Sospechaba que esa primera línea de Ketamina iba a ser mucho para esa noche. No estuve seguro de esto hasta que ya había aspirado la segunda: había sido demasiado. Pero no se preocupen, que esta no es otra historia fatal sobre drogas. Recuerdo que en algún momento sentí que perdía el equilibrio, pero entonces escuché justo las palabras exactas que necesitaba escuchar: “Tranquilo, mientras yo esté acá no te vas a caer”. Era un chico que no conocía, pero que en medio de su viaje tuvo la bondad de lanzarme ese salvavidas que rescató mi noche.

Nunca había probado ketamina y conocía casi nada sobre sus efectos. Todo salió bien al final, pero en algún momento la dosis me dejó en un estado que no era el que quería para mi noche, al menos en esa ocasión. Si este chico -muy divino, por cierto- no hubiese estado allí, eventualmente me hubiese caído.

Utilizo esta autorreferencia -mis disculpas- para romper el hielo y proponerles hablar en primera persona sobre nuestros hábitos de consumo. También para blanquear los principios que sostienen lo que van a leer a continuación.

Primero: el consumo de drogas existe y seguirá existiendo. Algunes encontramos un placer asociado al uso de sustancias, que es negado por las políticas prohibicionistas y abstencionistas. Tomar drogas, además, no equivale a "tener problemas": pensar eso solo reafirma el estigma.

Segundo: el consumo responsable de drogas es posible. La información sobre sustancias y sus efectos es una herramienta fundamental para reducir los posibles riesgos. Por ejemplo: si vas a tomar alcohol, no conduzcas.

Y tercero: las políticas prohibicionistas y abstencionistas de las que hablamos son un fracaso. El narcotráfico sigue galopante, mientras se persigue a consumidores y se censura cualquier iniciativa que procure la reducción de daños.

Dicho esto, pasen, siéntense y charlemos abiertamente sobre cómo nos drogamos. Y, más que nada, sobre cómo nos cuidamos.

Gestión de placeres y disfrute seguro

Hubo una vez una fiesta que tuvo el atrevimiento de apagar la música para hacer una charla. Lo más insólito: las maricas presentes no se fueron, sino que se sentaron a escuchar. La Fa Got Party, una fiesta disidente techno y fetichista que se hace en Ciudad de Buenos Aires desde 2018, se armó un festival donde, además de buena joda, ofreció un espacio para que varias organizaciones brindaran herramientas de cuidado.

Le llamaron “gestión de placeres” y me encantó. Al entrar, nos regalaron a todas un “kit de disfrute seguro” que contenía condones, lubricantes, guantes de látex para fisting, filtros para fumar, un gotero y varios folletos informativos. “Queríamos volver con algo así, ¿sabes? Hablando de temas que nos atraviesan. Siempre pensamos que este espacio, además de divertirnos, nos sirve de contención”, explica Fabian Verón, creador y productor de la fiesta junto con Alexis Broda.

Fabian dice “volver” porque habían suspendido la Fa Got durante septuiembre y octubre por el repunte de casos de viruela símica. En su lugar, les organizadores difundieron información y se sumaron al reclamo para pedir al Estado que accionara. Ahora hacen lo mismo con el consumo de sustancias: “Ante la ausencia del Estado, estamos creando redes de información y contención entre nosotres”.

En este festival pude, por primera vez, testear la pastilla que iba a consumir. Mirá qué sencillo: partís la pastillita y al polvito que suelta le echan unas gotitas de un reactivo colorimétrico diseñado para este tipo de prueba. Dependiendo del color que arroje, sabes qué componentes tiene la pasti. A mí me salió una mancha negra y un punto amarillo. Así supe que lo que tenía era MDMA mezclado con unas sales que podían alterar el efecto.

Estos testeos los estaba realizando un grupo de chiques de PAF! (en Instagram @PAF_proyecto), una iniciativa que surgió en 2016 tras la tragedia de Time Warp en Costa Salguero, ese nefasto evento donde murieron cinco personas. El proyecto comenzó con pequeñas intervenciones en fiestas electrónicas, en las que repartían información sobre los efectos e interacción de sustancias, regalaban agua y golosinas. Hace un año hicieron una encuesta en redes: “¿Estarías dispuesto a testear la droga que compraste antes de consumirla?”. El 95% respondió que sí.

