 días, se ha espigado la ternura a más no poder y parece ser una tarea que aún no termina. Espigar ternura pudo haber sido un acto de supervivencia, un reflejo contagioso, levantar la autoestima popular y recuperar el contacto estrecho para pasarla bien. Es, como dice uno de los versos del manifiesto “Ternura radical” , “creer en la arquitectura de los afectos”. Elegir creer entonces en amigues, vecinxs, familia, parejas, amantes y ¿por qué no? en un equipo de fútbol.

Durante casi un mes la vida fue celeste y blanco y el deseo de festejar un motor. (foto: Estela Fares)

En las redes sociales se produjo un derroche de amor entre los jugadores de la selección, fue amistad y mensajes cariñosos a cielo abierto. No deberían resultar extraños los gestos de amor entre jugadores de fútbol y sin embargo centrar la atención en esos mensajes de enamoramiento y amistad hizo saltar la pintura de la cantidad de closet cerrados que hay en el mundo del fútbol y más aún en Qatar, una sede abiertamente homofóbica a pesar de que Mauricio Macri haya asegurado que “los homosexuales en Qatar viven con absoluta tranquilidad”.

Se puede pasar la página de eso de que los muchachos no lloran, lo hizo Pablo Aimar durante el partido contra México, también Scaloni en la final y Di Maria mientras festejaba el gol frente a Francia. Que vivan los maricones si es que eso implica expresar sentimientos y sensibilidad, que vivan las mariconeadas si eso es que Papu Gomez le diga a Rodrigo de Paul que es “orgásmico” o que Emiliano Martinez lo llame “motorcito”, que viva la ternura si eso es elegir creer en los afectos.

Una arquitectura de la ternura puede ser también no mirar a los otrxs con vergüenza ajena o con la convicción de que lo abyecto no puede ser algo que abrazar. Que la mesura no viene antes que el desacato, que tuvimos el placer de ver reir a gente desconocida durante muchas horas y hacer el ridículo, que la pelopincho en la camioneta puede verse como un acierto magistral y como algo en el espectro del deseo de muchxs.

La vulgaridad al palo

La maniobra fue hacerse de lo vulgar desprendido como un insulto y apropiado desde el “andapallabobo” de Lionel luego del quinto partido del Mundial contra Países Bajos, fue una forma de desmarcarse de la altanería europea que sigue insistiendo con eso de que en el sur global es todo más trucho, de que nos falta educación, que somos irrespetuosos y que hay un modelo a seguir de buenas costumbres. La conmovedora celebración de Bangladesh o el pliegue al festejo de países latinoamericanos con quienes se crean rivalidades que al fin de cuentas, lejos de dividirnos, nos hermanan, se alejan mucho de la veneración por los países colonizadores, de la venida de los barcos y de que en el norte todo es mejor.

La habilidad -y vulgaridad- irreverente de Messi, es una habilidad que las disidencias sexuales y los feminismos viene ensayando hace rato para desmarcarse también del andamiaje heteronormado que dice “puto” “torta” “marica” o “trava” como manifestación de odio hacia lo distinto y lejos de producir heridas, revitaliza. Feminista, era hace algunas décadas, también una forma de insulto, frente al intento de estigmatización la respuesta es desactivar el insulto autodeterminándose con la palabra con la que se intenta ofender. Finalmente, el insulto queda flotando en el aire y se lo comen los festejos.

El vulgo es en definitiva, la parte más numerosa de la ciudadanía, una que por primera vez en mucho tiempo llenó la grieta de calle y de camisetas truchas de Argentina, eso si es trucho, porque en un país que tiene a casi el 36% de su población por debajo de la línea de pobreza, una camiseta de fútbol de la selección original le queda muy lejos, sale la mitad de lo que se cobra por un Potenciar Trabajo.

El domingo pasado, la gente caminó kilómetros y kilómetros para llegar al obelisco y lo mismo se repitió el lunes per multiplicado.

Y así fue como la grieta estuvo en estado de suspensión, un tiempo fuera de tiempo de celebración sin importar quién es quién, en la mezcla, en un solo canto, ese que Enzo Fernandez vio desde arriba de un helicóptero, uno que hace 21 años había sobrevolado al pueblo plagado de rabia y de miseria, ahora miraba desde el cielo la felicidad. ¡Que vulgar que es el fútbol!

El fútbol y otras narrativas posibles

En la mayoría de los partidos del mundial de Qatar, los festejos en la cancha fueron entre los jugadores y el cuerpo técnico. En el partido contra Países Bajos, Lionel Scaloni, bajó a su hijo de las gradas, se sentó en el banco de suplementos y lo abrazó mientras lloraba. Pero la mayoría de los jugadores padres desbordaron la cancha recién cuando fueron campeones, la imagen se repetía una y otra vez: Messi con Thiago, Mateo y Ciro; Di María con Pía y Mia o Enzo Fernández y su hija Olivia. ¿Es posible que esas familias que produce el fútbol tengan algo para aportar a la construcción de otras paternidades en donde no siga vigente la creencia de que el buen padre es el que ayuda?

