En menos de 24 horas, el escenario económico argentino atravesó por tres acontecimientos altamente significativos, pero que arrojan señales contradictorias. La aprobación de las metas del tercer trimestre por el FMI vino acompañada de elogios a la gestión económica, cuestionamientos a la polìtica de cambios múltiples pero también de la confirmación de un desembolso por u$s 6000 millones en los próximos días. Apenas un par de horas antes de esa noticia, el ministro Sergio Massa informaba sobre el avance de una nueva etapa del Plan Gas.Ar, quizás el que más satisface a las aspiraciones del Fondo Monetario del ver que los recursos naturales se ponen prioritariamente al servicio del capital extranjero para que le rinda al país mayores ingresos de dólares. Pocas horas después, ya en este viernes, el denominado mercado cambiario reaccionaba a las señales favorables de abundancia de divisas con una respuesta insólita: tanto los dólares financieros como el del mercado ilegal (el "blue") saltaban a sus más elevados niveles históricos.
La evaluación del FMI
Al dar a conocer los resultados de su evaluación del desempeño de Argentina ante el programa de facilidades extendidas, el Directorio Ejecutivo del FMI "determinó que se habían cumplido todos los criterios de ejecución cuantitativos hasta finales de septiembre de 2022, gracias a la prudente gestión macroeconómica del nuevo equipo económico".
No fue el único elogio a la conducción que ejerce Sergio Massa. Más explícita resultó la subdirectora gerenta primera del FMI, Gita Gopinath (la "número dos" de Kristalina Georgieva), quien señaló que "las continuas acciones de políticas definidas están comenzando a dar sus frutos. En un contexto externo e interno más desafiante, la implementación decidida de políticas, incluido el endurecimiento de las políticas fiscal y monetaria, está conduciendo a una reducción de la inflación, así como a mejoras en la balanza comercial y la cobertura de reservas!".
Colocó así al "endurecimiento de las políticas fiscal y monetaria" como factor clave en el desarrollo de la política apoyada por el Fondo. Reforzó el concepto Gopinath al expresar que "será necesaria la consolidación fiscal de acuerdo al presupuesto para respaldar los procesos de desinflación y acumulación de reservas, aliviar las presiones financieras y fortalecer la sostenibilidad de la deuda".
La relevancia que le otorga el Fondo al ajuste fiscal se traduce como una amenaza a las condiciones en que se desarrollará la economía argentina durante 2023. Pero hay algo más, en el mismo documento publicado por el FMI la "número dos" del organismo hace otra manifestación que merece especial atención: “Las tasas de interés reales positivas y sostenidas siguen siendo esenciales para reducir la persistente alta inflación y fortalecer la demanda de activos en pesos".
En línea con lo que expresan, en privado, integrantes claves del equipo de Massa, como el secretario de Políticas Económicas, Gabriel Rubinstein, la tasas de interés no son un instrumento de la política productiva, sino una variable que depende de otro factor que la política económica actual considera prioritaria: si baja el déficit fiscal, entonces el Tesoro nacional tendrá menos necesidad de buscar fondos en el mercado para financiarse y así bajará la tasa de interés. Si en el camino, el aparato productivo se resiente por un costo del dinero intolerable, ese erá uno de los costos "no deseados" del programa de ajuste que el gobierno está totalmente dispuesto a pagar. Y con respaldo del Fondo.
Así lo expresó en el último informe del Directorio Ejecutivo del FMI Gopinath, la economista india/estadounidense, a esta altura convdrtida en figura clave en el seguimiento del caso argentino, así como Georgieva lo era en tiempos de Martín Guzmán ministro.
La propia funcionaria del FMI lanza una advertencia final sobre el comportamiento que debería adoptar el gobierno argentino ante eventuales dificultades para el cumplimientro de las metas. "Más acciones podrían ser necesarias para salvaguardar la estabilidad macroeconómica si se materializan los riesgos a la baja. El amplio apoyo político para las políticas del programa sigue siendo fundamental hacia adelante”.
