Mitificada desde distintos lugares, la historia de Rusia, entre paraísos e infiernos, suele contarse con varias de las licencias que otorga la leyenda. También para la historiografía musical y su naturaleza eurocentrista, Rusia es ese territorio inconmensurable, casi inasible en su extensión y diversidad, que fatalmente termina explicándose desde el exotismo. “Rusia es el ‘otro’ cultural más cercano a Europa e históricamente sirvió como espejo negativo de la identidad europea”, define Martín Baña, profesor a cargo de la Cátedra de Historia de Rusia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, autor de Una intelligentsia musical. Modernidad, política e historia de Rusia en las óperas de Rimsky Korsakov y Mussorgsky (1856-1883). “Entonces se explica a Rusia por lo que no es o por lo que no tuvo: al no acceder al derecho romano, no había sentido de propiedad individual; al no pasar por el Humanismo y el Renacimiento, no había razón; al no haber Revolución Industrial no había burguesía; al no haber una Revolución Francesa no había democracia. Pero la realidad no se explica por la negativa y es necesario destacar que gran parte de la producción cultural rusa de la segunda mitad del siglo XIX se convirtió en un canal para discutir cuestiones políticas y sociales, ya que las formas de hacer política eran nulas y la censura actuaba de una manera letal”, explica.
En su trabajo, publicado por Gourmet Musical, Baña traza otro relato de la cultura rusa. Desde la música, Baña indaga de qué manera Rusia percibía a Europa en la coyuntura de los nacionalismos, cómo entendió el impacto de la modernidad y el modo en que se articuló una función del arte como vector de cambio social. Desde ahí, elabora la idea de que la música era un espacio de discusión para los problemas rusos y que por ende existía una intelligentsia musical, es decir trabajo intelectual y deber moral con perspectivas políticas.
–¿Qué lo llevó a pensar que existía una intelligentsia musical?
–Los estudios sobre la cultura rusa en general y la intelligentsia en particular se basaron en los escritores, por el lugar que tenían en la sociedad rusa del siglo XIX y también porque es más accesible para los historiadores leer un libro que una partitura. Empecé mi investigación por la Revolución rusa y me di cuenta de que las experiencias autónomas y libertarias, que eran lo que más me interesaba, fueron rápidamente fagocitadas, entonces fui hacia atrás, a buscar de dónde había salido todo eso. Noté que en los estudios culturales había más énfasis en la literatura que en la música, más allá de estudios musicológicos que más decían de las obras que de la sociedad. Empecé a explorar ese campo y caí en el género musical más significativo de esa época dentro de la sociedad petersburguesa: la ópera. Y dos compositores considerados pilares del “alma rusa”: Modest Mussorgsky y Nikolai Rimsky-Korsakov. Allí comencé a sospechar que sus insistencias en la historia rusa, sus lecturas, sus espacios de sociabilidad también podían decirme algo sobre cómo se fue gestando ese movimiento revolucionario.
–¿Había algo que caracterizaba a la intelligentsia musical del resto de la intelligentsia rusa?
–Claramente los compositores no tuvieron el mismo peso que los intelectuales socialistas, pero ayudaron a crear un una “ecología de la Revolución”, como dice Katerina Clark. Las óperas que estudio son de la época en que estaba surgiendo el populismo ruso, que en realidad es la forma original que adquirió el socialismo en Rusia. Estos compositores habían leído a Chernyshevsky, uno de los ideólogos del populismo, en el que se inspiró Lenin para su ¿Qué hacer?. Formaron círculos de discusión, algunos de ellos vivieron en comunidad, que son rasgos de la intelligentsia. Lo que los distingió fue que recurrieron a la música, que se podía cantar, se podía silbar, estaba más en el aire de la ciudad que cualquier otra producción cultural de una época en la que la mayoría de la población todavía era analfabeta.
–¿Había una idea de revolución en Musorgsky y Rimsky-Korsakov?
–No eran revolucionarios ni socialistas. Incluso, teniendo en cuenta la participación activa de Rimsky en la Revolución de 1905. Pero colaboraron a generar un clima de crítica al régimen zarista.
–En las discusiones sobre la modernidad y la relación con Europa se da una especie de “civilización y barbarie”. ¿De qué manera la intelligentsia musical dialogaba con Europa?
–Hay una idea de que kuchka (el Grupo de los Cinco) solo tenía interés con componer una “música rusa” orgánica y separada del resto del mundo. Sin embargo, el intercambio con Europa era enorme. Los compositores rusos aprendieron música con las partituras de los europeos, estaban al tanto de los estrenos y tenían opinión formada sobre los compositores europeos. Recurrieron a la ópera como un código transnacional, que desarrolló maneras diferentes en cada uno de los países. La circulación de ideas, prácticas y valores entre estos compositores y el resto de Europa no tuvo una única dirección ni una única forma. Liszt, por ejemplo, fue un gran apoyo y un gran propagandista de los compositores rusos en Europa.
–¿De qué manera influyó kuchka en la música, dentro y fuera de Rusia?
–El “estilo kuchka” fue considerado el “estilo ruso” por excelencia y muchos de los compositores que siguieron lo tuvieron como modelo. Rimsky-Korsakov fue profesor del conservatorio hasta casi su muerte en 1908 y formó a varias generaciones de compositores, como Stravinsky o Prokofiev. La influencia de kuchka se hizo sentir incluso en el Realismo Socialista soviético. Todavía hoy la música de kuchka es la medida de “rusismo” de los compositores. Fuera de Rusia, muchos compositores europeos tomaron muy en serio los experimentos musicales de kuchka en general y de Mussorgsky en particular. Debussy solía reconocer la deuda que su Pelleas y Melisande tenía con el idioma musical de Mussorgsky; Ravel orquestó los Cuadros de una exposición. En el Wozzeck de Alban Berg hay también algo muksorgskiano. Y, paradójicamente, la música de kuchka utilizada por Serguei Diaghilev en los Ballets Rusos que montó a principios del siglo XX en París sirvió para construir una mirada que reforzó esa idea de una música rusa que expresa una “esencia nacional” vinculada a lo oriental. Digo paradójicamente, porque los compositores de kuchka tenían una visión del oriente que estaba más cerca de Europa que lo que Europa creía.