En el Mundial de las sorpresas, la Selección Argentina tiró por tierra varias verdades establecidas del fútbol moderno, con su estilo verdaderamente único de juego, las peculiaridades de su plantel y la sabia mano del DT. Aquí, algunas de esas verdades, frases hechas o como quiera llamárseles que no se cumplieron la Scaloneta campeona del mundo.
1) La superioridad europea
Primero algunos datos... En Qatar 2022 participaron 13 selecciones europeas y apenas 4 sudamericanas. Se enfrentaron en 9 ocasiones, con 4 triunfos de países de la Conmebol, 4 empates y sólo un éxito de la UEFA (Portugal sobre Uruguay, en fase de grupos). En goles, la ventaja sudamericana fue de 15 a 9 y, además, tres de las igualdades fueron en duelos de eliminación directa y dos terminaron con festejo latino en los penales.
La consagración argentina derrocó el reinado de 16 años y medio que venía ejerciendo la vieja Europa en Copas del Mundo con los triunfos de Italia (2006), España (2010), Alemania (2014) y Francia (2018). Hasta esta racha nunca se habían dado campeones de una misma confederación más de dos veces seguidas. La hegemonía europea en selecciones no es casual: coincide con la de sus clubes y ligas -financiadas por capitales económicos de todo el mundo- a partir de la sentencia en 1995 de la famosa Ley Bosman, que habilitó la emigración en masa de jugadores extranjeros a las ligas de la UEFA. A partir de allí, Europa vence a Sudamérica en Copas del Mundo por 5-2 y en Mundiales de Clubes por 21-6.
Habrá que ver si el cambio de aire tan feliz como necesario logrado en Qatar tendrá incidencia en las competiciones intercontinentales venideras... Por lo pronto, vale destacar que la derrota de Europa en este Mundial no fue propiedad exclusiva de La Scaloneta.
"La ventaja que tenemos aquí es que siempre jugamos partidos de mucho nivel. Argentina y Brasil no tienen eso. En Sudamérica el fútbol no está tan avanzado como en Europa. Y es por eso que cuando mirás las últimas Copas del Mundo siempre son los europeos los que ganan". Kylian Mbappé
La UEFA no sólo sucumbió ante selecciones de la Conmebol sino que también se fue con récord negativo ante países de la Confederación Asiática: 10 partidos, 5 derrotas (Alemania y España con Japón, Gales vs Irán, Portugal ante Corea del Sur y Dinamarca contra Australia), un empate y 4 triunfos. Y contra África, aunque tuvieron marca de 6 triunfos, 4 empates y 3 derrotas, dos de estas últimas fueron bien ruidosas: Bélgica y Portugal a manos de Marruecos, heroico elenco que también sacó a España, en los penales. Donde sí no tuvieron problemas los colonizadores fue contra la Concacaf: 5 éxitos, 3 empates y ninguna derrota.
Aquí, el porcentaje de puntos obtenidos por cada Confederación como para reflejar cómo Europa y su supuesta superioridad sucumbieron ante Sudamérica -casi que un trabalengua-, además del gran Mundial africano.
- 59% Conmebol (4 selecciones, 18 partidos, 9 ganados, 5 empatados, 4 perdidos)
- 49% Europa (13 selecciones, 40 partidos contra países de otras confederaciones, 16 ganados, 12 empatados, 12 perdidos)
- 47% África (5 selecciones, 20 partidos, 8 ganados, 4 empatados, 8 perdidos)
- 37% Asia (6 selecciones, 21 partidos, 7 ganados, 2 empatados, 12 perdidos)
- 31% Concacaf (4 selecciones, 13 partidos, 3 ganados, 3 empatados 7 perdidos)
2) ¿Gana el que más corre? Meh
Un dato que se repitió bastante en los primeros días del Mundial fue que la Argentina era la que menos corría entre las 32 selecciones. La estadística se refería a los kilómetros acumulados por cada equipo, que no necesariamente se traducen como corridos: por caso, los jugadores están -en promedio- el 40% del tiempo de juego moviéndose entre 0 y 7 kilómetros por hora, es decir, a velocidad caminata.
