Cuando se repasa un equipo de fútbol, siempre se arranca por el arquero. En el caso de la selección dirigida por Lionel Scaloni, Emiliano "Dibu" Martínez, un jugador desconocido por el común de la gente hasta antes de la Copa América 2021, que nació en Mar del Plata,  Barrio El Jardín, a pocas cuadras de la reserva forestal Bosque Peralta Ramos. 

Con un padre trabajador del puerto que buscaba lo mínimo para sobrevivir día a día y una madre que se desdoblaba en esfuerzos para sus hijos, la infancia de quien hoy es héroe fue dura. En Barrio El Jardín las calles son, en su mayoría, de arena y piedras, y desde que “Dibu” tenía cinco años, ya eran testigo de sus rebeldías. Emiliano se metía en todos los picados en los baldíos que rodeaban su barrio y paseó por toda la cancha hasta encontrar su lugar bajo los tres palos. 

Se desempeñó un tiempo en el Club Círculo General Urquiza y también lo hizo en Talleres y San Isidro, ambos clubes de la zona. Quien hizo vibrar a un país con sus atajadas, seguidas de bailes que quedarán en la memoria colectiva, abandonó los vientos helados del invierno marplatense para ir a la pensión de Independiente de Avellaneda a los 13 años. Allí, en esa temprana adolescencia, no la pasó muy bien. Miguel Ángel “Pepé” Santoro, su padrino futbolístico, lo llevó a probarse al Arsenal de Inglaterra, club que se convenció en pocos días de comprar su pase. Esto no significó la salvación para Martínez, ya que el club Gunner lo prestó en más de seis oportunidades. 

Con la calle marplatense plasmada en su actitud, deambuló hasta encontrar este presente de campeón mundial y con un premio como mejor arquero del torneo. El intendente de General Pueyrredón, Guillermo Montenegro, lo felicitó públicamente y anunció lo que luego sería la recepción en el Arena Fest de Las Toscas: “Tenemos al mejor arquero del mundo y así lo va a recibir la mejor hinchada del país”.

Muchos coinciden en que De Paul fue alma y corazón de este equipo. Un "Jugador Scaloni", si es que ese concepto existe. Con la precisión de sus pases pero sobre todo con una incansable e innegociable entrega, el jugador surgido en Racing Club de Avellaneda fue uno de los pilares fundamentales de la Scaloneta. No por nada, hoy le dicen "motorcito”. Rodrigo nació en Sarandí, y jugó en Club Deportivo Belgrano desde los tres años. Era tan chico que quería jugar "de algo" y lo mandaban al arco. 

Su barrio, al igual que él, siempre fue intenso. En su infancia, las calles cercanas al estadio de Arsenal estaban calientes por la crisis de comienzos de este siglo. Se refugiaba pasando el tiempo con amigos y en el club. La estación del tren era el centro de la búsqueda diaria para aquellos que no veían salidas cercanas. Su abuelo lo acobijó mientras sus padres trabajaban y encontró en la Academia un segundo hogar. 

Debutó muy joven en Racing. Tuvo momentos de gloria allá por 2014. Su paso por Europa tuvo idas y vueltas. Le costó encontrarse hasta que llegó a Udinese de Italia, donde definitivamente se afianzó hasta ser citado a la mayor. Cuando fue campeón mundial, el intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi publicó en su Twitter: “Desde cada pibe de los clubes de barrio hasta los que juegan de manera profesional aportaron a esta tercera estrella. En nuestra ciudad todos vivimos el fútbol con entrega y pasión, tenemos mucha gloria y somos la escuela de talentos”. Ferraresi sentenció con el hashtag #AvellanedaCapitalNacionalDelFútbol.

Nicolás Otamendi es caudillo dentro y fuera de la cancha. El jugador con más duelos ganados en todo el mundial es oriundo del Talar de Pacheco. En su barrio, La Paloma, además de patear la pelota se calzaba los guantes y boxeaba. 

El municipio de Tigre, casa de infinidad de talentos musicales, culturales y cuna de la multitudinaria cumbia villera, vio crecer en sus veredas a un divertido y carismático “Ota”. Mientras jugaba en el club Villareal, se escapaba con sus amigos a las cercanas islas del Delta para pasar los ratos. Su madre se tomaba junto a él tres colectivos para llevarlo a entrenar hasta Liniers, con el sueño de que algún día llegara el debut. 

