El Producto Bruto Interno de América Latina y el Caribe cerraría con un crecimiento en torno a 3 por ciento en el año que termina, según diversas fuentes oficiales, una cosecha a tono con la medianía global que en 2023 todo indica será mucho menor.
En 2020, luego de la crisis sanitaria que provocó la Covid-19, la región latinoamericana tuvo, como casi todo el planeta, una contracción económica que en su caso fue de 7 por ciento en promedio. Fue cuando pegó de lleno el sorpresivo “cierre económico” global a partir de la irrupción del nuevo coronavirus.
En 2021, la recuperación fue de 6,9 por ciento, desandando casi todo lo perdido, aunque con un panorama mucho más dañado en lo social y plagado de incertidumbres, el rasgo más visible del momento, que todavía continúa. Luego, cuando parecía que ese rebote podría sostenerse, las economías sintieron el impacto de la guerra en Ucrania, iniciada a fines de febrero de 2022 y sin vistas de solución a la fecha.
Impacto
En los mercados, eso se tradujo en carestía de materias primas agroalimentarias y energéticas, alza de tasas de interés, por lo tanto créditos más caros y restringidos, ruptura de cadenas globales de valor, más deudas públicas y privadas e inflación.
En varias reuniones de instituciones multilaterales o grupos como el G7, los líderes latinoamericanos identificaron las consecuencias de una guerra que, a pesar de que les era ajena, los afectaba más que al Norte.
Con todo, en 2022 al menos no se cumpliría el mal augurio de la Comisión Económica para América Latina de principios de año, cuando había pronosticado acerca de que sólo habría una expansión regional promedio del 2,1 por ciento, muy lejos de aquel 6,9 del año anterior. Hoy se estima que habrá un punto más, aunque el dato macro no signifique, como suele suceder, grandes transformaciones para los más necesitados.
La lectura de la Cepal para estos años refleja la potencia de la crisis. Su titular, José Salazar-Xirinachs, ha dicho que “fue peor que la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la Gran Depresión (1929), la crisis de los años 1980 y la crisis financiera de 2008”, y que a diferencia de la salida de esta última, ya no habrá “viento de cola”, en especial desde China, para empujar a la economía latinoamericana con demanda creciente de materias primas.
Lo que viene
De este modo, la Cepal espera para 2022 un crecimiento de 3,2 por ciento y para 2023, de solo el 1,4 por ciento. El Fondo Monetario Internacional, por su parte, augura un cierre de año de entre 3 y 3,5 por ciento de crecimiento anualizado, alineado con el promedio mundial, al que ubica en 3,2 por ciento.
La recesión aparece más en el horizonte del Norte que del Sur, donde América Latina sugiere estar recorriendo, más que el mundo industrializado, una mejor recuperación tras la pandemia. Sin embargo, el mes pasado Nigel Chalk, director interino del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, dijo que hacia fines de este año todavía en curso hay signos que auguran una curva a la baja, potenciada por el efecto inflacionario. Por eso para 2023 el organismo multilateral de crédito arranca con un primer pronóstico de apenas un 1,7 por ciento. “El crecimiento se desacelerará y las cosas podrían ser peores de lo que son actualmente”, dijo Chalk.
El Banco Mundial maneja escenarios similares para Latinoamérica, con un PBI regional cerrando este año con un alza de 3 por ciento y de solo el 1,6 por ciento para el que viene. Lo mismo ocurre con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, que advierte lo siguiente sobre América Latina: "Se prevé que el repunte (de 2021 y algo de 2022) pierda fuerza durante 2023 y 2024, en un contexto de endurecimiento de las condiciones financieras mundiales y locales, el retiro de la mayoría de las ayudas fiscales y la disminución de los precios de las materias primas".
En efecto, gran parte de la recuperación económica pospandémica se debió a las ayudas estatales en favor de las economías que colapsaban al ritmo de la evolución contagiosa y letal del virus. Pero eso se agotó.
País por país
En cuanto a las economías más grandes de la región, las dos que van al frente en el balance de crecimiento económico de 2022 son, siempre según organismos regionales o internacionales, Colombia en primer lugar, con el 7 por ciento, y Argentina, en segundo, con un 4 por ciento, aunque en el caso argentino, el promedio que releva el Banco Central local de diversos estudios es superior para este año, del 5,3 por ciento, aunque también es muy pesimista para 2023, con menos de 1 por ciento de crecimiento.
De ese grupo de grandes economías, Chile y México tendrían el menor registro, con sendos 2 por ciento. Y Brasil, la mayor economía regional, estaría en el promedio o apenas por debajo, con un 2,8 por ciento. De las más pequeñas, a Panamá y República Dominicana les irá mejor que a la media, con avances de entre 4 y 5 por ciento, respectivamente, en sus PBI.
Algunos de los motores de la recuperación de las economías de la región, como el turismo, las remesas o las exportaciones de materias primas y de energía, no tienen, según los organismos referidos, la potencialidad para ofrecer un sendero de expansión sostenido.
Por eso, para 2023 hay más sombras que luces. Por ejemplo, Colombia, con el mejor desempeño este año, apenas si superaría una expansión del 1 por ciento, y Chile hasta podría caer en recesión, de acuerdo con la OCDE.
Panorama social
En lo social, las proyecciones de la Cepal indican que las tasas de pobreza e indigencia se mantienen en 2022 por encima de los niveles prepandémicos en la región más desigual del planeta.
Su último informe al respecto dice que “después de un fuerte crecimiento de la pobreza y un leve aumento de la desigualdad de ingresos en 2020, a consecuencia de la pandemia de la Covid-19, el 2021 dio cuenta de una reducción de las tasas de pobreza extrema y pobreza y un crecimiento de los estratos de ingresos medios, que no fue suficiente para revertir completamente los efectos negativos de la pandemia”. La tasa de pobreza de América Latina alcanzó el 32,3 por ciento de la población total, una baja de medio punto porcentual sobre 2020, mientras que la tasa de indigencia fue de 12,9 por ciento (0,2 punto porcentual menos).
Para el cierre de 2022, se estima que un tercio de la población será pobre, exactamente el 32,1 por ciento, o sea unas 201 millones de personas, y 13,1 por ciento, indigente, un total de 82 millones de personas.
Esos valores representan una leve disminución del nivel de pobreza y un leve aumento de la pobreza extrema respecto a 2021. Esto es, dice la Cepal, por efectos combinados del crecimiento económico, la dinámica del mercado de trabajo y la inflación. Implica que 15 millones de personas adicionales estarán en la pobreza con respecto a la situación anterior al Covid-19 y que el número de personas en pobreza extrema será 12 millones más alto que el registrado en 2019.