A los vampiros los apura la Bonaerense, se vuelven linyeras para sobrevivir. Es eso y rescatarse del mal hábito de desayunar pibes comiendo morcilla o que la yuta los emboque. Y a veces ni eso les alcanza, porque un mal día lo tiene cualquiera y les llega la calambre, un modo horrible de hambre que empieza por las tripas y los paraliza. Angel Mosquito imaginó ese universo conurbano de vampiros y ratis a mediados de los 2000 y lo publicó en el blog colectivo Historietas reales.
“Cuando me llegó la oferta de La Cúpula de publicar el libro, por cuestiones contractuales tuve que dejar de sacarla en los blogs”, cuenta. La edición española llegó a Argentina en 2013 en ejemplares “no muy bien distribuidos”. Así que cuando desde Maten al Mensajero le ofrecieron hacer una edición local, se tiró de cabeza. “Es un libro hecho para el público argentino, esencialmente, que es el que puede entender mejor los guiños.”
La calambre cuenta la historia de dos vampiros que patean el oeste del Conurbano bonaerense juntando cartones o afanándose tanques de GNC que malvenden a otros vampiros arreglados con la cana. Si esto resulta conocido es porque Mosquito vivió en Morón toda su vida. “Igual no sé qué vigencia puede tener porque si bien se están viviendo momentos muy duros, la historia transcurre luego del colapso tremendo de 2001, y para esa época veníamos de muchos años de descomposición”, evalúa.
“El Conurbano es feo, está superpoblado, es muy desequilibrado socialmente, pero fue donde siempre viví y quieras o no te moldea. Cuando empecé a hacer historietas, ninguna de las que había leído transcurría ahí y me pareció interesante hacer algo en ese territorio salvaje. Con el tiempo me di cuenta de que es falso: lo que uno cuenta y cómo es lo importante, no el lugar.”
Mosquito hizo de cruzar género y conurbano una de sus marcas autorales. De hecho, de toda la generación fanzinera del ‘97, Morón suburbio, que repensaba su barrio en clave de Far West, es de los más recordados. De todos los géneros clase B, los vampiros son los seres de ficción que desde chico le daban más miedo y fascinación. En el libro propone verlos como “seres marginados de la sociedad, feos, angustiados, un poco estúpidos”.
Los dos idiotas de turno se cruzan con otros miedos, de los profundos, de Mosquito: el hambre, el cirujeo y la Policía Bonaerense. “Son todas cosas que me aterran. En este caso, los vampiros son tipos que pasan hambre constante por esa idea de querer ser parte de una sociedad que en realidad los odia. Es parte de ellos pasar hambre y buscan desesperadamente una manera de no sentirse así. La Bonaerense fue mi pesadilla durante toda mi adolescencia en los ‘90 y quería mostrar un universo en el que hay un control nunca revelado al público. Y los dos policías son parte de esa fuerza funesta. Que sean corruptos y violentos es lo normal para ellos.”