Enzo Jeremías Fernández tiene tan solo 21 años y ya deslumbró al planeta con su fútbol. Elegante y activo dentro del campo de juego, el pibe surgido de River Plate fue galardonado con el premio al mejor jugador joven de la Copa del Mundo. Nacido en Villa Lynch, partido de San Martín, abrió su propio camino a la gloria cuando ingresó frente a México y sentenció el partido con un golazo típico de su pegada. Fue fundamental durante el desarrollo del torneo y los grandes clubes de Europa ya pujan por tenerlo.
El club La Recova de Villa Lynch fue la cuna futbolística del joven talentoso que ayudó a su ídolo a alcanzar la gloria. Nacido el 17 de enero del 2001, el menor de cinco hermanos ya demostraba todo su potencial cuando era subido de categoría en el baby fútbol y se gambeteaba todo lo que se le cruzara. River puso sus ojos en él cuando tenía tan solo cinco años y no le erró. Dueño de un posicionamiento exacto y una pegada formidable, Fernández cuenta con el equilibro perfecto entre quite y juego que necesita un mediocampista moderno para estar en la elite. Según el medio portugués Record, Benfica –su actual club y dueño de su pase- rechazó una oferta de cien millones de euros en las últimas horas. El interés concreto de clubes como Liverpool y Real Madrid no hace más que reafirmar el prometedor futuro que le espera.
En Qatar, el mediocampista cumplió dos funciones similares pero distintas al fin. La posición de interno –por delante de un mediocampista central, ya sea a la derecha o a la izquierda- es la favorita para desarrollar su fútbol. El hecho de tener un compañero de marca en sus espaldas no le quita de manera completa su responsabilidad defensiva, pero en un equipo que prioriza un estilo de tenencia como la selección Argentina, se libera y sale sumamente favorecido. Pese a ello, Lionel Scaloni optó por utilizarlo también como mediocampista central… y Enzo no falló.
Su sonrisa, curiosamente similar a la de Carlos Gardel, se asemejó all juego que llevó a cabo durante toda la copa. En total, Fernández disputó 563 minutos, ingresando desde el banco frente a Arabia Saudita y México y siendo titular desde Polonia en adelante. Tocó la pelota 558 veces y dio 410 pases de 468 intentados, lo que habla de una efectividad del 87%. Recuperó el balón 39 veces, brindó una asistencia y marcó un verdadero golazo ante los mexicanos. Además, Enzo fue el futbolista argentino que más pases dio en el último tercio del campo de juego, con 43.
Hoy todo es color de rosa. O dorado, mejor dicho. Pero lo cierto es que la realidad de Enzo no siempre lo fue. Cuando su crianza descansaba en las veredas de uno de los barrios fabriles más importantes del conurbano, Fernández se desdoblaba en esfuerzos por mantenerse en las inferiores del “millonario”. La falta de continuidad en las categorías juveniles y los problemas económicos de su familia lo llevaron a pensar más de una vez en abandonar todo. Su amor por River y la insistencia de sus hermanos hicieron que aprovechase las pocas oportunidades que se le presentaron en inferiores. Cuando jugaba en sexta división, el entrenador de Reserva Luigi Villaba no dudó en subirlo. Pocos días pasaron para que Gallardo se fijara en él, cuando en una práctica versus la primera división Enzo la dejó chiquitita y bailó a uno de los planteles más importantes de América.
Cuando alcanzó su sueño máximo de debutar en primera división y con el club del cual es hincha, la vida le demostró una vez más que nada era fácil. Gallardo lo sentó un día a su lado y le dijo, palabras más palabras menos, que su juego le gustaba pero que en River no tenía lugar. Fue ahí donde apareció Defensa y Justicia, un club acostumbrado en los últimos años a agasajar jóvenes talentos de clubes grandes que no son tenidos en cuenta. En Florencio Varela, Enzo destapó la olla de magia y condujo al Halcón a la obtención de la Copa Sudamericana y la Recopa, en donde venció al avasallador Palmeiras. Apadrinado por el DT de ese entonces, un tal Hernán Crespo, Enzo pulió de manera más detenida una de sus mayores virtudes: la pegada.
“Tenés una bomba en el pie, pero tenés que ser más inteligente”, le rogaba Crespo en las prácticas. La docencia que caracteriza al histórico delantero argentino permitió que Enzo perfeccionase al máximo todas sus cualidades. El joven sanmartiniano empezó a levantar la cabeza antes de soltar el bombazo y se dio cuenta de que en algunas ocasiones es mejor habilitar a un compañero. De allí devino otra virtud: mentir con el cuerpo. Fingir intenciones para ocultar ejecuciones. Si hay una característica suya a resaltar es la de mentir con el torso. Vista y movimiento hacia un lado, pelota y pie hacia el otro. Cuando uno quiere diferenciar a los buenos jugadores, sobre todo en Europa, debe detenerse en esas situaciones. El prestarle atención a qué hace un jugador antes de ejecutar, permite conocer la magia de los que marcan la diferencia. En ese grupo selecto está Enzo.
Su potenciación en Varela hizo que Gallardo pidiera interrumpir el préstamo. Volvió a Núñez para ser titular y campeón. Tras ello, vino el salto a Europa que lo posicionó en el Benfica de Portugal, en donde el primer mes lo tuvo como mejor jugador de la liga portuguesa. Sus actuaciones maravillosas en Champions League alteraron a la prensa europea, que comenzó a hablar de un nuevo talento argentino. A nivel selección, Scaloni ya lo había utilizado en algunos amistosos y era parte de las convocatorias cuando estaba en River, pero lo demostrado en Europa hizo que el pujatense no dudara ni un segundo en llevarlo a Qatar. En Benfica tiene como compañero Nicolás Otamendi, quien lo guió no solo e su llegada a Europa sino también en su estadía con la selección.
Esta historia, la que terminó con la medalla en el pecho de Enzo, el premio a mejor jugador joven en la mano derecha y la Copa del Mundo en la izquierda, tiene aún un detalle más interesante. Cuando Messi renunció a la selección allá por 2016, Enzo Fernández publicó una extensa carta para el 10 en su cuenta de Facebook. El mediocampista por aquel entonces tenía quince años y, entre otras cosas, escribió: “Hacé lo que vos quieras Lionel, pero pensá en quedarte (…) pero quedate para divertirte, que es lo que la gente te ha quitado (…) verte jugar a vos con la celeste y blanca es el orgullo más grande del mundo. Jugá para divertirte que cuando vos te divertís, no te das una idea lo que nos divertimos nosotros”.
Enzo, gracias a sus cualidades en mitad de cancha, fue artífice directo. Permitió a Messi liberarse, divertirse, gambetear, bailar. Aquel pibe de Villa Lynch que sufría por ver a su ídolo pasarla mal, fue testigo y partícipe del cierre de un círculo dorado que lo ubica a Messi como el mejor de la historia y a él como el jugador más prometedor.