Cumplir con las metas del año próximo significará bajar el déficit fiscal a no más del 1,9% del PBI, un techo seis décimas más bajo que el del año actual. Argentina deberá seguir sumando reservas, para lo cual ya no contará como hasta ahora, con un resultado neto positivo en los desembolsos trimestrales del FMI (el dinero que presta es mayor que el de los vencimientos de la deuda con el FMI en el mismo trimestre), sino que el saldo pasará a ser negativo a partir del segundo trimestre de 2023. La suma de capital más intereses que vence cada trimestre pasa a ser mayor a los desembolsos comprometidos en el mismo trimestre.
Para peor, el Directorio Ejecutivo ya dio a conocer su opinión contraria a la reconsideración del cobro de sobrecargos a Argentina, como resultado de una reunión de dos semanas atrás, al considerar que existe un grado de riesgo no menor de pago de la deuda, que hace convenciente mantener la sobretasa. Dicho costo significa un desembolso adicional de 900 a 1000 millones de dólares por año.
Echale más gas
El anuncio de una nueta etapa del Plan Gas.Ar, tras los resultados de la licitación del abastecimiento de gas natural por los próximos cinco años (volumen y precios) fue celebrada por el ministro Sergio Massa, por el ahorro que significará a psrtir de 2023 en materia de divisas, y por la perspectiva de convertir al sector gasífero en un exportador con un peso en la balanza comercial similar al de todo el complejo sojero.
El resultado de la licitación compromete a los productores en el yacimiento de Vaca Muerta (Neuquén) a asegurar el abastecimiento de gas en los próximos años para el llenado de la capacidad de transporte del Gasoducto Néstor Kirchner (el primer tramo estará operativo a fines de junio de 2023, el segundo a principios de 2025) y para el autoabastecimiento y aprovisionamiento del excedente para exportación.
El impacto en la matriz productiva significará dejar de depender de la importación del gas natural licuado (GNL) ya a partir de 2024, cuyo precio de importación es de más de diez veces el que se pagará al productor local, de acuerdo al resultado de la licitación. Mientras el GNL importado costaría 40 u$s por millón de btu (unidad calórica de medición), el producido en Vaca Muerta se pagará en promedio a 3,75 u$s por millón de btu.
El resultado, en cifras, es contundente. Lo celebra el gobierno pero también el FMI, que lo considera una fuente adicional de divisas indispensable para que Argentina puede afrontar sus compromisos en los próximos años. Lo que persiste como una discusión no abordada es cuál es el modelo de desarrollo nacional que debe adoptar el país y qué mecanismo se da a sí mismo para explotar sus recursos. Contar con gas barato y en abundancia puede ser una base importante para conseguir más divisas exportándolo, o una base igualmente importante para el desarrollo de la economía en base a energía barata que se proyecte en la transformación de la estructura productiva. Claramente, la opción expuesta por el gobierno e impulsada por el FMI es la primera.
Por otra parte, seguir atando las decisiones de política de tasas de interés y cambiaria al comportamiento de los actores financieros especulativos puede ser igualmente peligroso. La evolución de las últimas horas así lo demuestra. Pese a las novedades favorables a las perspectivas en el nivel de las reservas (desembolso del FMI en el corto plazo, resultados del Plan Gas.Ar en el mediano y largo plazo), la plaza cambiaria reaccionó más en función de intereses especulativos de cortísimo plazo imrpimiéndole un salto a los precios alternativos del dólar.
No importaron las proyecciones, sino la oportunidad de hacer diferencias a cortísimo plazo. Ya fuera por una mayor demanda de dólares del público con pesos en el bolsillo por el cobro de aguinaldo, o de futuros viajantes al exterior a los que se le encareció el cambio por compras en el exterior (dólar Qatar), o de aquéllos que especulan sobre las presiones del Fondo para la reunificación cambiaria en corto plazo. Un comportamietno mezquino, sí, pero muy atendido por aquellos que definen las políticas públicas en materia monetaria y cambiaria.