En Vélez casi lo dejan libre en reserva, pero tras la insólita ausencia de los tres marcadores centrales que se anteponían a él –uno por lesión, otro por citación a la selección y el restante por estar expulsado en reserva- debió jugar, y lo hizo tan bien que quedó como titular en el equipo que fechas después sería campeón local, allá por el 2009. En el 2010 Maradona lo llevó al Mundial y pese a su buen rendimiento, quedó en el ojo de la tormenta tras jugar como marcador de punta en el trágico 0-4 vs Alemania. Con una brillante carrera a nivel clubes en Europa, su ausencia en Brasil 2014 llamó la atención. Ya en 2018, fue parte del equipo que condujo Sampaoli. En Qatar, despejó todas las dudas respecto a su edad y su presente físico. Fue impasable a lo largo de todo el Mundial y ofició como un verdadero general de la defensa argentina. El intendente tigrense Julio Zamora no solo lo felicitó tras el título, sino que además lo declaró ciudadano ilustre de Tigre “a pedido de la comunidad de El Talar”.

Enzo Fernández fue la gran revelación del torneo. Nacido en Villa Lynch, partido de San Martín, jugó de chico en el club de barrio La Recova. Su barrio, forjado por los inmigrantes judíos e inundado de fábricas y talleres, llegó a ser por varios años el conglomerado textil más grande del país. Ante esos largos paredones y los altos portones fabriles, peloteaba una y otra vez el joven Enzo, que desde los cinco años se desempeñó en River. Pensó muchas veces en dejar todo de lado debido a las carencias que atravesaba su familia y los pocos minutos que disputaba en su categoría, pero el amor por River lo incitó a perseverar y a aprovechar las pocas oportunidades que tuvo. Si bien debutó en River, su paso a préstamo por Defensa y Justicia destapó sus virtudes. No solo Gallardo lo quiso de vuelta. Scaloni se fijo en él y lo seleccionó para una serie de partidos amistodos.  

Tras su salto al Benfica, deslumbró a toda Europa y se metió en el Mundial cuando eso no era una certeza. La historia dirá que terminó siendo titular, campeón y elegido como el mejor jugador joven del torneo. Todo con 21 años. El líder comunal Fernando Moreira tuiteó para felicitarlo: “De San Martín a Qatar, campeones del mundo”.

Gonzalo Montiel metió el penal que selló la gloria. En esa materia es un especialista, ya que patea sin mirar y no erró ninguno de los diez que pateó en su carrera. Nació en el partido de La Matanza, en el barrio Virrey del Pino. Allí, entre las calles de tierra y los charcos que deja la lluvia, “Cachete” es amado por sus vecinos, que destacan su actitud humilde. La cancha imaginaria que dibuja la plaza que se encuentra a la vuelta de su hogar, lo vio crecer mientras jugaba con sus amigos. Hoy lo alientan con fevor cada vez que se acercan a su casa y visten las camisetas de River, la selección y el Sevilla, su club actual. 

Hijo de padre albañil y madre empleada doméstica, para ir a entrenar a River tenía que viajar hasta Villa Martelli. Colectivo 620 + traffic hasta Liniers + colectivo 28. Dos horas y media de ida, dos horas y media de vuelta. Cuando no aguantó más, decidió ir a la pensión de River. En Núñez explotó su fútbol apadrinado por el glorioso Marcelo Gallardo y todo el esfuerzo acuñado en calles de tierra tuvo su capítulo más glorioso en Qatar, cuando el botín matancero decretó que Argentina era campeón mundial.

Otro matancero campeón es Leandro Paredes, quien nació en San Justo y se desempeñó de chico en el club La Justina y luego en San Pantaleón de Tablada. La familiaridad de La Matanza y su pasión por el fútbol, hizo que Leandro pateara en los pasajes de su barrio junto a sus amigos desde muy chico. Los humos inconfundibles de parrillas los fines de semana junto a su tío, hicieron que se impregnara en él un amor por Boca Juniors. Debido a un enfrentamiento mano a mano con Club Parque, Paredes fue visualizado por el conocido descubridor de talentos Ramón Maddoni.  

Debutó siendo muy chico en la primera división del xeneize, donde fue apadrinado por un tal Juan Román Riquelme, el ídolo de su vida. Después del Mundial el intendente Fernando Espinoza felicitó a Montiel y a Paredes en un mismo tuit: “Quiero felicitar a nuestros matanceros, que son ejemplo de esfuerzo y perseverancia. Este título nos renueva las energías y las esperanzas. Bienvenidos campeones”.

