En los primeros días de diciembre del 2022, se concretó un nuevo golpe de estado en el continente. En Perú el Congreso decretaba la “vacancia” del presidente Pedro Castillo, y su prisión. Con ello dejaba el campo libre para que las corporaciones transnacionales puedan apropiarse de los territorios, los bienes comunes, imponiendo con violencia racista las políticas extractivistas cuestionadas por el pueblo.

Como en otros casos (golpe de estado en Honduras en 2009, en Paraguay en 2012, en Brasil en 2016, en Bolivia en 2019), las mujeres se colocaron rápidamente a la cabeza de las movilizaciones contra el golpe de estado y en defensa de la vida. Mujeres y jóvenes de la primera línea salieron a las calles para denunciar los intereses que motivaban eso que algunos sectores políticos e intelectuales no querían llamar por su nombre: golpe de estado. Las feministas comunitarias de Peru, así como las feministas en resistencia en Honduras -en alianza con organizaciones indígenas como el COPINH encabezado por Berta Cáceres-, convocaron desde la primera hora a las calles, y expresaron con claridad la consigna: “Ni golpes de Estado ni golpes a las mujeres”.

Hablamos con feministas comunitarias de diversos colectivos peruanos. Liz Medrano, integrante de la comunidad TLGBIQ Moshikas Diversas, que forma parte de la Marcha Mundial de Mujeres Macronorte, un movimiento feminista comunitario y popular, afirma: “Las mujeres, las comunidades, el pueblo peruano, estamos en una resistencia histórica hace más de 500 años, porque hemos sido y seguimos siendo saqueados. Nuestros territorios siguen condenados a la muerte, al despojo. El cuerpo de las mujeres se ha convertido en un experimento de la violencia colonialista, patriarcal, capitalista. Esto se agravó con la institucionalización del neoliberalismo extractivista realizada por Alberto Fujimori como presidente, y con la Constitución del 93, impuesta por la dictadura. Nosotras consideramos que mientras esta constitución esté vigente, seguimos viviendo dentro de una dictadura fujimorista, entreguista, vendepatria. La misma que viene reproduciendo una falsa democracia electorera, clasista, fascista, racista. Es la misma clase oligárquica y de derecha que termina dirigiendo el país. En las últimas elecciones, el pueblo ya cansado eligió a Pedro Castillo como presidente, tras fracasos de intentos con Toledo, con Humala. Es desde los pueblos que habitan territorios en conflicto que se elige la candidatura de Pedro Castillo, porque se trata de encontrar una esperanza de representatividad.”


A espaldas del pueblo: revuelta popular

Pedro Castillo, maestro rural, no pudo romper durante su mandato con los condicionantes y obstáculos que le impuso la derecha, que incluía la convocatoria a un congreso constituyente y la desactivación del Tribunal Constitucional, la revisión de las concesiones mineras. El Parlamento controlado por la derecha, saboteó cada una de sus medidas.

La democracia quedó absolutamente cuestionada en el devenir de este enfrentamiento. Rosa Rivero de la Marcha Mundial de Mujeres Macronorte afirma: “El Congreso está secuestrado. Decían que Castillo ha alterado el orden constitucional con el intento del cierre del Congreso. Pero ¿cuál orden constitucional? ¿el de la derecha cavernaria? ¿de qué orden constitucional se habla si en las últimas décadas lo que se ha hecho es no escuchar al pueblo y obstaculizar la realización del programa popular? La gente ha salido a las calles porque no cree en esta democracia. Grita en las calles por una nueva Constitución, por una Asamblea Constituyente ahora”.