De todas maneras, el dato andaba en lo cierto. Argentina comenzó el Mundial en el último lugar de esta estadística y lo terminó ubicada 30º sobre 32 países. Su promedio de kilómetros recorridos cada 90 minutos fue de 107,9, sólo por delante de México (107,5) y Ecuador (105,4). En tanto que el promedio del Mundial fue de 112,3 kilómetros cada 90 minutos. Ahora, ¿qué significa esto? Si es que significa algo.
En Qatar 2022 se jugaron 64 partidos y 27 fueron ganados por los equipos que superaron a sus rivales en kilómetros (42%)... Nada mal para las selecciones más esforzadas. En tanto que 23 partidos fueron ganados por los que menos kilómetros sumaron (34%) y 15 terminaron en empates (23%).
La tendencia "gana el que más corre" fue mucho más abrumadora en la fase de grupos, cuando el equipo que más kilómetros sumó se terminó imponiendo en 25 de los 48 partidos (52%), contra 13 triunfos de los que menos (27%) y 10 empates (20%).
Pero la tortilla se dio vuelta por completo a la hora de los duelos de eliminación directa, donde la Scaloneta estuvo en su salsa. Regular energías pesó mucho más a partir de octavos de final: de 16 partidos, 9 fueron ganados por los que menos corrieron (56%), 2 por los que más (12%) y 5 terminaron en empates (31%).
En consecuencia, no resulta exagerado afirmar -chicana mediante- que la Selección ganó el Mundial "caminando". Y de no creerlo, mejor observar las estadísticas kilométricas de Lionel Messi: el genio argentino jugó todos los minutos del equipo (803 si se tienen en cuenta los tiempos de descuento) y el 58% del tiempo estuvo moviéndose entre los 0 y 7 km/h. Suficiente como para causar destrozos a cuanto rival se le ponga por delante.
3) El nueve alto y otros versos aéreos
Hace tiempo que la altura es cada vez más importante en el deporte de los bajitos. Ya resulta casi imposible ver a arqueros que estén cerca del 1,80 metro (Fillol y Pumpido medían 1,81 y 1,82) o centrales como Passarella (1,73) o el más reciente Cannavaro (1,76), por citar algunos ejemplos. Ni hablar del sinfín de anécdotas de futbolistas consagrados que fueron rechazados en inferiores por su baja estatura. Para colmo, la reciente hegemonía europea en Mundiales hizo creer que la fórmula del éxito está en rodear de centímetros a los cracks, que siguen siendo en su mayoría petisos: desde el 1,67 de Maradona, el 1,73 de Pelé o el 1,78 de Cruyff hasta el 1,70 de Messi, el 1,75 de Neymar o el 1,78 de Mbappé.
En esa sintonía, uno de los reclamos más insistentes que acompañó a Scaloni en todo su ciclo -junto a la falta de un volante de marca, algo que quedará para otra nota- e incluso en el armado de la lista mundialista fue la falta de un nueve grandote, el clásico tanque de área. Un reclamo del cual el DT no renegó al inicio, ya que empezó su campaña probando a Giovanni Simeone (el 9 titular en el partido debut del DT, 3-0 sobre Guatemala en 2018) o Mauro Icardi (el titular en su segundo partido, 0-0 con Colombia).
A falta de Batistutas, Crespos, Higuaínes o Valdanos (todos arriba de 1,84), Scaloni no forzó nada y terminó apostando por centrodelanteros bajitos, como si fuese la era de los Stábile (1,68), los Puskas (1,72) o los Artime (1,74): primero fue Agüero (1,73), luego Lautaro Martínez (1,74) para ganar la Copa América y finalmente se destapó Julián Álvarez (1,70) para coronarnos de gloria eterna. Incluso la variante lunga ofensiva de Scaloni, Joaquín Correa (1,88), se lesionó en la previa del Mundial y no fue reemplazado por un jugador similar. Primero las cualidades, luego las características físicas.