Nicolás Tagliafico nació en Rafael Calzada y tuvo su pico de rendimiento en el momento adecuado. Se destacó en los últimos dos partidos. El oriundo del municipio de Almirante Brown jugó de chico en C.A.S. Villa Calzada. En un barrio modesto y con una familia carente de lujos, Nicolás siempre amó la pelota y sabía muy bien cuál era su sueño. Comenzó a jugar en Banfield y desde inferiores fue citado por la selección. La primera vez que lo convocaron a la juvenil, no recordaba nada del partido por un golpe sufrido en la cabeza. “Dicen que jugué bien” cuenta riéndose. Tras debutar como profesional en el Taladro, Tagliafico tuvo un gran paso por Independiente y hoy se desempeña en Europa. La garra y el orden que lo caracterizan estuvieron al servicio del equipo nacional, testigo de toda su entrega en momentos claves. En jugadas mano a mano, el defensor no fue gambeteado ni una sola vez. “Gracias Nico por esta alegría y por la gloria eterna” declaró el líder comunal Mariano Cascallares tras declararlo ciudadano ilustre de Almirante Brown.

Lautaro Martínez y Germán Pezzella son de Bahía Blanca, ciudad futbolera si las hay. Ambos se desempeñaron en el club Liniers de Bahía, que visitan a menudo en sus tiempos libres. "El toro", surgido de Racing, trajo consigo un dolor acarreado desde Europa y si bien no tuvo el mundial esperado en lo personal, metió el penal decisivo ante Países Bajos. Su arraigo con la ciudad se ve reflejado fuertemente en el club Liniers, al que va a practicar para mantenerse en ritmo durante sus días de descanso. Pezzella por su parte, fue opción de recambio en la defensa. Ingresó contra Polonia, Países Bajos y Francia. El surgido en River siempre tuvo el voto de confianza de Scaloni pese a no ser titular. Siempre que puede colabora con los bahienses, aportando en distintas actividades educativas, deportivas y sanitarias. Ambos son muy queridos por los vecinos de la zona,

Gerónimo Rulli y Juan Foyth, los platenses. Ambos fueron declarados ciudadanos ilustres por el intendente Julio Garro a pocas horas del título obtenido. Oriundos de la ciudad de las diagonales, fueron compañeros de inferiores, debutaron en Estudiantes de La Plata y actualmente comparten club y seleccionado. El arquero jugó de chico en Ateneo Popular, debutó con 19 años en Estudiantes y rápidamente impresionó a todos. Se sumó a la selección para disputar los Juegos Olímpicos y siguió en España. Con Villarreal fue campeón de Europa League y llegó a semis de Champions. Fue uno de los pocos que no disputó minutos en este mundial. Foyth, por su parte, jugó en Club Victoria de La Plata, juega en Villarreal y en este mundial disputó algunos minutos frente a Croacia. Su ingreso a la lista se dio sobre el final, en donde pesó su polifuncionalidad tanto en la defensa como en el medio campo. La ciudad universitaria por excelencia dentro de la provincia de Buenos Aires vio crecer en sus calles a dos talentos que se perpetuaron en la gloria.

Guido Rodríguez nació en Sáenz Peña y jugó en la academia Cristo Rey de Caseros. Cuando pateaba las calles de su barrio, aún no estaban los grandes edificios de la avenida América y se mantenía la estructura característica de casas bajas. El oriundo del partido de Tres de Febrero hizo inferiores en River, demostró buen nivel en América de México y dio el salto a Europa. Fue la revelación de la Copa América obtenida en Brasil. Su marca firme y el buen pase de pelota hicieron que Scaloni depositara confianza plena en él. Si bien jugó menos de lo esperado en Qatar, fue titular ante México y cumplió con creces en ese partido clave.

Thiago Almada tiene, quizás, una de las historias más fuertes. Es de Fuerte Apache, Ciudadela. Barrio tan duro como futbolero. En todos los pasillos de los monoblocks hay pibes jugando a la pelota. El nudo tres fue quien acobijó cada toque mágico de Almada. El barrio de Tévez, acostumbrado a sentir la gloria de cerca, recibió al joven tal como este lo merecía. Caradura y gambeteador como en el barrio, se inició en el club Santa Clara y Vélez lo vio a los cinco años. La búsqueda de la pronta salvación económica hizo que vaya al Atlanta United de Estados Unidos, un club muy por debajo del nivel que puede demostrar. Pese a ello, jamás se olvida de dónde salió y es por eso que en el Fuerte lo recibió una verdadera multitud. Scaloni lo llevó a Qatar tras las bajas de Correa y González por lesión, jugó algunos minutos frente a Polonia y es de los jugadores más prometedores para el futuro.