“Hoy anduve todo el día así, con un hueco en la panza, un vacío que no tiene explicación. Ni los churros de mi abuela ni los medicamentos homeopáticos sacan esto”, escribió en un poema el cantor cordobés José Luis Aguirre. Hueco, vacío, un espacio que se muestra por su ausencia. Hace una semana Argentina se preparaba para disputar la final del Mundial de Qatar 2022. Hace cinco días se consagraba campeón. Hace tres, las calles se inundaron de festejos. Pero como todo, el Mundial se terminó y su lugar en la agenda va quedando relegado: ¿y ahora qué?
— Ahora a la noche juega River —le dice un nene chiquito a su papá y le pregunta: "¿Ahora qué hacemos? ¿Lo vemos juntos?"
Esa pregunta, el ‘ahora qué’, tiene un peso en lo cotidiano. Sin lo extraordinario del Mundial, sin la zanahoria de la carrera en el siguiente partido definitorio, el tiempo sale de un paréntesis y parece entrar en otro compás. La agenda vuelve a enfocarse en otros temas. En las tapas de los diarios ya no está más la Albiceleste. Otra vez la ausencia, otra vez la pregunta: ¿con qué llenar el hueco que dejó el Mundial?
Consultado por Página/12 el licenciado en psicología Samuel Fernández de la Vega se refirió al tema y explicó que el ‘ahora qué’ tiene que ver con tener registro de lo que implican estos momentos que se encuadran como algo que sale de lo cotidiano.
Para el especialista, el Mundial no funcionó como un tapón, como algo que, necesariamente, al quitarlo deja hueco. Sino que más bien fue un fenómeno que “resituó” las cosas. “No creo que se trate de algo que tape, que disimule o que nos distraiga en los aspectos de la realidad. Los fenómenos se dan y hay que vivirlos como tal”, apuntó.
Luego, agregó: “Es inevitable pensar en este fenómeno que en este caso es un evento feliz, que nos conmovió a todos, nos movilizó física, mental y emocionalmente. Nos perturbó favorablemente. Pero no más ni menos que otras cosas que nos tocan vivir en la vida”.
Pero entonces: ¿y ahora qué? “Quizás esa pregunta tiene que ver con tener registro de lo que implican estos momentos. Con un ritual. Con el momento en el que la gente para. Uno no vive de fiesta, y tiene derecho a servirse en ese momento en el que se hace un paréntesis”, apuntó Fernández de la Vega.
Y finalizó: “El ‘ahora qué’ tiene que ver con darse ese permiso sin descartar que para muchos esta fecha sea una de las más difíciles de toda su vida. Sin embargo, también está esto. No es ‘esto o aquello’, sino que es ‘esto y aquello’. Uno tiene que tomar de ese hecho. Morirse de risa, vivirlo como anécdota, al menos por un rato. Después la vida continúa”.
Por qué este Mundial fue tan movilizador
El vacío del Mundial pesa además por cómo llegó a las personas. La que disputó siete partidos en Doha, Qatar, no fue la Selección Argentina. Fue la “scaloneta”, fueron los “muchachos”. Un equipo joven que, a través de las redes sociales, se mantuvo siempre muy cerca de los fanáticos de todo el mundo. Eso sí, tuvo sus condimentos, Messi brilló en cada partido y rompió récord tras récord en la que dijo que era su última Copa del Mundo.
Consultada por Página/12, la médica psiquiatra y escritora Graciela Moreschi agregó otro elemento a tener en cuenta: “Los jugadores representan al país. Son como los soldados. El fútbol es como una batalla donde un país vence al otro. La posibilidad de identificarnos es un símbolo. Y los símbolos pegan muy fuerte. Poder vencer a países del primer mundo, a potencias, donde nosotros pensamos es imposible en otros terrenos, nos da la posibilidad de revancha y furor”.
“La pasión tiene que ver con esto. Poder ganar es el mito del camino del héroe. Sobre todo Messi lo representa. El camino del héroe es un mito universal en el que el chiquito, el David, todos los que nacieron humildemente sin posibilidad, hacen un camino glorioso después de muchas dificultades. Después de eso, como un David, vencer a Goliat. Esto genera pasiones”, agregó la autora de Huellas de la pandemia.