Por eso, hace justo un año, comenzaron a hacer estos test. Les chiques vienen haciendo un trabajo minucioso, que ya les permitió realizar más de 100 pruebas en 2022. “Comenzamos a tocar puertas. Algunos productores no se animan por miedo, pero otros sí y la receptividad de la gente es grandiosa”, cuenta Carolina Ahumada, coordinadora de PAF!

PAF! es un programa de Intercambios (@Intercambios_ac), ONG que tiene más de 25 años dedicados al estudio del consumo de drogas en Argentina. También es aliado de otros proyectos como “Échele Cabeza” en Colombia o “Energy Control” en España. Este último (@EnergyControl) es una plataforma que viene analizando sustancias desde 1998 y tiene hasta un sistema de alertas que da cuenta de drogas adulteradas que están en circulación en España.

La premisa de todas estas iniciativas es simple: si podés verificar que la droga que compraste está adulterada, seguramente no la consumas para no poner en riesgo tu salud -o tu vida-. Si sabes cómo pega determinada droga y qué pasa si la mezclás con otra, tendrás mayor control de tu experiencia y sabrás qué hacer para evitar una situación no deseada. Es simple y hasta obvio, pero la actual política de drogas apunta en sentido contrario.

 Horno

Más allá del testeo

Así como el Estado entrega condones, podría ofrecer kits de testeos gratuitos. “Las ONG tenemos un alcance muy limitado. Pero, con la tecnología con la que hoy contamos, existe la posibilidad concreta de que el Estado pueda ofrecer estos kits a un costo impresionante bajo”, dice Gustavo Zbuczynski, presidente de Arda (@ardadrogas), quizás una de las organizaciones con más trayectoria en la temática en Argentina, que trabaja una línea de reducción de daños desde los años 90.

Que el Estado tome una iniciativa como esta permitiría saber, por ejemplo, si hay en circulación cocaína adulterada y potencialmente letal. En total fueron 24 personas las que murieron en febrero de este año y casi un centenar fueron hospitalizadas, luego de consumir cocaína mezclada con opioides en el conurbano bonaerense. En ese momento, el Ministerio de Salud provincial activó una alerta epidemiológica y Sergio Berni, ministro de seguridad de Buenos Aires, recomendó a quienes habían comprado cocaína en esos días que la tiraran. Los grandes medios y referentes políticos -a pesar de que ya se contaban decenas de muertos- reaccionaron escandalizados por la sugerencia del ministro.

En abril pasado volvió el alboroto en los titulares. La Municipalidad de Morón, Buenos Aires, repartió en un festival folletos sobre consumo responsable. “Cocaína/pastillas: andá de a poco y despacio. Tomá poquito para ver cómo reacciona tu cuerpo”, se leía en el material. Hasta con una denuncia penal amenazaron diputados de la oposición porque, según ellos, se incentivaba el consumo.

Así funciona el prohibicionismo: “No te drogues”, “Las drogas matan”, “Si te drogas, sos un delincuente”. Gustavo, de Arda, explica que esta tradición abstencionista en Argentina es resultado de la intromisión de la “guerra contra las drogas” declarada por Estados Unidos en los años 70. “Así se envió a la clandestinidad determinadas sustancias, entregando su regulación al narcotráfico y al circuito corrupto de fuerzas de seguridad y jueces”. El resultado está a la vista: “No hay un solo indicador que demuestre que esta política funcionó”.

La ley antidrogas en Argentina es de las más restrictivas de la región. La 23.737 se promulgó en 1989 -¡hace más de 30 años!- y sanciona penalmente la tenencia de drogas, cualquiera sea su cantidad y cualquiera sea el propósito. Esta legislación castiga hasta “la promoción” del consumo, pero está tan desfasada que ya entra en contradicción con otras normativas: como la resolución 351 de la Sedronar (2000) y la Ley de Salud Mental (2010), que refieren a políticas de reducción de daños; o la más reciente legislación sobre marihuana medicinal.