Liz Medrano, como otras feministas comunitarias, resalta que el mismo pueblo que eligió a Castillo, fue crítico y se ha mantenido vigilante. “Hemos podido identificar que este último año Pedro Castillo estuvo gobernando de espaldas al pueblo, porque lamentablemente este congreso obstruccionista y de derecha ha intentado constantemente arrinconarlo, y Castillo intentó acomodarse. Pero también rescatamos que Castillo se había comprometido a revisar los decretos de ley que entregan nuestros territorios a las transnacionales extractivas, a las concesiones mineras, y se habían observado los 40 proyectos mineros que el Congreso había solicitado que se dé viabilidad. Estamos seguras que es por ello que se ha venido planificando el golpe de estado. Ha habido ya tres intentos de vacancia, y estos son mecanismos ensayados en otros territorios hermanos, como lo que sucedió en Bolivia, o en Brasil. Porque la derecha no solo desea tener el poder económico, también quiere tener el poder político, el control de absolutamente todo. De nuestros cuerpos, de nuestras tierras, de nuestras vidas, de nuestro trabajo, de nuestros tiempos. Las estrategias capitalistas, neocolonizadoras, buscan el control de todo. También vemos cómo funciona la intervención estadounidense para controlar nuestros territorios. Se quieren implantar políticas por fuera de la decisión del pueblo, como las transiciones energéticas, que proponen los mismos que destruyen nuestros territorios. Es por ello que se utiliza a la clase media desclasada para hacerles el juego y mantener este status quo, como está haciendo Dina Boluarte, utilizando los medios masivos de comunicación, centralistas, capitalistas, que crean historias, que implantan miedo, que terruquean, que deslegitiman la lucha popular, que intentan dividir, ridiculizar, que generan historias racistas, clasistas, que nos siguen tildando de ignorantes, que tratan de justificar el asesinato de nuestros hermanos, de nuestras hermanas, haciendo comentarios como que estas personas mueren porque al no entender el castellano, no entienden las señales de la policía. Eso es racismo.”


El terruqueo

En varias intervenciones se repite el concepto de “terruqueo”, utilizado por los sectores de derecha y conservadores para deslegitimar la lucha y resistencia de los pueblos, diciendo que las protestas encarnan ideas y comportamientos terroristas. Lourdes Contreras, feminista comunitaria explica: “Como en nuestra historia y memoria como peruanos y peruanas está intacto el miedo a lo que fue el terrorismo en la década de los 80's y 90's que dejó tantas heridas y dolor aún sin sanar, se ha convertido en una práctica política y social de los sectores de derecha intentar infundir miedo en la clase oprimida, anulando cualquier espacio de debate o pluralidad política y estigmatizando las protestas como actos terroristas”.

“Estamos cansadas, indignadas”, señala Ermelinda Castro, dirigente de la Asociación Distrital de Mujeres de Tambogrande –ADIMTA- de Piura, en resistencia frente a las inversiones mineras. Ermelinda refuerza la denuncia sobre la deslegitimación de la democracia que produce el golpe de estado. “El presidente al cual nosotros elegimos lo han sacado. Nuestro voto, nuestra decisión, ya no tiene valor para este sistema. El Congreso continuamente, desde el inicio, no deja trabajar al presidente. Todo el tiempo ha tenido un accionar golpista. Los medios de comunicación también. No están diciendo nada de los crímenes tan terribles. Qué indignación estamos sintiendo. Ellos están vendiendo la información de que estamos bien, y que quienes estamos protestando somos terroristas, somos violentistas”.

Como sucedió en el golpe de estado contra Mel Zelaya en Honduras, contra Fernando Lugo en Paraguay, contra Dilma Roussef en Brasil, contra Evo Morales en Bolivia, la derecha utilizó los errores para pretender con ellos justificar las acciones golpistas que establecieron dictaduras sangrientas contra los pueblos. Los parlamentos, los procesos constituyentes, fueron considerados amenazas para la derecha. En todos los casos, desde los feminismos comunitarios y populares se llamó a movilizar, a estar en las calles, a enfrentar al fascismo.


Continúa Liz Medrano: “Nosotras podemos ver cómo la captura inmediata de Pedro Castillo, significa una manera simbólica de silenciar al pueblo, de decirnos que quien se atreva a mirar a los ojos al patrón, va a terminar encarcelado. Sabemos que la justicia en el Perú está vendida, está aprisionada por la derecha. Porque si realmente fuera una justicia real, Keiko Fujimori, los fiscales, ex presidentes, estarían juzgados y presos. Con esto no estamos tratando de cubrir los errores que haya cometido Pedro Castillo. Creemos que tiene que haber sanciones, pero que éstas tienen que ser justas y realmente democráticas. También creemos que la única salida que tenemos las mujeres diversas, las comunidades, nuestros pueblos, es seguir manteniéndonos en pie de lucha. Si estamos en las calles es porque hay una disputa entre la vida y la muerte, porque las muertes que se están dando, no son de ahora. Los gobiernos en el Perú están matando con hambre y están matando con balas. El pueblo está en las calles porque hay un hartazgo, por el sometimiento, por la opresión, por el saqueo, por el despojo histórico que atraviesan nuestros territorios, nuestros cuerpos, nuestros pueblos, y por ello luchamos por cambios profundos. Estamos apostando por el buen vivir de las mujeres, de nuestros pueblos, de la naturaleza. Sabemos que será un proceso largo, y para ello será necesario forjar el poder popular y feminista. Para ello también es la apuesta por la educación popular, para el fortalecimiento de nuestras organizaciones de base, organizaciones territoriales, articulaciones regionales, macroregionales, nacionales, internacionales, para romper el cerco de información. Para poder realmente mantenernos en el cuidado, para la sostenibilidad de la vida. Porque de otra manera nos van a seguir matando, silenciando y no lo podemos permitir”.

