El 16 de setiembre de 1922, el joven compositor Rodolfo Zanni dirigió en el Teatro Colón un concierto monográfico con obras propias. Poco después, casi nadie se acordaba ni de él ni de su música. Entre las pocas cosas que quedan de aquella velada en muchos sentidos histórica –que contó con la presencia del entonces presidente Marcelo T. de Alvear y su esposa, Regina Pacini–, hay un ejemplar del afiche que la anunciaba, hoy parte del recuerdo fragmentado del compositor y de su obra que en Roma custodia Giuseppe Zanni, pariente del buen Rodolfo y laborioso reconstructor de su memoria. Cenizas del estrépito, entre conjeturas que se mueven entre lo político, lo sanitario y lo pasional, quedan también un puñado de páginas muy menores, que no dan cuenta de la dimensión de lo que algunos no dudan en definir un “misterio argentino”. Tanto, que muchas veces se lo señala con el término “desaparecido”, incluso en las aproximaciones biográficas en italiano, que mantienen la grafía en castellano.
“Prácticamente toda la música de Rodolfo Zanni desapareció. Después de ese concierto en el Colón, fue como si las puertas de Buenos Aires se le fueran cerrando y terminó yéndose a Córdoba, donde tocaba en los cinematógrafos. Ahí murió en diciembre de 1927, a los 26 años, también en circunstancias poco claras”, dice Lucio Bruno Videla a Página/12. “Se sabe que en su corta vida Zanni escribió casi un centenar de obras, entre ellas páginas sinfónico-corales y dos óperas, de las que no quedó nada. Es extraño, tratándose del único compositor, hasta donde yo sé, que tuvo un concierto monográfico en el Teatro Colón. Al frente de una orquesta y un coro de grandes proporciones, dirigió cuatro horas de música propia. Algo inusual para un veinteañero”, observa.
Investigador, compositor, director del Instituto de Investigación en Etnomusicología de Buenos Aires y presidente de la Asociación Argentina de Compositores, Lucio Bruno Videla es uno de los entendidos en ese territorio enigmático, y también bastante relegado en el ámbito académico, que sin pretensión de definirlo podría llamarse “música argentina”. Por encargo de Giuseppe Zanni, está componiendo una ópera sobre la vida del malogrado compositor, de la que ya anticipó una parte en Roma, en septiembre pasado, en ocasión de las celebraciones por el centenario de aquel concierto de Zanni en el Colón. El libreto es obra póstuma del reconocido dramaturgo Ricardo Monti.
“En mi vida empecé como cinco proyectos de ópera y hasta ahora ninguno llegó a su fin”, bromea Lucio Bruno Videla del otro lado del teléfono. “Pero en este caso tengo el incentivo del gran libreto que dejó Ricardo Monti”. Bruno Videla cuenta que un día Monti lo visitó en el Instituto de Musicología. Tenía que firmar la autorización para que una página de Marathon, la ópera de Pompeyo Camps de la que fue libretista, integre un libro de arias de óperas argentinas. “Charlamos bastante y en un momento le comenté, entre otras, la historia de Rodolfo Zanni. Quedó muy impresionado, creo que porque de alguna manera sentía como propio el tema del destino de una obra después de la muerte de su autor. Se puso a trabajar en un libreto que completó antes de su muerte y que más tarde me hicieron llegar sus herederos para que musicalice, como él había indicado”, continua Videla.
“El texto tiene de todo lo que conviene a un teatro popular. Combina con mano maestra distintos registros expresivos, entre lo grotesco, lo sentimental, lo irónico y está lleno de efectos teatrales. Es como una gran caja que varía de estilos y además apela a un recurso que a Monti le encantaba, que es el teatro dentro del teatro, en este caso el Colón dentro del Colón”, explica el compositor. “Pensé mucho en cómo encarar este libreto y finalmente me decidí por un formato de cámara, pensando en que llegado el momento hay que ponerla en escena”, dice el compositor y se queja de lo que en general los compositores se quejan: la falta de apoyo. “Terminar esta ópera es para mí un gran desafío y cuando la termine viene otro desafío, el de lograr representarla”, dice Bruno Videla, que no es ajeno a este tipo de cruzadas, si se piensa en el en la recuperación de la ópera Pampa de Arturo Berutti y de la sinfonía La batalla de Ayacucho”, de Mariano Rosquellas, oportunamente representadas en el Centro Cultural Kirchner, o la grabación de Chasca, la ópera de Enrique Casella.
Bruno Videla cuenta que en octubre grabó sus Vuelo de las almas errantes en el cielo de la noche infinita y Tocata festiva, con la Orquesta Sinfónica de la Radio Eslovaca, y poco antes, en la Mozarthaus de Viena, Édua Zádory y Barbara De Menezes Galante-Auner estrenaron su Sonata para dos violines. “Esto último fue parte de un proyecto de la Asociación Argentina de Compositores para generar obras argentinas para dos violines. Una de las obras argentinas más antiguas que se conserva, de principios del siglo XIX, cuando no había casi ni música para piano, es una obra para dos violines de autor desconocido.
-¿Qué representa hoy la idea de "música argentina"?
-Persiste la idea de que una música académica argentina debe incluir alusiones a músicas populares tradicionales. En cambio, creo que “música argentina” es la compuesta por quien se considere argentino. Además, hay que tener en cuenta que en el pasado existieron compositores no argentinos que componían en nuestro suelo y por lo tanto su obra estaba en relación con nuestro entorno, por lo que deberían estudiarse como parte de nuestro contexto cultural.
-¿Dónde nace tu interés por investigar el pasado musical argentino?
-Mi interés musical siempre tuvo que ver con el afán de conocimiento. Así como estudio el pasado musical argentino, también me interesa conocer el pasado musical menos difundido de Europa. Casi nunca he interpretado programas de conciertos sin incluir alguna rareza. Creo que es parte de la creatividad por la cual debe jugarse un artista. En cuanto a lo argentino, me parece una verdadera falencia e incoherencia conocer más de otras culturas que de lo propio. Por ejemplo, en una cátedra de composición musical, ¿cómo es posible que no se estudie el devenir de la creación musical en el suelo propio pero se conozcan detalles de la creación en otras culturas? Creo que eso es un claro signo de colonización que ya no deberíamos permitirnos.
-¿Cómo dialogan en su caso el investigador y el compositor?
-Si yo no me hubiera ocupado de conocer el devenir histórico la música argentina, sin duda mi música sería muy diferente. Es muy atractivo conocer de antemano qué se ha hecho y qué no. La riqueza y variedad de la música académica argentina es asombrosa y si a nivel general se tuviera el valor de ir más allá de la trilogía Ginastera-Guastavino-Piazzolla, nuestro medio musical se enriquecería realmente mucho más.