La 23.737, sin embargo, sigue siendo la excusa para privarnos de información, espacios de contención y, además, para perseguirnos. El último informe del Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC), elaborado por el Ministerio de Seguridad de la Nación, reportó 71.534 violaciones a la Ley 23.737 en 2021. Del total, 73% corresponden a “tenencia simple de drogas” o “tenencia simple de drogas para consumo personal”. Es decir, no estaban relacionadas ni con la producción ni con la comercialización de estupefacientes. La tendencia es la misma desde, por lo menos, 2017.

Y acá es donde todas deberíamos prestar mucha atención. La persecución a los usuarios de drogas apunta siempre a los más pobres y a los colectivos históricamente vulnerados. El CELS nos da un ejemplo: cerca de 40% de toda la población de mujeres trans que está privada de libertad en la provincia de Buenos Aires está acusada por delitos menores de drogas. El 73% de ellas está presa sin condena, detalla el centro en una nota publicada en diciembre del año pasado.

Un ejemplo inaudito pero ilustrador es el de Rubí Mirasso, mujer trans detenida en 2018 en La Plata. Le incautaron una sustancia que, según aclaró ella, era un medicamento. Aun así, le abrieron una causa por narcomenudeo. Tiempo después se hizo la pericia de la sustancia decomisada y entonces se supo que Rubí había dicho la verdad: era paracetamol. Igual estuvo tres años en la cárcel. De nuevo: la actual política de drogas sirve para justificar abusos policiales y judiciales.

Nos cuidamos entre todes

“Tranquilo, mientras yo esté acá no te vas a caer”. Esa noche entendí dos cosas: que no podía subestimar mis consumos y que era importante acompañarnos en nuestro disfrute. Que el cuidarnos entre todes era parte fundamental de la fiesta.

Este acompañarnos pasaría, por ejemplo, por militar un cambio de paradigma. La despenalización de sustancias fue una de las consignas de la marcha del orgullo este año. “Siempre alguien pregunta: ¿qué tiene que ver la marihuana con el orgullo? Y tiene que ver justo con eso: con el montón de compañeres que son perseguides y se enfrentan a la doble estigmatización del aparato represivo”, dice Fer Albornoz, de la Secretaría de Consumos de la Federación Argentina LGBT+.

También en noviembre, por primera vez, se realizó el “Foro interdisciplinario de salud mental y consumos con perspectiva LGBT+”, impulsado por la federación y con apoyo de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. En este tipo de articulación entre organizaciones hay una gran oportunidad para insistir en la conversación y hacer contrapeso con el silencio que propone el sistema.

¿Y mientras tanto qué? Les chiques del Colectivo Antroposex (@antroposex) estuvieron en el festival de la Fa Got Party y dijeron algo grandioso: “No consumamos la fiesta, ¡hagamos la fiesta!”. Para esto, proponen pensar la fiesta como una zona temporalmente autónoma, como un laboratorio de autoorganización que nos permita crear rituales de cuidado entre nosotres. Pensarla como un punto de fuga o refugio, pero que sea sobre todo colectivo. Y hacer juntes, como dijeron, una fiesta tan buena que “alargue el fin del mundo”.

Listo, chiques: nos chapamos en la pista.

 

Bonus track: ¿cómo son tus consumos?

El manual dice que un consumo problemático es aquel que deriva en una conducta que no podés controlar y que afecta tu salud física, psíquica o tus relaciones sociales. Erik Navarro, de la Secretaría de Salud Mental y Consumos de la FALGBT+, propone profundizar el ejercicio y problematizar todos nuestros consumos. Plantea que nos hagamos dos preguntas: ¿puedo elegir no consumir determinada sustancia?, ¿y qué me pasa cuando elijo no consumirla? “Podemos identificar un consumo problemático cuando no podemos detenerlo o no podemos realizar determinada actividad sin acudir a él. Es en ese momento cuando eso que antes te generaba placer, deja de hacerlo”, explica Erik.

La federación pone a disposición un espacio especializado, con perspectiva LGBT+, para atender cualquier duda o brindar apoyo en este sentido:

Correo: [email protected]

En redes: @Smifalgbt

Whatsapp: 11 6246-6276