”Quino, ¿estás de acuerdo en que sos cabernet sauvignon?”, disparó Miguel Rep desde el escenario de Bebop Club, donde el miércoles presentó su nuevo libro, Vino. Tinta y tinto sobre blanco, publicado por Grupo Planeta con el apoyo del Fondo Vitivinícola. El creador de Mafalda respondió con un entusiasta “¡Sí, sí, claro!”, mientras el humorista de PáginaI12 explicaba al sommelier Aldo Gaziani (de la vinoteca Aldo’s) que se trataba de “una percepción de cómo es la gente y cómo es un vino, hay gente como artista que es más liviana, y le pondría otro vino”.
Durante la presentación, Rep contó que la producción del libro le demandó varias visitas a Mendoza y Salta, donde recorrió bodegas de todo tipo: industriales, boutiques y “de garage”, en las que pudo preguntar (y probar) a placer gracias a lo que ya había aprendido en una recorrida previa por la ruta borgoñesa que va desde Burdeos al Rosellón catalán, en el oeste francés. “Este libro es el comienzo de un aprendizaje, como aprendí en algún momento de la urbanización en Buenos Aires para los Barrios. Los dibujos te ordenan la manera de pensar y aprender”, reflexionó el humorista mientras degustaba una copa.
En Tinta y tinto sobre blanco, Rep aborda la cuestión desde distintas ópticas (o cepas): las escenas familiares, los ídolos artísticos, los aspectos de la producción, momentos históricos y hasta algunos juegos poéticos entre la cultura popular y el vino. Así, en sus páginas puede hablar de la relación con el vino de los grandes de su oficio como Quino o Fader, de costumbres de la recolección de la vida, del reencuentro con amigos distanciados, bromear con que Dios creó el Malbec para descansar el séptimo día o citar “Purple rain” de Prince al dibujar una vendimia.
“Los que estamos en el mundo del vino necesitábamos que dejen de tomar  tan en serio esto”, celebró Aldo, hombre del palo, pero crítico de enólogos, catadores y recomendadores en general que insisten en “hablar en difícil” sobre el vino, las cepas y el disfrute que conllevan. “Tu libro –se dirigó al autor al abrir la charla– trae el vino a donde tiene que estar: la amistad, el amor, el encuentro”. Antonio Morescalchi, propietario de la bodega Alto Las Hormigas, también presente en la charla, reconoció que es la pasión por el vino lo que suele llevar a la gente del mundillo a esa “solemnidad” y que corresponde agradecerle a Rep por “ese espíritu de niño, que te sorprende y te toma desprevenido” para hablar del tema. Gaziani, en tanto, prometió que tomaría ideas del libro a la hora de recomendar sabores a sus clientes.
–¿Y vos cómo le hablás de vinos a la gente? –preguntó el dibujante.
–Trato de pelear con el vocabulario del vino porque muchas veces aleja  a la gente. Nuestro laburo es acercarla, porque el vino ayuda, es antioxidante, sano, sufre una pelea desigual con la cerveza que es toda industrial, con los energizantes...
–¿Y qué palabras no utilizarías?
–No sé cuáles no utilizaría, pero me gusta hablar de sensaciones táctiles. Trato de evitar las ensaladas de fruta, todo eso del aroma a tomillo, ciruelas... la gente viene porque quiere vino, no fruta. Pero sí hay vinos más sedosos, por ejemplo, y está bueno eso. Y siempre terminar con “este vino es fantástico, está buenísimo”.
Cuando uno no es del ambiente y simplemente se dedica a beber, hacer un libro supone un enorme desa- fío, señala Rep. “Tuve que reflexionar bastante”, advierte. “Es cierto que primero viene el gusto; si me hubieran invitado a hacer un libro sobre whisky no sé si aceptaba, ¡cada vez que tomo me duelen las cervicales!”, contó antes de meterse con sus recuerdos de infancia relacionados al vino con mucha soda para los chicos, a las damajuanas, al vaso del mediodía de su padre antes de volver al taxi y a los dos vasos de la noche, que ayudaban a dormir mejor. “Y en esto hay un aduanero importante que es Quino, porque uno se formó como dibujante porque quería ser como él, pero también tuvimos muchos diálogos donde lo escuchaba muy distinto que como escuchaba a mi viejo o a otros”, destacó. “Quino me dio cosas desde la mesa o desde la poesía, me habilitó a que sea una cosa esplendorosa a pesar de los malos vinos”. En su mesa, Quino sonreía.
Sobre la producción del libro, Rep destacó las visitas a las bodegas. “Uno como dibujante no es un periodista, uno es un fantasma en las bodegas y trata de ver cosas distintas incluso en el discurso oficial”, comenta. El vino, sin embargo, “siempre queda bien”. Es un libro auténticamente celebratorio, y en este sentido su autor lo emparenta con Bellas artes, uno de sus trabajos más celebrados. “No estoy para hablar mal del vino, sí del verso, del piripipí, pero eso ocurre en todos los ambientes; en las bellas artes hay una apropiación de parte de una aristocracia que sabe algo y no lo comparte”, critica. “Por eso cuando la gente común vamos a catar a un museo, no entendemos nada, porque encima nos confunden con esos saberes, nos enturbian la copa, y al final la verdad está en tu paladar y en tu ojo”.
Con el libro ya en la mano, Rep lo mira y sopesa, como cuando un sommelier coteja el color y la caída del líquido en el cristal de la copa. “Es para degustar, para decantar, no para embriagarse”, señala. Un libro que, recomienda, mejor leer de a sorbos.