El 2022 deja una confirmación incuestionable en la TV abierta argentina: las figuras de la pantalla chica, aquellas que años atrás acaparaban audiencias masivas por su propio nombre, ya no mueven el amperímetro entre los televidentes. El año que se va marca el fin de los y las divas de antaño. Ni Marcelo Tinelli ni Mirtha Legrand ni Moria Casán ni Susana Giménez resultan convocantes por sí mismas: solo les queda su nombre, más no su audiencia. De hecho, el 2022 encontró en los formatos al único género que le hizo subir el encendido a una tele que pierde interés, creatividad y audiencia año tras año. Los fenómenos de Gran Hermano, La voz argentina y Masterchef Celebrity fueron la constatación de que la TV abierta sólo puede sobrevivir alrededor de propuestas que vuelvan a atraer a la familia frente al televisor. Aún cuando se trate de programas revisitados una y otra vez.
La crisis que desde hace años atraviesa a la TV abierta argentina no es solo de audiencia. Es sabido que en el nuevo escenario audiovisual, con la plataformas creciendo sostenidamente como alternativa cada vez más popular, la vieja televisión de aire es víctima de una competencia desleal, luchando contra presupuestos millonarios, y propuestas de alcance y promoción global a la mano de todos (los que puedan pagar los abonos dolarizados de los servicios de streaming). Esa desigualdad, sin embargo, no alcanza para explicar su merma como centro de entretenimiento familiar. La falta de creatividad, de programas innovadores que sorprendan al público, es una tendencia que también se comprueba temporada tras temporada. El piloto automático ya no tiene la eficiencia de antaño para llegar a buenos resultados. Mucho menos para que las nuevas generaciones consideren a la TV abierta como una opción posible.
Grandes formatos, grandes audiencias
El año que se va, entonces, no dio lugar a sorpresas. Con el respaldo económico de Paramount, aunque no solo por esa razón, Telefe reafirmó que la TV abierta argentina dejó de ser un mercado en disputa entre dos para consolidar la idea de que posee un único líder desde hace 11 años de forma ininterrumpida. Este año, la señal amplió la ventaja en audiencia que tiene desde hace más de una década con El Trece, imponiéndose cómodamente en todas sus franjas horarias y durante todos los meses. Por su parte, la disputa por el tercer lugar en el rating, El Nueve y América se intercambiaron el ingreso al podio durante todo el año. La TV Pública encontró en el Mundial de Qatar 2022 el contenido que la llevó a mostrar su capacidad federal, con audiencias records, y una inversión en derechos de televisación que pudo recuperar gracias al buen andar de la Scaloneta y la venta comercial de publicidad.
En un contexto complejo -aunque para nada nuevo- para la TV abierta, 2022 fue el año en el que los formatos familiares volvieron a demostrar su potencia, por sobre las presencias de sus figuras. En ese terreno, Telefe repitió y consolidó la estrategia nocturna que desde hace varios años viene plasmando, con una franja que tiene identidad alrededor de concursos gastronómicos y musicales, a la que le sumó el regreso de una nueva edición de Gran Hermano. Tanto la nueva temporada de Masterchef Celebrity como la de La voz argentina revalidaron su empatía con las necesidades del público argentino, con audiencias en ascenso que están cuando se las convoca. Hay en esa elección, tal vez, una explicación posible a la que los programadores deberían tomar nota: se trata de formatos que, desde su propuesta y casting, logran atraer frente al televisor a todos los miembros de la familia. Un distintivo que las plataformas -con sus algoritmos y productos ultrasegmentados- difícilmente consigan.
Bajo esa idea, este 2022 low cost sirvió para que el canal líder reflote del baúl de viejos éxitos a Gran Hermano, el reality show de encierro que retornó dos décadas después de su llegada a la Argentina y volvió a ser el programa más visto del año. El regreso del polémico formato en una época en la que las redes sociales hacen de la vida íntima una cotidianidad pública, posicionándose nuevamente como un ciclo masivo que atrajo a jóvenes frente a la TV, no solo es la más cabal demostración de la falta de ideas sino también la comprobación de una sociedad que avanza en muchos terrenos pero no en todos. En un contexto social, cultural y mediático distintos, Gran Hermano revalidó sus credenciales de tanque.