Con apenas cinco jugadores de campo que superan el 1,80 metro entre los 23 del plantel, en Qatar 2022 Argentina siempre fue el equipo más petiso en cancha, aún contra rivales de estatura similar como Arabia Saudita y México. Su versión más lunga fue justamente ante los aztecas, con el ingreso de Guido Rodríguez (1,85) en el mediocampo, cuando todo pendía de un hilo y no se podía regalar nada, ni un centímetro.
Y esas dos primeras fechas fueron quizá las que mostraron un andar más flojo del equipo. Luego, la mejor versión de la Scaloneta coincidió con rivales muchos más altos: desde Polonia hasta Francia, la alineación titular de Argentina fue seis centímetros más baja que las de sus oponentes. Una diferencia que no se hizo notar con la excepción del neerlandés Weghorst, autor de dos goles en cuartos de final pero quien será mucho más recordado por cómo lo bautizó Lionel Messi tras el partido.
Según el sitio whoscored.com, Argentina se ubicó 25º entre 32 selecciones en duelos aéreos ganados por partido durante el Mundial. En total, fueron 163 de los cuales ganó 79 y perdió 84. Romero (1,85) y Otamendi (1,83) no tuvieron mayores problemas con los tanques rivales, esos que sí aplican al estereotipo del centrodelantero, como Giroud (1,92) o Lewandowski (1,85). Tampoco con el experto cabeceador croata Perisic (1,86) o con la amplia gama de gigantes que pasaron por el área argentina como el mexicano Montes (1,95), el australiano Souttar (1,98), el neerlandés van Dijk (1,93) o los franceses Varane (1,91) o Thuram (1,92).
Contra Francia, la selección que más goles de cabeza hizo en el Mundial (4), fue un verdadero contraste de estaturas: Argentina arrancó la final con 5 jugadores de 1,75 metro o menos mientras que el más "petiso" de los franceses era Griezmann (1,76). La cosa incluso se acentuó con los cambios: cuatro de los cambios de Scaloni fueron jugadores de 1,75 o menos, mientras que las siete modificaciones de Deschamps superaban el 1,80, con tres arriba del 1,90.
La estatura argentina también se tradujo en su estilo de juego: no por casualidad la Scaloneta casi que patentó lo de jugar córners cortos entre Messi y De Paul. Argentina terminó segunda en pases cortos por partido (580), mientras que fue 26º en centros (13) y 31º en pases largos (44). Toda una declaración de intereses.
4) Equipo que gana, tocadísimo
Scaloni cambió, cambió y cambió durante el certamen que lo consagró como inmortal. El joven experto pujatense no sólo no repitió equipo en partidos consecutivos, como se suele comparar, sino que no puso a los mismos 11 en ningún encuentro del Mundial ya sea por voluntad propia u obligado por el contexto. Incluso mudó de esquema según la ocasión, antes y durante los partidos (4-3-3, 4-4-2, 3-5-2, etcétera). El viejo apotegma futbolero de "equipo que gana no se toca" no se escuchó por Qatar.
Tras el caótico debut con Arabia Saudita fueron 5 cambios de arranque (Montiel por Molina, Lisandro por Cuti, Acuña por Tagliafico, Guido por Paredes, Mac Allister por Papu); tras México, 4 (volvieron Molina y Cuti, Enzo por Guido, Julián por Lautaro); para enfrentar a Australia, 1 (Papu por Di María, lesionado); para Países Bajos, 1 (Lisandro por Papu); para Croacia, 2 (Tagliafico por Acuña, suspendido, y Paredes por Papu); y para Francia, 1, el de Di María por Paredes y por izquierda para volver locos a Dembelé, Griezmann y Koundé, una obra maestra de la estrategia que perdurará por siempre en el recuerdo colectivo y los libros de táctica.
Como para tener de referencia, el técnico francés Didier Deschamps utilizó el once inicial de la final en cuatro partidos y su delantera Dembelé-Giroud-Mbappé fue titular en seis de los siete encuentros. Además, su 4-3-3 estuvo dibujado con marcador indeleble: no se movió.