Nemesia Hijós es antropóloga y deportista, según ella, Messi y muchos de los jugadores del plantel pueden llegar a significar una esperanza para la creación de nuevos referentes que “nos ayudan a complejizar ese imaginario masculino nacional. En ese sentido podemos pensar en otra narrativas a partir de cómo vemos esas interacciones en las relaciones de amistad que tienen los jugadores con los comentarios en las redes sociales, visibilizando a sus parejas, a sus relaciones de cuidado y a sus hijxs. Me parece que podemos pensar que se está amplificando ese imaginario masculino” explica.

Es posible que este mundial haya dejado de lado algunas narrativas de las que preponderan en la historia del fútbol desde antaño: que las minas son las que no entienden nada de fútbol o que los varones solo celebran exacerbando su masculinidad glorificada en los penes; y haya habilitado otras en donde los varones pueden expresar sentimientos entre sí, darse amor, valorar lo colectivo por sobre lo individual, jugar, divertirse y llorar.

Si bien el mandato de familia modelo heterosexual sigue siendo la regla, pueden al menos esbozarse algunos trazos vinculares en donde la familia tradicional no es la única posibilidad de sostén anímico: durante los festejos en el Lusail una mujer se acercó a las espaldas de Messi y le tocó el hombro, cuando la pulga se dio cuenta de quién era, la abrazó durante un largo rato: esa imagen circuló y muchxs se preguntaba quién era la mujer y ese largo abrazo con el campeón mundial, no era en dirección al sentido común y a dar por sentado que seguro sería la madre. Ella era Antonia Farías, la cocinera oficial de la selección.

madre e hija unidas por la misma pasión (Foto: Estela Fares)

Este mundial tuvo también, a nivel local el primer partido relatado y comentado por mujeres, ellas fueron Angela Lerena y Lola del Carril, una suerte de mojón para empezar a contar la historia distinto y no con los atributos que generalmente se le adjudican a las mujeres: lejos del sentimentalismo o la sola emoción, las trabajadoras que fueron a Qatar desplegaron un enorme profesionalismo y compromiso. Fue el caso también de Sofi Martinez cuando entrevistó a Lionel Messi en la zona mixta: “Si bien todos queremos ganar la copa, mas allá del resultado, hay algo que no te va a sacar nadie, atravesaste a cada uno de los argentinos y eso para mi es mas grande que cualquier copa del mundo”, se lo dijo directo a los ojos, despedazando la idea de que ganar es el único objetivo del juego.

También colocó su mojón en la historia la primera arbitra mujer en dirigir un partido de la copa del mundo masculina, fue en aquel crudo Alemania-Costa Rica, Stephanie Frappart tuvo una actuación para el elogio -aunque al principio fue muy criticada- no puede ser la casualidad a la que alude la publicidad de la cerveza, es lo que se vienen proponiendo los feminismos con un mayor impulso en éstos últimos 8 años desde el 2015.

La receta de la felicidad

Natalia Elias es médica endocrinóloga y durante el mundial realizó una serie de posteos explicando porqué es saludable gritar los goles: “El cerebro, en el momento de gritar el gol, libera grandes cantidades de oxitocina (hormona de la satisfacción) y bajan los niveles de cortisol (hormona del estres)” decía uno de sus posteos. Pero la felicidad no fue solo gritar goles, después de 36 años, Argentina se consagró en lo más alto del podio del fútbol, algo que hacen pocos países, desde 1930 sólo lo lograron Brasil, Alemania, Italia, Argentina, Francia, Uruguay, España e Inglaterra: “A nivel físico a las personas que celebramos el campeonato se nos genera un descenso de las hormonas de estrés (cortisol) que acumulamos previo a la definición. Se produce la sensación de satisfacción por la victoria, liberación de neurotransmisores asociados con la felicidad y hormonas relacionadas con el placer ( serotonina y oxitocina). La sensación física es sumamente placentera” explica Natalia y asegura que estos neurotransmisores generan la sensación de victoria, sensación de ser importantes, de que todo es posible, de que somos capaces de seguir adelante y triunfar.

La felicidad, la fugacidad de la vibración en el cuerpo y la nostalgia de que todo termina y el mundial no puede durar para siempre. Pia Lopez se pregunta ¿cómo quedará en nosotrxs la alegría de estos días? ¿Cómo nos habitará el orgullo que nos hace decirnos campeones?. Por lo pronto, tenemos a la vuelta de la esquina las fiestas, unas sin precedentes, primero porque tenemos las imágenes de un hecho histórico acá nomás y segundo porque la vez anterior, en el 86, el calendario occidental marcaba la mitad del año. Los últimos tres domingos del año: un mundial, la navidad y el año nuevo, nos marcan los últimos pulsos del 2022.

Según Nemesia Hijós “Este mundial, a pesar de ser un evento deportivo mercantilista y con episodios repudiables, permitió provocar una comunión en donde se realza la afinidad, la conexión, las reconciliaciones, las lealtades y todos los sentimientos que promueve la integración social”. Si el lazo social cruje, que el desacato, el modo de celebrar desmedido, la reivindicación de la vulgaridad y la ternura puedan ser un destello antipatriarcal para seguir en nuestro intento de cambiarlo todo.