A bordo de una limusina rosa junto a los músicos de su banda, luego de ser anunciado por un presentador francés y con la melodía de una reconocida “chanson” de fondo, Charly García ingresó al escenario montado en la cancha de Ferro la calurosa noche del domingo 26 de diciembre de 1982 para protagonizar un memorable show que daba inicio formal a su etapa solista. Un show que quedó grabado a fuego en la memoria colectiva por su impactante final en el que un bombardeo de pirotecnia destruyó la ciudad armada como escenografía, como corolario de la elíptica interpretación de “No bombardeen Buenos Aires”.
Pero más allá de esta inolvidable escena, el concierto realizado bajo la excusa de la presentación oficial del disco Yendo de la cama al living, registrado por Canal 9, se ubica como uno de los más emblemáticos en la historia del rock argentino por contar con una gran cantidad de ingredientes que marcaron un antes y un después en la escena local.
Fue el primer recital de rock argentino realizado en un estadio, una gran apuesta para la época; tuvo sus guiños al pasado en varios aspectos, pero fundamentalmente marcó el rumbo de la nueva época que se abría para el movimiento vernáculo; y, además, se planteó como un espectáculo integral a la altura de un show internacional, bajo la dirección artística de Renata Schussheim.
Con el termómetro marcando picos cercanos a los 40 grados y con algunos típicos chaparrones veraniegos, la jornada organizada por Daniel Grinbank se inició temprano con la actuación de Los Abuelos de la Nada y continuó con Sueter, banda que no fue muy bien recibida por la público.
Finalmente, el actor Jean François Casanovas vestido de frac presentó a Charly en francés, momento en que el artista hizo su ingreso en una limusina rosa, junto a los músicos de su banda para la ocasión, conformada por Willy Iturri en batería y Los Abuelos de la Nada Andrés Calamaro (teclados), Cachorro López (bajo) y Gustavo Bazterrica (guitarra).
A través de 22 canciones, Charly recordó parte de su pasado en Sui Generis, Serú Girán y La Máquina de Hacer Pájaros, pasajes en los que tuvo como invitados a Nito Mestre y Pedro Aznar -Bazterrica, por su parte, había sido parte de La Máquina de Hacer Pájaros-; pero también mostró su nuevo material y anticipó la gloriosa década que le esperaba.
También estuvieron como invitados León Gieco y Mercedes Sosa, en tanto que se esperaba a Luis Alberto Spinetta, pero no pudo llegar al escenario desde el mangrullo, lugar elegido para presenciar el concierto, según contó luego el propio Charly. Pero el mayor impacto se produjo cuando, en una alegoría a la reciente Guerra de Malvinas, una lluvia de pirotecnia derribó la gran ciudad armada como escenografía.
“El disparador de eso fue Charly diciendo que quería que algo se destruyera. Ahí surgió la idea de hacer esa ciudad, para la que fui en busca de un gran amigo, el escenógrafo Juan Lepes, que tenía un gran taller como para armar eso”, recuerda Renata Schussheim.
Para el “bombardeo”, se habían tirado unos alambres desde el mangrullo por donde se desplazarían unos cartuchos con pólvora a fines de que impactaran contra los perfiles de edificios del fondo del escenario, pero una gran incertidumbre sobrevoló toda la jornada, no solo por la imposibilidad de poder testear previamente el truco, sino también por los inoportunos chaparrones que amenazaron con arruinar todo.
“El día que se hizo el show, estaba en el mangrullo con Luis Alberto (Spinetta) y empezó a llover, ante lo cual pensé que nada iba a suceder porque todo se iba a humedecer y no iba a estallar nada. Así que junto con la lluvia caían mis lágrimas de desesperación y angustia. El tema es que sí funciono y voló por el aire todo. Fue una locura. Los chicos que estaban tocando vieron que se caía la escenografía y ellos mismos estaban muy sorprendidos”, narró la artista. Y concluyó: “Son esos momentos que yo siempre digo que a Dios le gusta el teatro y los espectáculos, porque no se podría haber hecho eso sin ningún ensayo, pero salió todo absolutamente maravilloso”. Schussheim también hace hincapié en otros aspectos del show pensados desde su dirección artística, como la limusina rosa o la presentación en francés de Casanovas. “Hubo un montón de chistes que tenían que ver con todo el show”, remarcó.