El año de los formatos se constata en que no solo a Telefe le fue bien con el género. El Trece también encontró en El hotel de los famosos un programa que a comienzos de año se estrenó tímidamente y que poco a poco fue recuperando audiencia para la alicaída pantalla del Grupo Clarín. Con una propuesta que combina reality y competencia feísima, el programa que conducen el Chino Leunis y Pampita fue ganando adeptos, al punto de que en semanas volverá con una segunda temporada.
El fin de una era
Claro que no todos los formatos funcionaron. Entre los que no cumplieron con las expectativas se ubica ¿Quién es la máscara?, el concurso musical que Telefe puso al aire con bombos y platillos y que terminó siendo un programa artísticamente fallido y con baja audiencia, al que ni siquiera el carisma de Natalia Oreiro pudo sostener. El regreso de Mirtha Legrand a sus siempre opositoras "mesazas", tras más de dos años de ausencia por la pandemia, tuvo más repercusión que audiencia. La otra diva, Susana Giménez, apenas si estuvo en un especial Por el mundo en el Mundial de Qatar y pasó con más pena que gloria. Tampoco le fue mejor a Moria Casán, que con esa suerte de late night vernáculo llamado Moria es Moria duró poco más de tres meses en el aire de El Nueve.
Otro formato que no estuvo a la altura del presupuesto y de las expectativas fue Canta conmigo ahora. Pese a su impresionante escenografía, el concurso de canto con el que Marcelo Tinelli abandonó su Showmatch tradicional resultó frío y distante para la audiencia. El programa se fue desinflando paulatinamente, víctima de su grandilocuencia (un megaestudio y 100 jurados en vivo) y de la decisión de que fuera grabado y editado, que atentó contra el oficio e improvisación del histórico conductor. Una cosa es cierta hoy en día: Tinelli no será parte de El Trece en 2023, tras más de 15 años en esa pantalla. Todo un síntoma.
Que los formatos hayan invadido la TV abierta y se hayan convertido en los programas diarios más vistos del 2022 no obedece solo a su propia capacidad artística, sino a la falta de otras opciones. De hecho, en 2022 hubo muy pocas ficciones estrenadas en los canales privados, todas en asociación con plataformas de streaming. En Telefe y Paramount se destacó El primero de nosotros, un drama que pese al auge del streaming tuvo una buena audiencia diaria. Y fue porque presentó una historia dura que desde su primer capítulo asumió riesgos narrativos, en una propuesta madura que se corrió de la típica estructura "chica y chico de clases sociales opuestas que luchan por consumar su amor". En El Nueve hubo dos interesantes series que vieron la luz esta temporada, en alianza con servicios de streaming y con identidades bien definidas: Supernova, en asociación con Prime Video, y El hincha, junto a Flow.
Esa alianza de la pantalla chica argentina con los distintos servicios de streaming está en pleno desarrollo y aún queda mucho por trabajar. No siempre tuvo el mismo resultado. Hubo series que solo pudieron verse en la TV abierta los primeros capítulos, pero que para seguir la la historia se debía suscribir a la plataforma en cuestión (Robo mundial en El Trece y Star+, por ejemplo), en un acuerdo que parecería beneficiar más a los nuevos jugadores de contenido audiovisual que a los golpeados canales de TV abierta. Por su parte, hubo ficciones en alianza con plataformas que sí tuvieron más lógica y se emitieron en su totalidad al aire, como las nombradas Supernova, El hincha y El primero de nosotros, o Sean eternos: campeones de América, el documental de Netflix que puso al aire El Nueve. Por su parte, la TV Pública emitió la interesante ficción Dos 20, que en su teatral propuesta dramática de duelo actoral rotativo y de historias unitarias le devolvió el género a la pantalla estatal. Una búsqueda que, sin embargo, tiene sabor a poco para el canal estatal, que debería apostar mucho más al género.
