Que un padre quiera que su hijo se convierta en pianista no tendría por qué tener nada de extraño, en principio; incluso yendo contra la primera voluntad del vástago que, por tener unos pocos años de edad, no reconoce aún su talento porque forma parte del universo lúdico. Hay ejemplos ilustres al respecto. Lo mismo sucede si no hay ninguna habilidad por potenciar y el deber ser como mandamiento paterno se convierte en una herencia imposible de sostener. Porque ya se sabe que, en muchos casos, son los hijos quienes deben acarrear los deseos y frustraciones de sus padres. Pero hay otra zona de lo real donde se hace presente un imaginario cuyos límites no son tan fáciles de precisar conceptualmente como una mera proyección paterna, una especie de realización continuada, un proyecto de vida hecho a medida como un traje para el hijo. Desentrañar la lógica de ese imaginario como una ficción hecha de varias versiones (la manera en que nos construimos discursivamente a nosotros mismos) es uno de los tantos hilos conductores que propone la trama de Una música, la nueva novela de Hernán Ronsino.
“Mi intención original era trabajar una novela que sucediera en Buenos Aires, de hecho, la primera versión sucede en la ciudad, pero luego fue desplazándose poco a poco hacia las orillas, en este caso, de la gran urbe. Como si la escritura necesitara de una distancia, por un lado, del centro, y por otro trabajar desde una mirada orillera. Cuando el lugar apareció la historia se aclaró en todos sus matices. Es decir, si bien salí del territorio pampeano que aparece en mis novelas anteriores, se mantuvo, creo, como constante la necesidad de explorar el margen, la periferia. Al principio tenía pocas cosas claras: que se iba a llamar Una música, que el protagonista era un pianista, que había un piano abandonado que funcionaba como un gran obstáculo. Con esos elementos empecé a tirar del ovillo”, dice Hernán Ronsino, autor, entre otros libros, de La descomposición (2007), Glaxo (2009), Lumbre (2013) y Cameron (2018). En 2020 recibió el Premio Anna Seghers que se entrega cada año en Berlín a un autor latinoamericano. Y en 2021, el Premio Municipal de Literatura de la ciudad de Buenos Aires. “Cada novela propone un desafío distinto en relación a la escritura. Es como si la forma de la novela se fuese descubriendo en el mismo proceso de escritura. Más allá de los planes y de los planos que uno puede ir trazando, la escritura finalmente se impone para modelar las cosas. Y eso no se puede replicar. Quiero decir, no es una fórmula que descubrís después de escribir un libro sino que cada nuevo libro te enfrenta a ese desafío de pensar cómo hacerlo”.
Juan Sebastián Lebonté es un pianista reconocido y se encuentra de gira por Europa del Este cuando recibe la noticia de la muerte de su padre. Ya de regreso en Buenos Aires, Lebonté se encuentra con su familia, una madre bastante particular, aunque reconocible, metida en su propia generación como si eso le permitirá no envejecer, una hermana y su marido, ajenos los dos al mundo artístico, Natalia, su pareja y con la cual vivía antes de irse de gira, y, por sobre todo, algunas decisiones que su padre dejó firmes como última voluntad. “Solo vamos a necesitar que firmes, nada más. Tu padre dejó algunas cosas repartidas y tuviste la suerte de que te tocara a vos el campito de Paso del Rey, dice. Nosotras estamos de acuerdo, tu hermana al principio puso cara rara, sabés cómo es, pero yo la hice entrar en razón: ese lugar es para vos, siempre te gustó la naturaleza, está pegado al río. Vas a tocar mucho ahí, como quería tu padre. Por eso le puso El Refugio. Yo lo acompañé cuando fue a ver el lugar por primera vez. Dijo: esto es un refugio para un artista. Me lo acuerdo clarito, mirá, dice mi madre, se me pone la piel de gallina. Y eso que no habías nacido todavía”.
Todo lo que la muerte dejó inconcluso en relación al vínculo entre padre e hijo se irá desarrollando de manera enigmática a partir de recuerdos que se imponen como una historia de vida que necesita ser reconstruida. En ese sentido, ¿quién fue realmente ese hombre? ¿De dónde surgió, si es que hay una única razón, la necesidad de convertir a su hijo en pianista? Pronto aparecerá una especie de pista en clave donde Hernán Ronsino despliega todo su talento literario, su poética capacidad para generar climas tensos, oscuros como pozos hasta iluminarlo todo con sutiles detalles que motivan a las lectoras y lectores a participar activamente de la reconstrucción de la trama, elegir una versión de la historia que involucra a una mujer de nombre Anita Labronie y a su padre, que de joven tuvo un encuentro revelador, un descubrimiento en una galería de Brooklyn: Bill Turner, pianista genial, y su disco Hudson.
“La novela se me aclaró cuando apareció el campito de Paso del Rey. Ir hacia esa orilla fue como haber encontrado el destino de la trama. Y además ir hacia la orilla me permitió marcar un camino estructural inverso al mandato que el padre imponía: esa lógica de progreso encarnada en la figura de la escalera que aparece en boca del padre. El personaje empieza la novela de gira en Europa y va lentamente hacia el conurbano. De modo que hay muchos motivos que me llevaron a esa orilla” dice Hernán Ronsino. “Y en esa orilla aparece una naturaleza, la que bordea al Reconquista, contaminada, fabril, como un resto desacoplado entre la gran urbe y el comienzo inminente del campo. Esa naturaleza me interesaba espejarla de algún modo con la naturaleza que trabaja, por ejemplo, Hudson a fines del siglo XIX”.
Todo lo que le espera a Juan Sebastián Lebonté al llegar al campito de Paso del Rey es realmente memorable por el modo en que se van resolviendo los distintos niveles narrativos que fueron previamente construidos. En aquel lugar, Lebonté conocerá a una serie de personajes tan entrañables como complejos que, entre trabajos manuales, secretos, y un desconcertante, definitivo pedido, lo irán acercando cada vez más al centro de una incógnita que pone en jaque varios aspectos vinculados a lo imaginado y lo verdadero, lo recordado e inventado. O soñado. Una música es sin dudas, una extraordinaria novela de Hernán Ronsino. Un poeta que escribe en prosa.