De esta manera, Charly institucionalizaba cierta imagen glamorosa para el rock local, muy resistida bajo argumentos puristas, pero que no obstante se establecería como moneda corriente en la renovación de la escena en esa década. El ingreso de la marca de jeans Fiorucci como sponsor alimentaría a los detractores, pero también abriría una nueva era en tal sentido. El mismo Charly se burlaría de ello en su canción "Transas", grabada un año más tarde en Clics Modernos.
Osvaldo Marzullo era periodista de la revista Pelo, y rememora algunas de las cuestiones por las cuales el concierto quedó en la historia. “El disco había tenido un impacto muy fuerte y cuando se dijo que este recital iba a ser en una cancha de fútbol fue raro porque era mucho. El público de rock no era tan grande en ese momento. Creo que el más convencido que eso iba a andar bien fue el propio Charly. Él convenció a todos y armó un show que realmente fue espectacular. Lo recuerdo como esos shows que te vuelan la cabeza”, dijo el periodista.
Además de destacar el gran cancionero con el que contaba Charly a esa altura y “la descomunal puesta” de Renata, Marzullo reflexiona sobre el valor simbólico que tuvo la entrada en la limusina. “Fue medio raro porque creo que no andaba y la entraron empujando, así que tuvo esa cosa de rockstar de Charly, pero a la vez de rockstar argento, pero estuvo bueno”, apuntó, a la vez que, a título personal, destaca que el “bombardeo” no fue de las más partes que más disfrutó del show, a pesar de su fuerte impacto. “Que Charly haya realizado un recital de esa envergadura y que haya terminado bien fue un gran espaldarazo para futuras aventuras de ese tipo. Lo recuerdo como uno de los shows más grosos de aquella época”, concluye el periodista especializado.
El guitarrista Jorge Minissale estuvo ese día arriba del escenario como integrante de Sueter, un grupo maltratado en esa jornada, luego de la buena recepción que habían tenido Los Abuelos de la Nada. Cuarenta años después, el músico tiene su lectura de lo ocurrido. “La gente quería ver a Charly. Ya habían tocado Los Abuelos para que los músicos que luego iban a tocar con Charly tuvieran un descanso; así que cuando vinimos nosotros la gente ya estaba un poco inquieta. No éramos conocidos y era una época hostil y agresiva del público cuando no le gustaba algo. Yo todavía tengo por ahí la Stratocaster con la marca de un monedazo”, narra, para luego aceptar que, a largo plazo, esa exposición fue positiva para la banda.
A diferencia de la “amargura” que sentía el líder de Suéter, Miguel Zavaleta, quien confrontó a quienes agredían al grupo, Minissale logró sortear emocionalmente ese momento y disfrutó a pleno el concierto de Charly. “Fue maravilloso, fantástico, al igual que la puesta en escena de Renata. También fue maravilloso el post show con la cena en la Costanera con todos los músicos. Estar sentado en la mesa con Charly, en esa noche tan especial, siendo muy joven, me hacía sentir que ya estaba perteneciendo a ese mundo que veía en las revistas. Como que iba por el buen camino. Fue una noche importante para mí y para todos, para la cultura nacional”, remarcó el guitarrista.
“La escenografía fue monumental y todo ese recital fue increíble pero digamos que las cosas sucedían porque el que quería que las cosas sucedieran era Charly. Él era el que convocaba y tenía una idea. Cada vez que trabajé con él, traté de acercarme lo más posible a sus sueños, dentro de lo que es estar en el Tercer Mundo y todo eso, pero siempre logré estar bastante cerca de sus sueños y de todos nosotros. Eso lo tengo claro”, remata Renata Schussheim.
* Agencia Télam.