En cuanto a los magazines y ciclos de entretenimiento, el año que termina reafirmó que Cortá por Lozano en Telefe y de Bendita TV en El Nueve son ciclos consolidados en la pantalla. También dejó otras percepciones: la búsqueda infructuosa de El Trece para sus tardes con propuestas que siguen sin funcionar, el siempre eficaz Guido Kazcka al frente Los ocho escalones, la búsqueda irreverente y no siempre lograda de Florencia Peña con La put@ ama en América, la interesante propuesta de Noche de mente en la TV Pública, o la sensación de que Jay Mammon no pudo explotar su potencial en La peña de Morfi.
En el universo informativo, con un perfil que profundiza entre el policial y las historias de los ciudadanos de a pie en primera persona, Telefe Noticias se impuso en todas las ediciones y por amplio margen a los noticieros de El Trece, en una tendencia que se acentúa cada temporada que pasa. Por su parte, con una línea editorial que prioriza la información sin dejar de entretener, escapándole a la grieta, Telenueve consolidó sus noticieros como una opción cada vez más elegida en la TV abierta. A nivel periodístico, la televisión abierta le cedió ese terreno a las señales pagas: apenas El Nueve con Opinión pública y la TV Pública con Desiguales aportaron miradas y reflexiones sobre la realidad argentina, entre tantos e híbridos magazines periodísticos que -ezquizofrénicos- analizan la política con la misma intensidad y superficialidad que los rumores de amor entre miembros de la farándula. Ni el showman Jorge Lanata y su PPT congregó las audiencias de antaño.
Ahora nos volvimos a ilusionar
Es imposible realizar un repaso por 2022 sin aportar una mirada sobre el Mundial de Qatar 2022 que terminó consagrando campeona a la Selección Argentina. Si todo mundial de fútbol marca un antes y un después en la TV abierta argentina, el que acaba de culminar permanecerá para siempre grabado en el corazón y la retina de los argentinos. Buena parte de esa sensación eterna es gracias a lo hecho por Lio Messi y compañía en Doha, que contó con una cobertura televisiva a la altura de la campaña del equipo de Lionel Scaloni, diseñada con perspectiva de género en la TV Pública. Así, por primera vez en una transmisión de un Mundial de fútbol para el país una mujer relató un partido (Lola del Carril, surgida del ciclo Relatoras argentinas), Angela Lerena fue la primera comentarista de la selección en una Copa del Mundo y otra mujer como Sofi Martínez tuvo una destacada participación siguiendo el día a día del seleccionado.
La cobertura mundialista del canal estatal, que discurrió entre la emocionalidad justa y la información sobria, contó con los relatos de Pablo Giralt, Gustavo Kuffner y Pablo Ladaga y los comentaros de Miguel Osovi y Matías Martín, con un equipo periodístico que se completó con Tití Fernández y Sergio Goycochea, más periodistas de cuatro canales públicos provinciales (Tierra del Fuego, La Rioja, Córdoba y Tucumán). Las transmisiones de los partidos de la Selección Argentina se convirtieron en los eventos más vistos de 2022, alcanzando la final un promedio de 38,4 puntos de rating. No fue casualidad, entonces, que el canal público por primera vez en mucho tiempo haya podido recuperar la inversión millonaria con los ingresos publicitarios. Lo que se dice un círculo virtuoso.
El resto de los canales, sin derechos, acompañó la cobertura con intensidad a través de enviados especiales, que a diferencia de otros mundiales -salvo las excepciones de siempre- abandonaron los papelones y el chiste fácil sobre las diferencias idiomáticas o culturales. No es poco teniendo en cuenta el historial de la TV argentina en este tipo de coberturas maratónicas y de gran demanda de horas de transmisión de contenido.
Entre el regreso del reality show como género a la TV abierta, la consagración de los grandes formatos como atracciones que pueden volver a reunir a la familia frente al televisor y la constatación de que ya no se alcanzan audiencias masivas ni mucho menos buenos contenidos por la sola presencia de una figura, la TV abierta argentina atravesó el 2022 sin asumir demasiados riesgos artísticos. Una postura conservadora que, cruzada por la delicada situación económica, no parecería ser el mejor camino para revertir la tendencia hacia la baja que la pantalla chica evidencia dentro del sistema de entretenimiento audiovisual hogareño.