Rosa Sara Huamán Rinza, de la Comunidad Campesina San Juan de Kañaris, Lambayeque, pertenece a un pueblo originario del Perú. Ella señala el carácter estructuralmente racista del golpe de estado. “Nosotros antes vivíamos armoniosos con la naturaleza, pero las mineras mandan gente a nuestros pueblos para dividirnos. Nosotras estamos cansadas de esta discriminación, porque las autoridades golpistas nos discriminan. Todo el tiempo han dicho que no tenemos derechos. Pero nosotros como pueblo mantenemos nuestra cultura, nos sentimos orgullosos por nuestra identidad, por nuestro idioma originario. Contamos con nuestras propias instituciones, sociales, económicas, políticas y culturales. Vamos a resistir, vamos a seguir defendiendo el territorio colectivo. Pondremos nuestros cuerpos frente a las mineras. Queremos leyes nuevas que sean favorables para nuestros pueblos”. Al mismo tiempo, llama la atención sobre el miedo que provoca el crimen de 28 personas, mayoritariamente jóvenes. “Nosotras, como madres, estamos preocupadas. Los hijos salen a defender los derechos, y estamos atemorizadas que regresen sin vida”. Rosa también denuncia el terruqueo. “Si levantamos la voz en defensa de los territorios, somos violentistas, somos terroristas. A mí ¿cuántas veces me han dicho terrorista tan solo por levantar mi voz?”

Cajamarca


Los gritos de la calle. “Que se vayan todos”

Liz Medrano relata las demandas que vienen realizando las feministas comunitarias, como parte de las comunidades en lucha. “La voz del pueblo en la costa, en la sierra, en la selva del Perú, es el cierre inmediato del congreso, que se vayan todos, la renuncia de Dina Boluarte, la sanción inmediata a los responsables por los crímenes de lesa humanidad, por la muerte de más de 28 personas en el territorio nacional. Sabemos además que este congreso racista y golpista está aprovechando este momento de crisis para emitir un montón de normas contra el pueblo. Se está haciendo una corrupta seudo asamblea constituyente dentro del congreso, que están intentando cambiar más de cincuenta y cinco artículos de la constitución para seguir favoreciendo a las grandes empresas transnacionales. No podemos permitirlo. Hace más de 15 años estamos en movilización, y paro indefinido en nuestros territorios, en las ciudades, en las zonas urbanas, en las zonas rurales, en los campos. Vamos a seguir en pie de lucha, vamos a seguir en las calles hasta que se vayan todos, hasta que vayamos a una asamblea constituyente, soberana, paritaria, plurinacional, popular, ecológica, diversa, y realmente representativa. Estamos construyendo poder popular desde las calles, desde los lugares de reflexión y acción. Nuestro camino está en la construcción del poder popular desde abajo, para refundar la patria. Está habiendo una masacre. La prensa limeña, de la oligarquía, no muestra lo que está sucediendo. Necesitamos que nos ayuden a romper el cerco mediático. Nosotras vamos a seguir en las calles, para que el fuego se mantenga vivo en la lucha del pueblo”.

El pueblo de José Carlos Mariátegui, de Flora Tristán, de César Vallejo, está como paria en las calles, gritando su indignación. Se mueve como río furioso. Y seguramente puede escribir junto a su poeta guerrillero Javier Heraud: “Yo soy un río, voy bajando por / las piedras anchas,/ voy bajando por las rocas duras,/ por el sendero dibujado por el viento./ Hay árboles a mi alrededor / sombreados por la lluvia./ Yo soy un río, / bajo cada vez más furiosamente, más violentamente / bajo cada vez que un puente me refleja en sus arcos".